LA FILOSOFÍA EN SU HISTORIA (J.F. SELLÉS)

introducción

Tratemos de resumir los aportes centrales del cristianismo a la filosofía, el principal de los cuales es la noción de persona, porque designa a la realidad superior, tanto increada como creada, pues todas las demás realidades están en función de ésta. En segundo lugar, se sintetizarán los siguientes descubrimientos, que suponen un reto para el desarrollo de la filosofía: el cristianismo, más que una religión, es una revelación; los conceptos de creación, cosmos y nada; la comprensión del tiempo, historia y providencia divina; el sentido del pecado, del dolor y de la muerte; la visión de la voluntad y del amor; de la libertad y la esperanza; del conocer personal y la fe; de familia, educación, trabajo y técnica; del saber teológico y la escatología.

a) El descubrimiento de la persona. La realidad que subyace bajo el concepto de ‘persona’ arranca históricamente con la irrupción del cristianismo: se descubre que en el hombre existe una distinción real y jerárquica entre persona y naturaleza humana. Al principio la persona fue un tema teológico, porque es revelado que en Dios existen tres personas distintas en una sola naturaleza divina; que en Cristo hay que distinguir entre una persona divina y dos naturalezas: la divina y la humana; que en los ángeles se distingue entre persona y naturaleza, ambas distintas en cada uno de ellos. Sin embargo, esta distinción está prácticamente perdida tras la patrística.

Persona denota apertura libre, cognoscente y amante a otra persona. Por tanto, el concepto significa la imposibilidad de existir, en cualquier ámbito de la realidad personal, una única persona. Y como la persona es la realidad más radical de entre todas las existentes (creadas e increadas), lo radical para el cristianismo es plural. Por tanto, excluye de raíz el monismo. Por eso el neoplatonismo se opuso al cristianismo, porque  admitió que la primera realidad es el Uno, no la pluralidad personal. Y es que antes y fuera del cristianismo las religiones no vieron de modo explícito que Dios sea personal; y las religiones surgidas tras él, o él mismo en épocas de crisis, han perdido la realidad que subyace bajo la noción de ‘persona’. En tales periodos, el término ‘persona’ referido al ser humano se toma como sinónimo de ‘hombre’. Pero ésta, y otras denominaciones afines, sirven para expresar lo común del género humano, mientras que el de ‘persona’ significa lo distintivo de cada quién, lo que equivale a decir que tal vocablo pierde su carácter específico si se lo toma en sentido general. 

La realidad de la persona se puede descubrir por el conocer humano natural, sin necesidad de acudir a la revelación sobrenatural, pero fue en la era cristiana cuando se advirtió tal realidad merced a la revelación divina. Suele reiterarse que la modernidad –a diferencia de la antigüedad griega clásica y del periodo medieval– ha estado centrada en el hombre, es decir, que ha sido antropológica. Pero lo que la caracteriza a la modernidad, ya desde el siglo XIV hasta hoy, es un déficit de conocimiento sobre lo neurálgico humano: la persona. El pensamiento griego clásico sostuvo que lo distintivo del ser humano es el tener. En cambio, el cristianismo sostuvo que es el ser, la persona. La modernidad defiende que es el obrar y con él el resultado de nuestras acciones. Pero el tener y el obrar sigue al ser.

b) Otros descubrimientos cristianos. Son los siguientes: que éste más que una religión, es una revelación; asimismo las nociones de creación, cosmos y nada; la comprensión del tiempo, la unidad de la historia y la providencia divina; el solucionar los problemas del pecado, dolor y muerte, el dotar de sentido al trabajo y la técnica; las nuevas visiones de la voluntad y del amor; de la libertad y la esperanza, del conocer personal y la fe; el entender ajustadamente a la familia y sostener que es lo radical de la sociedad y superior al Estado, y ver a ésta como apertura manifestativa al prójimo; asimismo, asuntos sociales clave tales como la ética, la educación –cuya cumbre es la universidad– y las corporaciones, que modernamente se llamarán empresas; el tema de los afectos del espíritu y la teología como saber, y dentro de ésta, en especial, la escatología. El concepto de persona vincula al resto de esas realidades.