LA FILOSOFÍA EN SU HISTORIA (J.F. SELLÉS)

8. Los sofistas (s. V–IV a C.)

La sofística nació en la Grecia clásica del siglo V a. C. Los sofistas son autores que se llaman a sí mismos ‘sabios’ (sofistoi). Sin embargo, su saber es aparente, pues no buscan la verdad, no anhelan saber por saber, sino por intereses prácticos. Buscan un saber que les reporte una utilidad concreta (ej. ganar dinero, poder político, fama, etc.). Esta actitud va acompañada del relativismo y subjetivismo respecto de la verdad, inclina al escepticismo, es compañera del indiferentismo moral y religioso, del convencionalismo jurídico y del utilitarismo. Con todo, sus representantes destacaron en el manejo retórico del lenguaje, aunque no poniéndolo al servicio de la verdad.

Con estos autores el estudio del hombre y de Dios se oculta, porque al atender sólo lo que está en el poder de las manos humanas, el hombre mismo y aquella realidad de la que él depende no comparecen. En su doctrina no cabe ni antropología ni teología, porque no cabe el saber teórico sino sólo el práctico. Éste tiene su importancia, pero no por encima del teórico o negándolo. Por tanto, frente a la opinión tradicional, hay que sostener que estos autores no protagonizaron el giro de atención del cosmos al hombre (de hecho los precedentes también se preguntan acerca del hombre), porque no buscaron su ser, sino solo aquello que el hombre hace. La sofística es siempre la filosofía de tiempos de crisis (como el nuestro). 

8.1. Protágoras (484–411 a. C.).

a) Mundo. Las realidades físicas cambian incesantemente sin que haya en ellas nada fijo o estable. Niega la física de Parménides y continúa la de Heráclito.

b) Hombre. Éste solo puede conocer los fenómenos de la realidad física por medio de sus sentidos, no lo que subyace a ellos (fenomenismo). No es capaz de verdades universales y necesarias (escepticismo). Además, “el hombre es la medida de todas las cosas –pantôn métron ánthropos–, de las que son en cuanto que son y de las que no son en cuanto que no son” (subjetivismo). ‘Cosas’ no significa todo lo que existe, sino las cosas naturales y culturales que el hombre tiene a la mano (khrémata), las que posee y hace con su cuerpo; las del ámbito del tener (héxis) categorial (ta prágmata).

Como para él no existe el bien objetivo, se puede transformar mediante el lenguaje lo que parece peor en un valor positivo con fines utilitarios. Este modo de encarar el hacer da lugar a un individualismo acentuado, pues se considera que no hay asuntos comunes a los hombres ni que exista el ‘bien común’, sino solo una pluralidad de asuntos cambiantes, ante los cuales cada quien decide según sus inclinaciones y circunstancias.

c) Dios. Si no hay realidad fija ni verdad absoluta, “acerca de los dioses, yo no puedo saber si existen o no, ni tampoco qué forma puedan tener. Hay muchos impedimentos para saberlo, la oscuridad de la materia y la brevedad de la vida humana”.

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Aristóteles advirtió que la tesis de Protágoras “el hombre es la medida de todas las cosas” se refiere sólo a las cosas que el hombre tiene a la mano, y dijo que es verdad que el hombre es el único ser que puede poseer con su cuerpo. Sin embargo, añadió que ese modo de poseer no es ni el único ni el más alto del hombre, sino el más bajo; por eso lo debe subordinar a poseer ‘ideas’ con su mente, a poseer ‘virtudes’ en su voluntad, y éstas en orden a poseer el ‘bien común’ con los demás y, sobre todo, a poseer los ‘hábitos intelectuales superiores’, posesiones todas ellas inmateriales y, por tanto, no susceptibles de pérdidas como las materiales; además, los teneres inmateriales son más activos y dan lugar a mayor felicidad que los sensibles.

Para Polo el error de Protágoras consiste en excluir la providencia divina del mundo que el hombre construye y posee. Ese mundo es obvia­mente el de la técnica en sentido amplio. El error radica en no darse cuenta de que el hombre no es el dueño último del mundo, sino administrador del mismo y, por supuesto, tampoco es el dueño último de su cuerpo y de sí mismo.

8.2. Gorgias (483–375 a. C.).

Depende de los eléatas pero se opone a Parménides.

a) Mundo. “Primero: nada existe; segundo: si algo existe, no puede ser conocido por los hombres; tercero: si se puede conocer, no se puede comunicar y explicar a los demás”. O sea: el ser unitario no existe. Si existiera, no lo conoceríamos, ya que el pensamiento no es unitario, pues nuestros juicios son plurales e inaunables. Si se pudiera conocer, no se podría decir, porque las palabras son incontables, no son unitarias y no se parecen a las cosas. Gorgias se opone a la ontología y al modo de conocer humano y se queda solo con el lenguaje y con él no busca lo real, sino solo la comunicación humana, pues si los hombres son todavía más distintos que los objetos pensados y que las palabras, la única manera de aunarlos es el lenguaje.

b) Hombre. Del ser humano no le importa su ser y su conocer, sino su decir, la retórica, porque “la palabra es una gran dominadora, que con un cuerpo pequeñísimo e invisible realiza obras divinísimas”. Lo que domina en Gorgias es la filosofía práctica, y ésta al servicio del bien útil, pues afirma que el lenguaje es una práctica al margen del saber y de lo real. Para él, el lenguaje no refleja el pensar, y éste tampoco refleja el ser.

c) Dios. No escribió sobre el ser divino, pero no podía admitir su existencia, y de admitirla, diría que no lo podemos conocer, dada la multiplicidad de nuestros pensamientos sobre él. De pensarlo, no podríamos decir nada de él, ya que las palabras son múltiples y carecen de parecido con el ser divino.

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Gorgias procedió afirmando o negando retóricamente cualquier asunto por intereses pragmáticos. Según Platón, obró así porque quería hacer una magia social para dominar a los hombres, pero la sociedad debe regirse por la ética, no por el poder. Según Aristóteles, porque negaba el ‘principio de contradicción’ –que el Estagirita formuló así: ‘es imposible que algo sea y no sea a la vez y bajo el mismo respecto’–. Según Polo, porque siguió la vertiente generalizante de la razón, en concreto los ‘juicios lógicos’, en los que caben pluralidad de objetos pensados que carecen de referencia a la realidad física.

Gorgias no se dio cuenta de que las palabras no son intencionales respectos de las cosas, sino respecto de los objetos pensados, siendo éstos los que son puramente intencionales respecto de las realidades físicas. Como usó la vía generalizante, y ésta se aleja progresivamente de la realidad física, tendió a quedarse sólo con los objetos pensados como tales, prescindiendo del ser de lo real. Frente a Protágoras, Gorgias no se quedó en lo fenoménico, sino en lo lingüístico. Pero como comprendió el lenguaje como una técnica de manipulación, su propuesta filosófica dista de ser verdadera filosofía. Los sofistas posteriores aceleraron la decadencia cosmológica, antropológica y teológica, pues intentaron convertir mediante la palabra el argumento más débil en el más fuerte para vencer prácticamente (sofisma). Es el intento de doblegar la verdad a los intereses.