LA FILOSOFÍA EN SU HISTORIA (J.F. SELLÉS)

8. El saber teológico y la escatología

a) La teología. La visión cristiana es la única que reclama una teología. Esto es así porque la fe sobrenatural eleva el superior nivel de conocer natural: el personal. Y como la teología tiene como tema al Dios revelado, que es personal, en ella se ejerce el más alto nivel de conocimiento humano, el personal. Al Dios personal sólo se puede acceder desde el ser personal humano, y a quiénes son las Personas divinas sólo se accede desde la elevación de dicho conocer personal.

b) La escatología. Es el tema del destino humano ‘post mortem’. En la inspiración cristiana el tema del destino es más amplio y claro que entre los griegos. Fuera de la revelación el destino tiene un carácter necesitarista. Es claro –como sentencia el cristianismo– que ‘non habemus hic manentem civitatem’, que estamos de paso, de modo que tenemos que albergar, tanto de nosotros como de lo que hacemos, una visión de eternidad, y eso es ‘destinarse’. Esto indica –frente a lo que el marxismo achacó al cristianismo– que la orientación cristiana de la existencia es dinámica. No se trata de que el cristiano no haga nada en esta vida porque está a la espera de la otra, sino de que la otra se la juega según lo que haga en ésta, a sabiendas de que los peores pecados son siempre los de omisión.

La apertura al ser pluripersonal divino es natural en el ser personal humano, lo cual indica que quien se cierra personalmente a Dios termina él mismo por no saber quién es. No se trata de que no sepa que es hombre, que no entienda lo que hace o de que no dote de cierto sentido humano a sus actividades. Se trata de que desconoce su índole personal, su sentido irrepetible, su verdad más íntima, la cual sólo se sabe en apertura personal al Dios personal.

En suma, el cristianismo ha permitido estos descubrimientos:

La persona. La realidad que subyace al concepto de ‘persona’ la descubrió el cristianismo, y posteriormente se ha ocultado en la misma medida en que el cristianismo ha sido relegado. Tal realidad se puede descubrir de modo natural, pero no desde cualquier nivel noético, sino desde el superior humano: el conocer personal; y los temas que este nivel descubre son los que mejor ayudan a alumbrar como ‘preambula fidei’ los misterios de la revelación cristiana, los cuales se alcanzan a conocer por medio del don divino de la fe sobrenatural.

La revelación. El cristianismo, más que una religión, es una revelación, porque no es una búsqueda humana de Dios, sino una búsqueda divina de cada persona humana. Lo que precede revela al saber filosófico la gran dignidad de cada persona humana por ser el término irrepetible de una iniciativa divina.

Las nociones de creación, cosmos y nada. La primera, porque da a entender que mientras la vinculación del cosmos con Dios es necesaria, la del hombre con Dios es libre, siendo lo libre superior a lo necesario. La segunda, porque el cristianismo desdiviniza el universo y, en consecuencia, cambia enteramente el modo de correspondencia humana con él. La tercera, porque si el ser es lo más opuesto a la nada, dándose el ser, no cabe ya tener que ver con la nada.

Las nociones de tiempo, historia y providencia divina. Con el cristianismo se da una nueva comprensión del ‘tiempo’, de la ‘historia’ y de la ‘providencia divina’. El primero, porque si el tiempo depende de cada persona humana, el fin de ésta no puede ser histórico. Si la creación desvela que el cosmos tiene inicio y fin temporales, el fin de la persona no es temporal. La segunda, porque la historia depende de las libertades humanas, que son discontinuas. La tercera, porque si Dios asiste a las personas, él es protagonista de la historia y puede sacar bienes incluso de los males humanos.

La nociones de pecado, dolor y muerte. Con el cristianismo adquieren un nuevo sentido el problema del ‘pecado’, del ‘dolor’ y de la ‘muerte’. El primero, porque el pecado es personal, y como la persona humana sólo puede ser restaurada y elevada por Dios, en manos de él está la iniciativa de cara al arrepentimiento humano contando con la respuesta libre de la persona humana. El segundo, porque el sentido del dolor sólo puede dárselo aquel que puede asumirlo sin ser anegado por él, a saber, la Verdad (Cristo). El tercero, porque sólo la Vida (Cristo) puede asumir la muerte corporal sin ser vencido por ella.

La voluntad y amor personal. El cristianismo permite una novedosa visión de ambos. De la primera, porque el cristianismo permite advertir que la voluntad también es –como la inteligencia– activa. Del segundo, porque permite saber que el amor no pertenece a la facultad de voluntad, sino al acto de ser personal.

La libertad-esperanza; el conocer y la fe. El cristianismo aporta una novedosa visión de la libertad y esperanza; del conocer personal y la fe. La primera, porque el cristianismo permite saber que la libertad es trascendental, no categorial, y puede ser elevada por la esperanza teologal. La segunda, porque permite saber que el conocer personal es propio del acto de ser, no de la esencia o naturaleza humana, y puede ser elevado por la virtud teologal de la fe.

La familia y sociedad. El cristianismo ofrece una nueva visión de la ‘familia’, ‘educación’, ‘sociedad’, ‘trabajo’ y ‘técnica’. La primera, porque, al saber por revelación que Dios es familia y que el hombre es a su imagen a nivel personal o trascendental, se advierte que los vínculos familiares humanos son trascendentales, no meramente esenciales o naturales. La segunda, porque la universidad fue claramente un invento del cristianismo. La tercera, porque el cristianismo comprende a los demás bajo la noción de ‘prójimo’. El cuarto, porque el trabajo se ve como un ‘encargo divino’. La técnica, porque, al desacralizar el cristianismo el cosmos, permite operar sobre él de modo nuevo, más acorde con la novedad que es cada persona humana de cara a Dios.

La teología sobrenatural. Solo el cristianismo ha permitido la configuración del saber teológico, y dentro de éste, de la escatología. Lo primero, porque el cristianismo eleva la capacidad intelectual del hombre, a saber, el conocer a nivel de acto de ser personal por la fe sobrenatural. Lo segundo, porque el cristianismo ofrece sentido activo más claro y esperanzado del destino.