LA FILOSOFÍA EN SU HISTORIA (J.F. SELLÉS)

1. Las universidades

Es uno de los primeros descubrimientos culturales del occidente cristiano, porque es el origen de la mayor parte de los demás. Para hacerse cargo de qué supone tal hallazgo, reparemos en lo obvio y preguntemos si la ‘universidad’ es un ‘conjunto’ o ‘totalidad’ de áreas del saber (Facultades y Departamentos diríamos hoy). ¿De cuántas/os? En principio, de ‘todos’. ¿Hay un número estipulado? No. ¿Y si acaso falta un saber, por ejemplo, la veterinaria o la astronomía, dicha institución ya no podrá ser considerada como ‘universidad’? No, porque no es un conjunto –mayor o menor– de sumandos. Entonces, ¿qué es lo que constituye a una ‘universidad’? La unidad, como el mismo término indica. Ahora bien, ¿cómo se unen entre sí las diversas áreas del saber, pues si no hay unidad entre ellas –como sucede hoy en día– cabrá hablar de ‘universidad’, o más bien de ‘pluridiversidad’? 

Lo que distingue a los diversos saberes es que unos son superiores a otros, pues lo son los niveles del conocimiento humano que dan lugar a que unas disciplinas u otras sean superiores a otras. A su vez, unos temas reales, que unas estudian, son superiores a otros. Si es así, para tener universidad hay que subordinar los inferiores a los superiores, es decir, ponerlos a su servicio, así como intentar que los más altos favorezcan a los inferiores. Pero ¿cuáles son superiores y cuales inferiores? Esta pregunta que hoy ni se plantea por ‘políticamente incorrecta’ es fácil de responder, y estuvo resulta desde la fundación de la universidad, pues lo más alto es Dios y lo que él revela de sí; en segundo lugar, las criaturas espirituales, entre las que se halla el hombre. Como el hombre es compuesto de espíritu y cuerpo, siendo lo primero superior a lo segundo, los estudios que versen sobre lo primero serán más importantes que los que se refieran a lo segundo. Tras el hombre viene en importancia la creación sensible, y es obvio que en ella unas realidades son superiores a otras, pues, por ejemplo, los seres vivos son superiores a los inertes, y dentro de unos y otros, hay distinciones jerárquicas entre ellos.

Pues bien, fue con estas directrices como empezó la universidad, pues las dos primeras Facultades fueron la de Teología y la de Artes o Filosofía, a las que luego siguieron las de Leyes o Derecho y Medicina. Y es con la pérdida de estas directrices como la universidad entra en crisis en todas las épocas. ¿Cómo aunar los diversos saberes, es decir, como sostener que uno es superior a otro? El único método posible es el conocer humano, el cual tiene muchos niveles distintos jerárquicamente entre sí, y los temas a los que cada uno de ellos se abre es distinto, por superior, al de los otros. Pero el conocer humano lo estudia la teoría del conocimiento, una parte de la filosofía que desde hace tiempo deja mucho que desear, porque se la ha arrinconado como ‘ceninienta’ de la filosofía. En suma, sin teología y filosofía, y sin una teoría del conocimiento todo lo completa posible que rija en la institución, es difícil que una universidad lo sea. Pero esto no les faltó a las universidades del siglo XIII: París, Toulouse, Orleans, Montpellier, Angers, Palencia, Salamanca, Oxford, Padua, Nápoles, Bolonia, Siena, Piacenza… Pasemos a estudiar resumidamente 19 pensadores del siglo XIII que ordenaremos por fechas de antigüedad. Todos menos Ramón Llull fueron hombres de iglesia: la mayor parte franciscanos, un dominico, pocos de otras órdenes religiosas, y los primeros que revisaremos, con cargos eclesiásticos.