LA FILOSOFÍA EN SU HISTORIA (J.F. SELLÉS)

8. La filosofía

8.1. Origen. 

La filosofía nació en una época determinada de la historia –hacia los siglos VII-VI a. C.– y en una región muy determinada de Asia Menor. Además de la ética, filosofía práctica, hay que distinguir tres vertientes teóricas de la filosofía que se descubrieron en esa época: la que versa sobre la realidad externa, ontología; sobre la interna del hombre, antropología, y sobre Dios, teología natural. La filosofía comenzó en un momento concreto en el que, quien pensó que el fundamento se da en presente, se dio cuenta de que estaba pensando así, es decir, era consciente de que ejercía el acto intelectual con el que tematizaba en presente el fundamento. Ese fue –como veremos– Tales de Mileto. Tal acto intelectual es la presencia mental (que está al margen del tiempo), y el objeto conocido por dicho acto es lo presente o presentado. Nos damos cuenta de que pensamos así por la conciencia intelectual. Todo ello está en acto, en presente. Y eso es empezar a hacer filosofía: notar que el pensar está al margen del tiempo.

8.2. Descripción. 

La filosofía es el modo de saber teórico que sostiene que el fundamento está fundando ahora y que el destino interpela al hombre ahora. Si el fundamento y el destino son constantes, lo que fluctúa a lo largo del tiempo no es fundamental; por tanto, ni el hombre puede explicarse desde el tiempo ni puede destinarse a lo medido por él.

La constancia del ahora cabe entenderla como acto, ya sea en la realidad externa (physis, entelécheia), en la interna (enérgeia), o en la divina (Enérgeia). En cambio, lo sometido a cambio es potencial. En el hombre lo que se corresponde con lo constante es la inteligencia, el noûs, cuando se ejerce como acto. Por eso, tanto ella como la verdad son intemporales. Si el fundamento funda en presente, el tiempo es ajeno al fundamento. Otro tanto cabe decir del destino: si éste interpela al hombre ahora, el tiempo no mide al destino, no es propio de él. Por tanto, si la filosofía se corresponde con el fundamento y el destino, su tema propio no es el tiempo.

La magia considera el fundamento en presente y la filosofía se distingue de ella porque lo considera teóricamente, no prácticamente, es decir, pensando, suspendiendo la conducta práctica. Además, entre la técnica y el fundamento se da una mediación: la tecnología. Entre la filosofía y el fundamento no se da ninguna mediación, sino que su relación es directa.  El fundamento y el destino son lo más profundo, y solo desde la actividad humana más profunda cabe corresponderse con ellos. Ésta, en el plano meramente natural humano, es la filosofía, porque en ella el investigador está enteramente comprometido. En ella no pone algo de sí sino que se pone.

El tema del fundamento y del destino son las realidades con mayor densidad ontológica, es decir, coinciden con el ser superior. La correspondencia de nuestra inteligencia con ellos debe lograr la verdad más alta, y con la adaptación a ellos de nuestra voluntad alcanzará el bien sumo. Los primeros que filosofaron eran ciertamente optimistas, porque consideraron que en el hombre se da una correspondencia natural entre su conocer y el ser, entre su voluntad y el bien, y asimismo entre la verdad y el bien más elevados. Negarlo también se ha dado en la historia de la filosofía, pero caracteriza a las épocas de crisis. 

8.3. Medio. 

Ninguno sensible. Si la filosofía no es posible sin el desarrollo teórico del conocer humano, la filosofía surge indisoluble­mente unida al descubrimiento de una dimensión humana especial, capaz de corresponderse con lo real, el intelecto (noûs). Aunque en su comienzo usó las operaciones inferiores de la razón humana, para corresponderse adecuadamente con los dos temas superiores requiere de los niveles más altos del conocer humano: hábito innato de los primeros principios, hábito de sabiduría y conocer personal (o conocer a nivel de acto de ser).

El tema del intelecto es la verdad, pero si bien ésta se halla en la mente, se da cuando ésta se adecua a la realidad. Por tanto, el ser de las cosas es el fundamento de que la verdad se dé en la mente. Pero esta adecuación entre el conocer humano y el fundamento se puede romper de diversos modos. a) Materialismo: sosteniendo que hay más ser que conocer y que el ser es sólo material. b) Racionalismo-idealismo: postulando que el tema del conocer es la verdad, pero que ésta no se corresponde con el ser. c) Relativismo: sospechando que el conocer no alcanza la verdad. O si la alcanza, no la puede conocer completa; por tanto, debe desistir cognoscitivamente: escepticismo. d) Voluntarismo: defendiendo que desconocemos la correspondencia entre la verdad y el ser, y que nos podemos vincular volitivamente al bien.

