LA FILOSOFÍA EN SU HISTORIA (J.F. SELLÉS)

4. Estoicos

Su nombre deriva de ‘stoa’, pórtico, donde tenían su escuela. Su fundador fue Zenón de Krition (336 – 263 a C.). Pero a continuación revisaremos en bloque los rasgos clave de sus representantes.

a) Mundo. Todo ser es corpóreo. Las cosas se componen de materia, forma y movimiento. Lo más sutil es el fuego. El cosmos es limitado y esférico. Sigue una ley necesaria, determinista, el destino (ananké), que rige todo.

b) Hombre. Es parte del universo, un cuerpo y una alma. Lo propio suyo es el alma, entendiendo por ésta la razón, el principio que gobierna al hombre. La perfección de éste se consigue con la virtud, que consiste en el modo de vida según la razón. El alma humana es una naturaleza con tendencia. Es espíritu, formado por varios elementos sutiles que se mueve por sí mismos. Es, por tanto, corpórea. Algunos estoicos admitieron la supervivencia del alma tras la muerte durante cierto tiempo; otros, la absorbieron en un dios cósmico no personal. La libertad humana debe aceptar el destino, no rebelarse contra él, pues así consigue la paz.

c) Dios. A veces lo identificaron con el fuego; otras, con la totalidad de lo real, el Alma del mundo (sólo ésta ‘alma’ sería inmortal), una especie de hilozoísmo. Es como la forma o fuerza, el principio activo del cosmos, que tiene Logos y cuyo principio pasivo es la materia (panteísmo).

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Los estoicos solo admiten una única realidad de corte panteísta: ‘el universo es lo único’. En esa concepción siguen a Parménides. A tal realidad la consideraron material, de la que todo lo demás son partes difícilmente discernibles; es una realidad mezclada; realidad que es cárcel para el hombre, solo que tal prisión es en este mundo de corte cosmopolita, y por encima de él, cósmica, pero no por ello menos necesaria y fatalista (ananké). Frente a esto hay que sostener que aunque el hombre ‘habite’ el mundo ‘no es’ mundo. ‘Ser’ no equivale a ‘habitar’. Habitar es poseer, pero ser es más que tener. Además, la felicidad humana no puede equivaler a resignación, impasibilidad, porque ésta es incompatible con la libertad, la energía del espíritu. La ética estoica implica un atrincheramiento frente a la fatalidad, un intento de neutralizar el dolor, de que no afecte lo inexorable del mundo, pero por eso mismo mata la virtud, porque ésta es el incremento de la tendencia voluntaria en orden a alcanzar bienes superiores. Con el acartonamiento de la virtud se mata el crecimiento y el optimismo humano, y esa coraza interna (ataraxia) conduce al individualismo. El resultado de esta actitud es una vida apagada.