LA FILOSOFÍA EN SU HISTORIA (J.F. SELLÉS)

4. ‘Esse est percipi’

El problema al que se enfrenta Berkeley parece que parte de Descartes con su separación entre ‘res cogitans’ y ‘res extensa’, pero en rigor surgió de Ockham al olvidar la intencionalidad del objeto conocido, olvido que –como se ha reiterado– atraviesa toda la modernidad. ¿Cómo se hace eco Berkeley de este problema? Diciendo que el mundo material no se puede conocer tal como es ‘en sí’, pues lo único que se conoce de modo claro es lo que se conoce, y eso forma parte del espíritu. Lo que sabemos es lo que tenemos sabido en nosotros, pero no sabemos cómo son en sí las cosas. Es más, el mero hecho de suponerlas existentes ya es un despropósito.

Si lo que precede cabe decirlo desde el punto de vista humano, desde el punto de vista de Dios lo que hay que decir, según Berkeley, es que, al margen del conocimiento divino, no cabe hablar de que las cosas existan. De aquí surge la réplica de Berkeley a los materialistas, pues admitir la existencia de la sustancia material al margen del conocer humano y divino carece de toda fundamentación noética, pues ¿cómo defender lo que no se puede conocer? En efecto, si lo conocido en cuanto que conocido está siempre en la mente, y la mente no puede dar cuenta de lo que no está en ella, postular la materia como tal al margen de la mente es hacer hipótesis de lo que no se puede conocer, lo cual es una ficción verdaderamente inútil. 

En cambio, con la mente sí cabe conocer –sostiene Berkeley– la propia mente, sus ideas e incluso que Dios existe, porque nuestra mente percibe una noción de él reflexionando sobre sí, y como la mente es inmaterial e inteligente, puede percibir a Dios tal como él es, a saber, inmaterial e inteligente. Además, desde Dios se puede dar razón de los espíritus e ideas, puesto que también son inmateriales e inteligentes y, por tanto, tienen que tenerle a él como fuente, pero desde Dios no se puede dar razón de lo material. Por lo demás, es claro que lo supuestamente material no puede ser fuente de lo inmaterial, de las ideas. Además, el conocer humano –añade Berkeley– no es fuente de las ideas, puesto que tampoco es fuente de sí mismo. Por tanto, su fuente tiene que ser Dios.

Con Berkeley estamos, pues, ante una hipótesis que supone un giro de 180º respecto de la del empirismo, pero que tiene la misma raíz, a saber, el olvido de la intencionalidad del objeto conocido, a la par que el olvido del modo de afectar la causalidad real de la realidad física sobre la facultad cognoscitiva humana para que ésta, al ejercer el acto de conocer, forme un objeto intencional enteramente remitente a la realidad física.