LA FILOSOFÍA EN SU HISTORIA (J.F. SELLÉS)

8. La filosofía de la ciencia de M. Polanyi y Th. Kuhn

8.1. M. Polanyi. a) Vida y obra. Nació en 1891 en Budapest en el seno de una familia judía. Estudió medicina en la universidad de su ciudad y ahí ejerció su primera docencia. A sus 29 años marchó a Berlín donde trabajó como investigador químico en un instituto, ciudad en la se convirtió al cristianismo y en la que se casó. A los 42 años huyendo del nazismo fue a Manchester donde trabajó primero en economía y casi a partir de sus 60 años en filosofía, al inicio en la universidad de esa ciudad y después en la de Oxford. Murió en 1976. Su obra más célebre es Conocimiento personal.

b) Filosofía. En su teoría de la ciencia se opuso al ‘positivismo objetivista’ porque éste deja al margen la responsabilidad y la actitud de búsqueda cognoscitiva del saber, actitudes ambas personales derivadas de la libertad personal. La teoría de la ciencia no es relativista porque el sujeto está naturalmente vinculado con la realidad física. Frente al ‘positivismo lógico’ defendió que el significado de las palabras no depende solo de un conjunto de reglas, pues se basa en la experiencia, la cual está siempre vinculada a la tradición, en la que hay un conocimiento implícito.

8.2. Th. S. Kuhn. a) Vida y obra. Nació en Cincinnati en 1922. Estudió física en la Universidad de Harvard, donde se doctoró a los 27 años y donde ejerció su primer magisterio sobre historia de la ciencia. Después enseñó en las universidades de California, Berkeley, Princeton y en el Instituto Tecnológico de Massachusetts. Murió en 1996. Su obra más relevante es La estructura de las revoluciones científicas.

b) Filosofía. En filosofía de la ciencia defendió que las ciencias no progresan de modo uniforme, sino que en ellas se dan ‘revoluciones científicas’ debidas a cambios de ‘paradigmas’, los cuales son modos de ver o modelos de solución a problemas aceptados y compartidos por la comunidad científica durante una época, los cuales, como las modas, son modificables a lo largo de la historia. Por tanto, ninguno de ellos es intrínsecamente justificable. Esto equivale a decir que el racionalismo científico deja de ser el director de la historia, pues no se puede asegurar de ningún modo que la ciencia vaya a más, a mejor. Unas teorías dan paso a otras porque se abandonan las anteriores, no porque sean más verdaderas que aquéllas o porque se vea el error de las precedentes, pues los paradigmas son ‘incomensurables’, es decir, no se pueden comparar y, por tanto, carece de sentido decir cuál es más verosímil que otro. Al final de su vida abandonó dicho modelo y defendió el darwinismo. Así, son cambios de paradigmas desde el que se aceptó hasta Copérnico –el Sol gira alrededor de la Tierra–. Otro es el que él que él propuso –el heliocentrismo–, en el que admitió que los movimientos son uniformes, perfectos, según la física de Newton. En cambio, desde Einstein, se acepta la teoría de la relatividad, la cual es otro paradigma.