LA FILOSOFÍA EN SU HISTORIA (J.F. SELLÉS)

9. Balance

Si se revisan las tesis centrales de los filósofos más relevantes resumidos este capítulo se pueden establecer las siguientes sucintas críticas:

9.1. Humanismo. Lo primero que hay que indicar de esta corriente de pensamiento es es menos humanista de lo que podría haber sido, sencillamente porque fue poco teórica, por ejercitarse más en la filosofía práctica que en la teórica; por eso hay poca fundamentación en las tesis sobre el hombre de sus representantes y seguramente por eso influyó posteriormente tan poco.

9.2. Renacimiento. Este movimiento denota poco renacer de la filosofía griega clásica, sobre todo, en la de Aristóteles. Si se revisan los tres temas clave: a) Mundo. De la visión renacentista del mundo Polo escribe que “el natura­lismo del Renacimiento es una forma de fascinación a la que conduce la confusión del universo con un laboratorio, esto es, una mezcla de vitalismo y mecanicismo primitivo. La física de Aristóteles debe distinguirse de dicho fantástico engendro”. Curso de teoría del conocimiento, IV, p. 325. b) Hombre. En cuanto al hombre, es claro que en el Renacimiento se entiende como ‘individuo’; por tanto, que ha olvidado el descubrimiento cristiano de la ‘persona’. “En el Renacimiento, el desamparo eclesiástico (o, lo que es igual, la debilitación del sentido de la Iglesia) origina la aparición del problema de la afirmación del hombre. Esta afirmación se refiere, ante todo, al individuo; reducido a sí mismo, el individuo sólo cuenta para afirmarse con sus pro­pios recursos, los cuales están en situación de enfrentamiento con los de los demás y relativizados por el juego de las fuerzas que presiden el desarrollo temporal”. Polo, L., La originalidad de la concepción cristiana de la existencia, p. 349. En cuanto al obrar humano, tan claro es que el estoicismo está presente en la ética de muchos de sus representantes como que esa no es la mejor ética de la antigüedad clásica griega ni tampoco de la medieval cristiana. De entre todos los autores, el que trató con más extensión un tema teórico elevado, el intelecto agente, fue Fortunio Liceti, pero lo llevó a cabo con poca fortuna que defendió –como Escoto– que absolutamente tomado, se identifica ‘in re’ con el posible y ‘sola ratione differunt’, a lo que añadió –de modo parejo al modelo escotista que negaba la distinción real entre las potencias del alma– que el intelecto agente se identifica ‘in re’ con la voluntad, y ‘sola ratione differunt’. c) Dios. Aunque no faltaron panteísmos y hilozoismos en el Renacimiento, seguramente la tónica de fondo de muchos autores respecto de este tema se puede condensar en una palabra: escepticismo.

En cuanto a autores particulares, a Nicolás de Cusa hay que corregirle que la visión de Dios no es creadora, pues, el crear requiere de la voluntad divina. Su pieza filosófica clave es la ‘concordancia de los opuestos’ que atribuye a Dios, la cual es una concepción rebajada de la ‘indistinción divina’ de Eckhart, según la cual Dios es la indistinción noética respecto de todo lo distinto; todo es distinto de Dios, pero Dios no se distingue de todo porque comprende todo lo distinto. con todo hay que reconocerle el valor de mantener la distinción medieval entre la ‘ratio’ y el ‘intellectos’ y su distinción temática. De Marsilio Ficino cabe señalar que es contrarictorio defender a la par la creación y la emanación. De Pico della Mirándola es erroóneo el que el ser sea un accidente sobrevenido al ente, tesis aviceniana; asismismo, su teología negativa. 

9.3. A la Reforma protestante se le pueden poner muchas objeciones teológicas, pero no es este nuestro cometido, sino solo indicar sus netas deficiencias filosóficas. Si su líder es Lutero, de su pensamiento hay que decir que es una copia desvaída del de Ockham, autor al que tomó –casi en todo– como modelo. Recientemente se ha defendido que el antiaristotelismo de Lutero era específico del agustinismo tardomedieval y, por tanto, no representativo del protestantismo, porque Melanchthon fue un gran comentador de Aristóteles. Ahora bien, a esta tesis hay que decirle que la lectura melanchthoniana de Aristóteles es netamente nominalista. Pero para advertir esto, más que en datos históricos –a los que nos acostumbran los recientes artículos–, hay que revisar los contenidos filosóficos de ambos autores. Por lo que respecta a su ética, si bien Melanchthon comentó la aristotélica, se nota en ella una cadencia estoica.

9.4. La filosofía política de los siglos XV–XVII. En los autores tenidos en cuenta en esta época se advierte que unos buscan la fundamentación de toda ley en la ley natural mientras que otros, prescindiendo de ella, tienden a al positivismo jurídico. Lamentablemente con el correr de los siglos ha sido esta segunda faceta la que se ha impuesto siendo la primera la que se ha olvidado.

9.5. La Escolástica Renacentista. Una objeción generalizada a los diversos autores de esta época es que su intento de defender posiciones de los célebres pensadores del pasado (Tomás de Aquino, Escoto, Ockham…) sin ampliar sus descubrimientos, lleva en buena medida a consagrar el saber como algo hecho sin proseguirlo, lo cual lleva a la languidez y muerte de la filosofía. Una segunda, no pequeña, que los mayores descubrimientos del los más grandes pensadores del pasado ni fueron biene entendidos ni seguidos, ni ampliador. Baste mencionar al respecto la distinción real aristotélica entre el intelecto agente y el posible, pues ninguno acertó; y asimismo la distinción real tomista entre el acto de ser y la esencia, pues en quién mejor lo entendió, Ledesma, no llevó a más ese descubrimiento, y en el segundo, Báñez, se ve cierta tendencia a la ‘cosificación’ del ser, razón por la cual seguramente no lo advirtió en el hombre, porque en éste el acto de ser no puede ser sino el espíritu.

9.6. El por qué de la separación entre filosofía medieval y moderna. De ordinario, quienes comienzan a estudiar la historia de la filosofía moderna se preguntan por qué los precedentes pensadores, y quienes les siguieron, no tuvieron relación con los filósofos modernos que aparecen en los manuales (Descartes, Malebranche, Spinoza, Leibniz, etc.), y por qué unos y otros se dedicaron a filosofías tan divergentes en el método y en los temas, por qué los anterios fueron eclesiásticos y posteriores laicos. Aunque esta tesis es matizable, porque ya hemos aludido al influjo de algunos autores como Suárez o Nicolás de Cusa en los modernos, una primera respuesta es que esa generalizada situación fue debida a la escisión de la Iglesia con la Reforma protestante primero, y con la reforma anglicana después, pues los países del norte de Europa se separaron cultural y filosóficamente de los del sur formando una especie de muro casi infranqueable. Sólo dos personalidades de estos siglos intentaron el acercamiento entre ambas posturas: Tomás de Vio, el cardenal Cayetano, en el siglo XV, y Francisco Suárez en el XVI, el primero porque intentó recuperar la unión de las iglesias centroeuropeas escindidas; el segundo, porque su libro Disputaciones Metafísicas, un manual de filosofía separado netamente de cuestiones teológicas, adquirió celebridad y fue libro de texto en muchas universidades del norte de Europa. Sin embargo, los puntos de influencia de ambas corrientes de pensamiento fueron pobres. De manera que los pensadores del norte intentaron hacer una filosofía ‘ex novo’, mientras que los del sur siguieron los planteamientos escolásticos, aunque fueron decayendo en inspiración hasta quedar en la situación de languidez intelectual que caracterizaría los siglos XVIII y XIX de esos países.