LA FILOSOFÍA EN SU HISTORIA (J.F. SELLÉS)

8. La apologética de J. Balmes

Apología significa defensa. Balmes fue un defensor de la doctrina cristiana frente al idealismo y otros movimientos filosóficos modernos.

8.1. Vida y obras. Nació en Vich (Barcelona) en 1810. Estudió en el seminario de esa ciudad hasta los 16 años, tras los cuales marchó a la Universidad de Cervera a estudiar teología y derecho. Al terminar la licenciatura de teología a sus 23 años permaneció allí como profesor ayudante. Al año siguiente se ordenó sacerdote y un año después obtuvo el doctorado. Enseñó matemáticas en el seminario de Vich hasta los 29 años. A los 30 empezó a publicar obras variadas de teología y filosofía. Residió en Barcelona hasta los 34. Desde esa fecha vivirá en Madrid 4 años y viajará a Francia, Inglaterra, Bélgica. Se retiró a su ciudad natal a sus 38 años donde murió poco después en 1848. En teología se inspiró en Bossuet y en los apologistas franceses. De filosofía leyó al menos a Descartes, Leibniz, Kant, Condillac y Hegel. De entre sus obras filosóficas cabe destacar El criterio, Filosofía fundamental y Filosofía elemental. Su finalidad fue de crítica de algunos errores en materia de religión como el escepticismo, el protestantismo, el fideísmo y el tradicionalismo, así como de apologética del catolicismo. Influyó en Donoso Cortés.  

8.2. Filosofía. Al margen de sus propuestas sociológicas y políticas, al ‘Doctor humanus’ se le suele encuadrar o bien en el ámbito de la apologética, o bien, en el la filosofía del sentido común, o bien en la neoescolástica (aunque esta última denominación es impropia, porque este movimiento comienza a fines del XIX), pues se basó en la filosofía de Tomás de Aquino, aunque se acusa en él el modo de pensar de Suárez (rechazo de la distinciones reales entre acto de ser y esencia y del intelecto agente con el posible). Con todo, frente al realismo clásico, tiene una preocupación netamente moderna: el problema de la certeza. Pero también tiene, frente a dicha filosofía, una denuncia que es certera, a saber, que su error reside en haber reducido los primeros principios a uno. Él, en cambio, sostuvo que existen tres: a) la conciencia, que es de índole subjetiva (ej. el ‘cogito, ergo sum’ cartesiano); b) la evidencia, que es de índole objetiva y se funda en el principio de no contradicción; c) el instinto intelectual, que nos habla de la correspondencia entre nuestras ideas y la realidad.