LA FILOSOFÍA EN SU HISTORIA (J.F. SELLÉS)

3. Juan Escoto Eriugena (810-877)

Regentó la escuela palatina, en París, de Carlos el Calvo. Recibió el influjo del Pseudo Dionisio y del neoplatonismo. Su obra filosófica más célebre es De divisione naturae. Opuso la razón a la autoridad eclesiástica (no a la divina), defendiendo a veces la primera sobre la segunda. Puso la razón al servicio de la comprensión de la verdad revelada en las Escrituras, pero no deslindó bien los campos entre razón y fe. Distinguió la filosofía en cuatro partes: lógica, ética, física y teología. Usó los métodos analítico y sintético para describir lo real. Fue de dudosa ortodoxia cristiana. Distinguió entre dos tipos de seres: a) Las cosas que son, que dividió en 4 grupos: 1º) Naturaleza que crea y no es creada: Dios como principio. 2º) Naturaleza que es creada y crea: ideas divinas. 3º) Naturaleza que es creada y no crea: las realidades espirituales y sensibles. 4º) Naturaleza que no crea ni es creada: Dios como fin. b) Las cosas que son y no son, que dividió en 5 tipos: 1º) Dios y las esencias de las cosas, que no alcanzamos a conocer. 2º) Todo ser comporta el no-ser de lo que no es. 3º) La potencia es el no-ser de lo que será. 4º)  Los seres contingentes, puesto que son, pero no serán. 5º) El hombre, que es imagen de Dios, pero al perder la imagen con el pecado no es. Si seguimos nuestro esquema explicativo triádico cabe decir:

a) Mundo. La creación es la revelación natural de Dios, que para este autor significa ‘autocreación’, pues estima que lo creado añade realidad a Dios. Si la realidad divina es el ‘todo’, se comprende que Escoto Eriugena afirmase que Dios no existió antes del mundo, y que el mundo también es Dios. A esto añade otra complicación: que las ideas eternas son lo primero creado en el Verbo, en el mismo Dios, con lo cual rompe todavía más con la ortodoxia cristiana. La creación siguiente es la de las realidades inmateriales, las sensibles, y las intermedias: el hombre. Las realidades corpóreas están compuestas de forma y materia, las cuales no son sensibles, sino sólo los accidentes de la materia. A eso añade que todas las cosas deben retornar a Dios, no para identificarse con él, sino para ser divinizadas.

b) Hombre. Compuesto de alma y cuerpo, es un microcosmos en el que se une lo inmaterial y lo material. El alma es sustancia simple e inmaterial, con operaciones vegetativas, sensitivas, e intelectuales. Es a imagen y semejanza de Dios. Sus facultades noéticas son 3: inteligencia (noûs), que se eleva a Dios, la razón, que conoce al alma, y los sentidos que conocen las realidades del mundo.

c) Dios. Ser, uno, supremo, trascendente, eterno, perfecto, infinito, causa suprema, principio y fin de todas las cosas, sin esencia ni limitación, incomprensible incluso para sí. Se llega a él por dos caminos: la filosofía y la Sagrada Escritura, siendo ésta superior a la primera, pero no pueden contradecirse, porque ambas proceden de Dios. La filosofía se basa en la Naturaleza (Ser en toda su amplitud: Dios y mundo). La Escritura, en imágenes que hay que comprender. Para acceder a Dios la filosofía parte de las criaturas siguiendo la teología negativa del Pseudo Dionisio.

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Nótese que a.2º) no puede ser una realidad distinta de Dios porque Dios es simple; de modo que es una mera distinción de razón respecto de a.1º). Repárese también en que a.4º) es una mera idea sobre Dios, un modo de entenderle reductivo, que no coincide con el Dios real.

Obsérvese que del apartado b) los diversos puntos son entes de razón, porque: 1º) una cosa es que no alcancemos a conocer bastante la esencia divina y otra que no sea; y lo mismo respecto de las esencias de las demás realidades. 2º) El no-ser respecto de lo que se es un ente de razón, nada real. 3º) La potencia no es ningún no-ser, porque es real. 4º) Lo mismo, porque mientras son no se puede decir que los seres contingentes carezcan de ser. 5º) En la vida presente el pecado personal es despersonalización, pérdida progresiva del ser personal, pero mientras vive no pierde el ‘ser personal’ de modo completo. Solo en la otra vida cabe esa pérdida.

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Después de este autor, el siglo X es el llamado “siglo de hierro”, periodo de crisis para la Iglesia y para la filosofía. Con todo, las letras se conservaron en las abadías europeas (ej. Fulda, Cluny, Ripoll, Vich…). Durante este periodo la filosofía quedó reducida al estudio de la ‘dialéctica’, es decir, a la lógica, que dio lugar la controversia sobre los ‘universales’, pues unos autores defendían que son realidades existentes en sí como sustancias incorpóreas (platonismo), otros, que se dan en la mente divina (ejemplarismo), algunos pocos que se dan en las realidades singulares (ej. Odon de Tournai), mientras que la mayoría consideraba que son, o bien conceptos humanos (ej. Abelardo) o incluso meras palabras. En cualquier caso, el siglo X es de decadencia filosófica y tenemos que esperar a mediador del siglo XI para remontar la crisis.