Filosofar es conocer la verdad superior, y no para otros intereses, sino para vivirla. Por tanto, la filosofía es un modo teórico de vivir, superior a cualquier modo de vivir práctico. Filosofar es un modo de vivir distinto y superior de todos los prácticos porque éstos se dieron antes de que apareciese la filosofía, y ésta empezó distinguiéndose de ellos, porque no se conformaba con el modo de saber de aquéllos. En suma, ‘la teoría es la forma más alta de vida’ (tesis aristotélica), siempre que al teorizar no se emplee algún nivel de conocer del hombre, sino que se emplee el hombre enteramente, es decir, como ser cognoscente, y que se emplee respecto de los dos temas capitales: fundamento y destino. También se puede emplear respecto de los demás temas que de esos dependen, pero derivadamente, es decir, tras centrar la atención en éstos y ponerlos en su lugar. Lo contrario da lugar a filosofías segundas o rebajadas, es decir, carentes de fundamentación y alcance.

Filosofar es teorizar. Filosofar, más que ‘deseo de saber’ (como decía Platón), es saber (como sostuvo Aristóteles), porque el deseo de saber no es saber. Los temas capitales de la filosofía son el fundamento y el destino. Estos dos son indiscutibles, pues constituyen lo más obvio. La filosofía debe centrar la atención en lo obvio. Lo discutible no son esos dos temas, sino el modo de encararlos, es decir, las teorías. Las teorías se distinguen entre sí en la medida en que más verdad descubren de esos dos temas. Las distintas filosofías que se han dado y se dan en la historia del pensamiento cabe distinguirlas según un más y un menos de verdad descubierta, es decir, jerárquicamente. El escenario de la historia de la filosofía no es un caballo de batalla en el que unas opiniones siguen y discuten a otras y en las que no cabe advertir cual es más verdadera o más errónea. Tales temas son los más distintos entre sí, porque el primero es necesario y el segundo es libre. También por ello el segundo es superior al primero y, en consecuencia, se debe entender el primero en orden al segundo.

Teorizar es fin en sí, pero carece de término, es decir, siempre se puede proseguir descubriendo más. La actitud filosófica conlleva siempre inconformidad con lo sabido; implica búsqueda de más saber. El saber teórico es irrestrictamente creciente ya que el tema del fundamento y del destino son irrestrictos. Si bien se comienza a filosofar, no se termina nunca.

La negación de la filosofía es la reducción de todo el saber humano al saber operativo. Con ello se priva al hombre del ejercicio de su conocimiento superior y se le sume en la insatisfacción, pues se le deja sin posibilidad de hacerse cargo –a su altura– del fundamento y del destino. La filosofía no es cultura. La cultura no puede hacer sus veces. El culturalismo es antifilosófico. En las épocas de crisis filosófica (como la nuestra), la filosofía tiene dos tipos de enemigos: a) Los de fuera, que quieren inhibirla para evitar que comparezca y se despliegue. b) Los de dentro, que pretenden resolver en filosofía práctica el entero quehacer filosófico. 

8.4. Distinción. 

La filosofía se distingue de los saberes prácticos y teóricos:

a) De todos los demás saberes humanos en que éstos son prácticos, mientras que el filosófico es teórico. A diferencia de aquellos, atiende al fundamento y al destino en presente.

b) De la religión, que también es saber teórico, en que ésta busca –como ya se ha dicho– la certeza mientras que la filosofía busca la evidencia. La revelación sobrenatural cristiana aportó, al menos, las siguientes verdades capitales de las que la filosofía se ha beneficiado sobremanera: 

1ª) La noción de persona

Revela tres Personas en Dios. Asimismo, una Persona en dos naturalezas –divina y humana– en Cristo. También que cada hombre es persona, pero la naturaleza humana es común a todos los hombres, aunque admite dos tipos: varón y mujer. Por último, que cada ángel es una persona con una naturaleza angélica distinta. 

2ª) La noción de creación

Todo lo que existe depende de Dios en su ser y a distinción de él, que es simple, admite la distinción real entre acto de ser y esencia. Caben dos actos de ser distintos: el del universo, que es necesario; y el de cada persona creada, que es libre. 

3ª) La composición jerárquica real humana entre espíritu, alma y cuerpo.

 Espíritu equivale a persona. Alma o vida es lo que anima lo inferior a ella, no solo el cuerpo, sino las potencias propias del alma: inteligencia y voluntad. Espíritu y alma vienen de Dios. El cuerpo es la herencia somática que debemos a nuestros padres. 

4ª) La noción de libertad

Característica central de toda persona, creada e increada. 

5ª) La noción de historia

Es la situación en la que se encuentra cada persona humana, la cual es libre y distinta a las demás. Si bien cada hombre es protagonista de su biografía y de la historia, el primero lo es Dios con su providencia. 

6ª) La noción de trabajo

Es entendido como encargo divino.