LA FILOSOFÍA EN SU HISTORIA (J.F. SELLÉS)

9. Balance

9.1. De Aureolo, Durando y Capreolo conviene indicar que el nominalismo ya está preludiado –antes de Ockham– en los dos primeros, y corregido un siglo después por el tercero.

9.2. A Eckhart. En su teoría sobre el hombre subyace un gran descubrimiento: que el hondón del alma es activo, aunque no hacia afuera, sino hacia adentro, abriendo cada vez más la intimidad a Dios. Ese hondón del alma es la persona, que es ‘adverbio’ respecto de Dios, el ‘Verbo’, y no equivale al ‘yo’, el cual mira hacia afuera y no es ‘adverbio’ sino ‘pronombre’. Por otra parte, hay que decir que Eckhart defendió en Dios y en hombre la superioridad del conocer sobre la voluntad e incluso sobre el ser, seguramente por dos motivos: uno, por intentar superar a Tomás de Aquino; otro, por oponerse desde la escuela dominica a Escoto y a Ockham, representantes de la franciscana. Influyó en el racionalismo de Leibniz y en el idealismo alemán de Kant, Schelling y Hegel a través de Nicolás de Cusa, Jacob Boëhme y Giordano Bruno. Y más tardíamente, en Heidegger.

9.3. A Juan de Jandún hay que atenderle en lo que corrige a Averroes, no lo que le sigue. A su favor tiene, es una época de neta expansión del averroísmo, el defender el intelecto agente como propio del  hombre, y a su vez, frente a la gran mayoría de los usuales comentadores, su papel cognoscitivo. 

9.4. A Juan de Buridan hay que alabarle tanto su antiaverroísmo como criticarle su nominalismo, afín al de Ockham, porque de él lo aprendió.

9.5. Al ‘representacionismo’, ‘voluntarismo’ y ‘contingentismo’ de Ockham. Son tres puntos clave de la filosofía del Venerabilis Inceptor, bien llamado así porque este pensador tardomedieval ha ejercido tanta influencia en la historia de la filosofía posterior, que se le puede considerar ‘el padre de la filosofía moderna y contemporánea’, porque acuñó una única moneda filosófica, a la sazón falsa, con dos caras opuestas: el ‘racionalismo’ (y su prolongación posterior en la Ilustración, idealismo, fenomenología, etc.), y el ‘voluntarismo’ (que atraviesa corrientes aparentemente tan heterogéneas como la doctrina luterana, el empirismo, el voluntarismo decimonónico, ciertas versiones de la hermenéutica, de la filosofía analítica y del pragmatismo. A la par, la misma moneda, tiene dos aristas teológicas: el ‘naturalismo’, que niega el acceso racional a Dios, y el ‘fideísmo’, que se lo otorga solo a la fe sobrenatural. Su moneda filosófica es espuria porque su método cognoscitivo, la teoría del conocimiento, es erróneo. En consecuencia, el tema que esa filosofía aborda tampoco es real, sino precisamente una reducción de la realidad. Las dos caras de esa moneda, de ese método, son el ‘representacionismo’ por una parte, y el ‘voluntarismo’ por otra, y ambas son solidarias. La primera da lugar al ‘nominalismo’, es decir, a la sustitución del ser de lo real por sus nombres; y la segunda al ‘intuicionismo’ y, derivado de él, al ‘contingentismo’, la sustitución de la esencia de lo real por el fenomenismo. Salgamos, pues, al paso de sus tres puntos clave.

a) Frente al representacionismo hay que sostener que la intencionalidad del objeto conocido es el puente que une el conocimiento abstractivo humano con la realidad física, puente que se rompe por primera vez con Ockham, y cuya ruptura permanece sin reparar a lo largo de la Filosofía Moderna. en cuanto a su concepción de las ideas hay que decir que tiene una confusión entre las dos líneas operativas de la inteligencia: la ‘razón’, que conoce el ‘universal real’ y la ‘generalización’, que no versa sobre la realidad física, sino sobre los propios abstractos, atribuyendo lo general a lo particular.

