LA FILOSOFÍA EN SU HISTORIA (J.F. SELLÉS)

8. Influjo posterior

La filosofía de Tomás de Aquino suscitó muy pronto gran interés y numerosas polémicas por parte de los aristotélicos, especialmente los averroístas, y también por los agustinianos, por separarse de ellos en puntos centrales. Tras su muerte se produjeron las célebres condenas del obispo Tempier a una serie de tesis averroístas y a otras que habían sido sostenidas por Tomás de Aquino. Este hecho mermó en parte el prestigio y la difusión de la obra del Aquinate, e incluso hubo teólogos que recelaban de su ortodoxia doctrinal. Pero esta situación duró poco, porque sólo cuarenta y nueve años después de su muerte, en 1323, fue canonizado en Aviñón por el Papa Juan XXIII. A partir de entonces sus discípulos publicaron resúmenes (Abbrevia­tiones), concordancias (Concordantiae), correcciones a los que tergiver­saban sus escritos (Correcto­rium corruptorii), índices (Tabulae) como la Tabula aurea de Pedro de Bérgamo, y defensas (Deffensiones) de sus obras como la de Juan Capreolo. De este modo su obra fue admirada y difundida hasta el punto de que durante los siglos XIV y XV se le denomina con los títulos de ‘Doctor communis’, ‘Doctor Generalis’, ‘Doctor Egregius’, y ‘Doctor Angelicus’.

En 1567 Pío V le nombró ‘Doctor de la Iglesia universal’ y editó sus obras completas (edición piana). A fines del siglo XV empezó la época de los grandes comentadores tomistas entre los que destacan Cayetano y Silvestre de Ferrara. Desde mediados del siglo XVI, durante el Concilio de Trento y la Contrarreforma, destacan un nutrido grupo de tomistas que dieron lugar a la llamada Escolástica Renacentista: Francisco de Vitoria, Báñez, Medina, Melchor Cano, Bartolomé de Carranza y Soto; así como Suárez y Juan de Sto. Tomás, ya en el siglo XVII. A fines del siglo XIX nació el neotomismo, empujado por León XIII con la encíclica ‘Aeterni Patris’ y la célebre ‘edición leonina’ de las obras de Tomás de Aquino, punto de partida de los desarrollos del tomismo posterior.