LA FILOSOFÍA EN SU HISTORIA (J.F. SELLÉS)

7. El pluralismo materialista

7.1. Leucipo (480 – fl 430 a. C.) y Demócrito (460–370 a. C.). Estos autores se estudian juntos porque del primero, maestro del segundo, no nos han llegado sus escritos, mientras que sí permanecieron muchos del discípulo, quien formuló y perfeccionó las doctrinas del maestro.

a) Mundo. Está conformado por tres elementos: el ser material, el vacío y el movimiento. Al inicio era sólido, pero el movimiento movió al vacío, el cual penetró en el ser y lo fraccionó en infinitos ‘átomos’ indivisibles. Éstos son llenos, sólidos, compactos, homogéneos, idénticos en calidad y peso, pero distintos en extensión y volumen, impasibles, sin posibilidad de cambio ni destrucción. Configuran las diversas realidades físicas, las cuales están compuestas por los mismos átomos y se distinguen por la forma, orden y posición de ellos, realidades que son disgregadas por el vacío. El movimiento que los mueve es necesario.

b) Hombre. El alma humana es, como el resto de la realidad física, material, solo que sus átomos son más sutiles –esféricos y de fuego– que los de las otras realidades. El alma equivale a la inteligencia, que no se distingue más que de grado de la sensación; está en el cerebro y está conformada por dicho tipo de átomos. Estos autores niegan la espiritualidad del alma, y con ella la inmortalidad, pues admiten que el alma se corrompe con el cuerpo. Niegan también la libertad, porque afirman que el movimiento de los átomos es necesario. Para ellos el placer y el dolor son los móviles humanos necesarios. En consecuencia, admitieron que las leyes sociales que van contra estas inclinaciones son malas.

c) Dios. No hay alusión a él en esta escuela.

7.2. Revisión. La physis para los atomistas es triple, y en uno de sus elementos, la materia, es de incontable composición atómica. De las cuatro causas que conforman la realidad física, tuvieron en cuenta tres, la materia, la forma y el movimiento. De la materia, los átomos, por sus descripciones, los pensaron como objetos lógicos. La forma la redujeron a la figura. Y respecto del movimiento, no distinguieron el inerte del vivo. Esto significa que idealizaron la realidad física, es decir, que no notaron la materia, la forma y el movimiento como ‘causas’, sino que se hicieron ‘ideas’ de ellas. Pensaron tan idealizados los átomos y las otras causas porque ejercieron la vía generalizante de la razón. Generalizar es, primero, negar la suficiencia de un objeto pensado; segundo, formar muchos más; tercero, agruparlos bajo un conjunto. Todo ello conforma la lógica. Su descripción del átomo es como la del ‘ente’ de Parménides, solo que éste es uno, porque está pensado a nivel de abstracción, mientras que los átomos son múltiples, porque están pensados como objetos lógicos, y de éstos que caben infinitas posibilidades. Como los átomos pensados como objetos lógicos son independientes, y se requiere unirlos entre sí para dar cuenta de la composición de las realidades físicas, se recurre al movimiento, sosteniendo que éste los agrupa. Y para evitar que su unión sea azarosa, se declara que el movimiento sigue una ley necesaria, como si de una regla lógica se tratase.

Es claro que su visión del hombre carece de justificación: si el alma, la inteligencia, se identifica con los átomos cerebrales, ¿por qué distinguimos entre lo pensado y el cerebro? Además, con una cosmología reductiva, por idealizada, y con una antropología sesgada, es difícil acceder a Dios. Seguramente es por eso por lo que no hay alusión a la divinidad en este materialismo, que no es realismo, ni siquiera respecto de la realidad física, porque es un defecto en la concepción de ella, y eso por emplear para conocerla una vía operativa que no se corresponde con ella, pues esa vía forma objetos pensados los cuales el materialismo los confunde con los elementos reales. El materialismo y sus variantes constituyen siempre la posición teórica más débil, por contradictoria, porque defiende que todo es materia concreta con la teoría, la cual es universal e inmaterial.