b) Frente al voluntarismo hay que decir que si la intuición es voluntaria y se considera como un singular, un hecho psíquico, para explicarla se abre un proceso al infinito que nada explica, pues haría falta una intuición de intuición, o sea, un hecho psíquico que hable de otro, y otro de éste último, y así indefinidamente. Pero esto es, claramente, contrario a la propia tesis central ockhamista de ‘no multiplicar los entes sin necesidad’, tesis que aplica, por ejemplo al intelecto agente y posible, pues entre ellos lo único que hay –dice– es una mera distinción de nombres. ¿Por qué ese empeño ockhamista? Porque bajo la intuición –por ser ésta voluntaria– cabe el manejo de toda la realidad física.

c) Frente al contingentismo hay que mantener que reducir a un ‘hecho’ la realidad de la criatura, y sacrificar el conocimiento humano a la voluntad arbitraria, están vinculados. De la visión ockhamista de la omnipotencia divina surge una paradoja, pues resulta que la omnipotencia creadora de Dios tiene un límite, una impotencia, a saber: la imposibilidad de un efecto que sea estrictamente real. Esto se debe a que, en rigor, más que decir que la visión ockhamista del hacer humano es semejante a la acción creadora divina, es mejor decir que su visión creadora es una extrapolación a Dios de la actividad de la libertad humana en régimen de libertinaje, o sea, desasistida de su respectiva verdad o sentido personal y al margen asimismo del amor personal humano. Ahora bien, ni la voluntad divina es arbitraria ni tampoco la humana. ¿En qué estriba su error? En que, lejos de enaltecer a la voluntad divina, la rebaja, pues le pone límites. En rigor, sostener que la omnipotencia es la nota principal que describe al ser divino es contradictorio. En efecto, supongamos que Dios no hubiera creado, puesto que la creación es libre. Ahora bien, si Dios no crea ¿respecto de qué es omnipotente? Es obvio que no puede ser respecto de sí. Ad intra dicha noción no tiene sentido. Si se dice que la omnipotencia divina se debe identificar con el ser divino, no puede resaltar respecto de las demás perfecciones, pues de lo contrario se rompe la identidad divina y Dios no es tal.

9.6. El ‘naturalismo’, ‘fideísmo’ y ‘nominalismo’ de Ockham conviene revisarlos por partes. Revisándolos así conviene decir:

a) Al naturalismo, que no es que el obrar o el trabajo humanos sean perniciosos, pues son una realidad muy noble y entrañablemente humana, pero no hay que perder de vista que el trabajo (manual, político o artístico) es medio, no fin, y que, por tanto, se debe subordinar a las instancias humanas más elevadas, pues éstas no se reducen al hacer, ya que el hombre no es lo que él hace: nadie se reduce a sus obras.

b) Al fideísmo, que la fe sobrenatural no se opone al conocer natural, sino que lo eleva. En efecto, por el conocer natural se puede demostrar la existencia de Dios y en buena medida su esencia. Además, se puede advertir que lo que lleva a cabo la fe sobrenatural es la elevación de tal conocer natural. De modo que la clave de las relaciones entre ‘fe y razón’ es la ‘y’. Esto indica que la razón no puede crecer ni culminar sin la fe y, a la par, que la fe, para que sea fundamentada y progrese, requiere de la ayuda de la razón.

c) Al nominalismo, que ha perdido la ‘intencionalidad’ de las ideas. Esa palabra significa que las ideas pensadas, los asuntos abstraídos, son puramente remitentes a la realidad física de donde se han abstraído, es decir, se agotan remitiendo a lo real; son remitencia pura. No son, pues, como nuestras palabras, que son en parte remitentes, pero en parte no remitentes. Las palabras son remitentes a las ideas por el significado sobreañadido con el que las hemos dotado, pero no son remitentes a ellas por la materialidad sonora o gráfica de las voces o signos con que formamos las palabras. Así, en la palabra ‘mesa’ lo que remite a la realidad es significado que nosotros hemos dado por convención a ese término, pero no remite la realidad de mesa las letras ‘m-e-s-a’. Rehabilitada la intencionalidad de los objetos pensados, se rectifica el nominalismo y también el idealismo. El primero, porque ya no tiene derecho a quedarse exclusivamente en la realidad material y dudar del valor de nuestras ideas conocidas. El segundo, porque dado que nuestras ideas remiten a la realidad, ya no tiene derecho a despreciar el valor de la realidad externa y quedarse exclusivamente en un sistema de ideas pensadas conectadas entre sí.