LA FILOSOFÍA EN SU HISTORIA (J.F. SELLÉS)

6. Antropología

6.1. El hombre es su alma. Es un alma ‘encerrada’ en un cuerpo como en una cárcel; es la idea pitagórica del cuerpo (soma) como tumba (sema). Para explicarlo, Platón recu­rre al mito del carro alado (Fedro): el hombre es como un carro de dos ca­ballos dirigidos por el auriga, el intelecto. Hubo una “caída”, y ahora el alma tiene que vivir en el mundo sensible. Uno de los caballos es “bello y bueno”; el otro, lo contrario. Igualmente, en el alma que anima al cuerpo hay tres “partes”: la racional (logos), alojada en la cabeza; la irasci­ble (el valor), en el pecho; y la concupiscible (el deseo) en el vientre. De ahí que la conducción re­sulte dificultosa. El inte­lecto debe servirse del valor para dominar los deseos y con­ducir al alma hacia su verda­dero mundo: el de las Ideas.

6.2. El alma racional es inmortal, simple, sin partes; y puede conocer lo simple, lo inmutable, las Ideas. Las almas concupiscible e irascible mueren con el cuerpo al cual están esencialmente ligadas. Sólo el alma ra­cional experimenta ‘post mortem’ un juicio y un pre­mio y un castigo, en conformidad con la vida en esta tierra, y consecuentemente, un proceso posterior de purificación, consistente en la transmigra­ción, reencarnación. Platón dejó en diversos diálogos las siguientes 4 pruebas de la inmortalidad del alma, que no son argumentos rigurosos, sino convicciones profundas.

a) Por la reminiscencia (Menón, Fedón). Para recordar es preciso haber aprendido antes lo que se recuerda. Como las cosas que recordamos no las hemos aprendido después de nacer, hay que suponer que las hemos adquirido con anterioridad. Por tanto, el alma que ha preexistido al cuerpo es natural que sobreviva después de la muerte. “Pero si no las ha adquirido en la vida actual, ¿no es ya claro que en algún otro tiempo las tenía y las había aprendido?… Hay en él ideas verdaderas, que despertándose con las preguntas se convierten en conocimientos, ¿no los tendrá adquiridos su alma en todo tiempo?… ¿Y no es verdad que si siempre tenemos en el alma la verdad de las cosas, el alma será inmortal?”. Menón, 81 a – 86 c.

b) Por la sucesión cíclica de las cosas contrarias. Los contrarios se suceden alternativamente. Es claro que la vida y la muerte son cosas contrarias. Por lo tanto, si a la vida sigue la muerte, es natural que a la muerte siga la vida: “Los vivos nacen de los muertos, y los muertos de los vivos”. Fedón, 70 e.

c) Por la simplicidad del alma y su afinidad con las ideas. Las cosas compuestas están sujetas a cambio, mientras que las simples se mantienen inmutables. Aun cuando el alma está unida al cuerpo, tiende hacia las cosas eternas e inmutables, lo cual indica que pertenece a esa clase de seres y, por tanto, es simple e inmortal (Fedón, 78 b-83 a).

d) Por la participación de la idea de vida. Las cosas del mundo sensible tienen realidad en cuanto que participan de las ideas. Pero una cosa no puede participar a la vez de ideas contrarias. Si el alma participa de la idea de vida, necesariamente excluye su contraria, la idea de muerte. Por lo tanto, el alma es inmortal (Fedón, 105 b-107 a).