LA FILOSOFÍA EN SU HISTORIA (J.F. SELLÉS)

4. Estética o Crítica del juicio

Kant opina que tenemos otra facultad, intermedia entre el entendimiento y la razón, la del sentimiento de placer y dolor, cuyo objeto es lo bello, cuya disciplina es la estética, y es ésta facultad la que estudia en su 3ª crítica, la Crítica del juicio. En esta obra, como en las anteriores, busca los juicios sintéticos ‘a priori’ de lo bello y de la finalidad, y sostiene que el ‘juicio de gusto’ y el ‘juicio teleológico’ son ‘reflexivos’ (reflexionantes). Admite que hay dos tipos de finalidad, la subjetiva y la objetiva. La primera ‘descansa sobre el placer inmediato en la forma del objeto por la reflexión sobre ella’. La segunda refiere el objeto no a la facultad de conocer, sino al objeto de la naturaleza. Sobre la primera versa el juicio estético. Sobre la segunda el juicio teleológico. Al estudio de cada una dedica una parte de esta obra:

4.1. La estética. Kant se pregunta en la primera parte de esta crítica: ¿cómo es posible la belleza?, y busca los principios ‘a priori’ del gusto estético y su objeto, lo bello en los juicios estéticos. Su crítica de la facultad del juicio estético se divide, como las anteriores, en ‘analítica’ y ‘dialéctica’. La primera se subdivide en ‘analítica de lo bello’ y ‘analítica de los sublime’ y termina con la deducción de los juicios estéticos, que son de cuatro tipos: de cualidad, caracterizados por el ‘desinterés’; de cantidad, por la ‘comunicabilidad’; de relación, por lo ‘dado’; y de modalidad, por la ‘necesidad’. La segunda se centra en ‘lo que es absolutamente grande’, infinito, sobrehumano, imponente y señala dos tipos de sublimes: el ‘matemático’, lo grande de la naturaleza; y el ‘dinámico’, lo grande de la potencia. El fundamento de lo sublime no está para Kant en la naturaleza, sino en el espíritu humano, pues la grandeza de la naturaleza solo es ocasión que el hombre sienta la grandeza del espíritu. Kant une la belleza natural con la artística y dice que el mediador entre una y otra es el ‘genio’, al que describe como ‘el talento que da la regla al arte, la capacidad espiritual innata por la que la naturaleza da regla al arte’. Una cualidad distintiva suya es la ‘originalidad’.

4.2. La teleología. Kant estudia los juicios teleológicos en la segunda parte de esta crítica, los cuales se refieren a la finalidad objetiva de la naturaleza, en especial en lo orgánico. Como en la primera Crítica ha sostenido que no se puede conocer la finalidad en el mundo, ahora añade que esa está en nuestros juicios teleológicos que son ‘reflexionantes’. No es que el universo tenga realmente una finalidad, sino que nos lo representamos así por nuestros juicios. Por tanto, la consideración teleológica de la naturaleza es subjetiva. Es, sin más una, hipótesis, que alude a la existencia de Dios como ordenador del mundo, pero no pasa de hipótesis nuestra.

En esta obra admite también que la integración afectiva del hombre deriva de la armonía entre sus facultades, es decir, del acuerdo y la concordancia entre ellas. Pero admite que tal conocimiento es sólo hipotético, de modo que no puede fundamentar tal armonía. Por lo demás, esta armonía contrasta con la absolutización de la voluntad en las crítica anteriores. Asimismo, la alusión a la intersubjetividad que aflora en esta crítica es contraria al solipsismo de las precedentes.