LA FILOSOFÍA EN SU HISTORIA (J.F. SELLÉS)

1. La magia

1.1. Origen. Fue la primera modalidad de saber práctico según el tiempo. El saber práctico fue anterior al teórico, porque el hombre puede sobrevivir sin teorizar, no sin saber hacer, ya que sin cultura el hombre es inviable, y ésta depende de su saber práctico.

Si la magia es un saber hacer, es comprensible en los pueblos primitivos (primero nómadas, luego pastores y más tarde agricultores), porque la subsistencia les acuciaba, y el lenguaje es el recurso más fácil a emplear para intentar dominar el entorno, aunque claramente la magia no es infalible. De modo que con su uso la supervivencia humana no estaba asegurada. Más tarde la magia se empleó no sobre cosas sino sobre los hombres: se trata de la retórica propia de la sofística, que llega hasta hoy, la cual está dirigida a dominar los sentimientos humanos. Si la primera magia era una práctica abusiva, más lo es la segunda, porque es una táctica de manipulación humana.

1.2. Descripción. La magia es un saber práctico que busca un fin útil sobre la realidad física. Consiste en el intento de dominar lo que sucede por medio de palabras y gestos para adueñarse de su fuerza. Más que comprender el mundo, lo que pretende es dominarlo. En cuanto al hombre, pretende esclavizar su libertad con sortilegios (tótem). Y respecto de la/s divinidad/es, lo que intenta es aplacar su ira y complacer sus preferencias.

Con todo, si la magia es un modo de saber, aunque es un saber reductivo, no es rotundamente falso, pues con ella algo se sabe, ¿qué? Eventualidades, no asuntos necesarios, pues sabe sobre lo fenoménico, no acerca del fundamento, primer asunto por el que se preguntó la filosofía.

1.3. Medio. Su medio es el lenguaje. Lo usa para dominar; por eso piensa que éste tiene carácter productivo, transformador.

El saber de la magia está en advertir el valor activo de la palabra. El lenguaje no tiene una implicación práctica inmediata, porque es intencional respecto de las ideas, no directamente respecto de las cosas, y no todas las ideas son prácticas. Pero como el lenguaje es lo menos material entre lo sensible, es lo más remitente, es decir, significativo. Por eso, puede regir a las demás realidades materiales y también a las acciones humanas. Usar el lenguaje sólo al servicio del poder con exclusión del saber es un uso mágico.

El conjuro es el uso de la palabra para producir efectos materiales en las realidades físicas y en los hombres. Las palabras siempre tienen una fuerza más o menos persuasiva, pero dotarles de una fuerza que produzca efectos necesarios en la realidad física o sobre los humanos es propio de la magia, porque ésta usa el lenguaje como ‘poder’.

El lenguaje es importante, no sólo porque en él nos distinguimos de los animales, sino porque puede ser sede de la verdad o falsedad, pero no es su ‘primera’ sede, sino derivada, porque la primera es el pensamiento en la medida en que éste se refiere a lo real. Por eso, el uso del lenguaje es adecuado si se supedita a la verdad, no al poder o a otros intereses.

La magia suele usar del lenguaje sin sentido ético, es decir, sin subordinarlo a la verdad  (con lo que se distingue no sólo de la moral judeo-cristiana, sino también de la ética socrática). Téngase en cuenta que a la llamada filosofía del lenguaje, tan extendida en el siglo XX y aún en el siglo XXI, le cuesta distinguir realmente entre el lenguaje y el pensamiento. Por eso no siempre subordina el primero al segundo y, en consecuencia, a la verdad, sino que no pocas veces –incluso en diversas épocas del mismo autor, (i.e. Wittgenstein)– acaba subordinando el lenguaje a su uso pragmático. Asimismo quien –como Habermas– pretenda un uso del lenguaje para establecer una supuesta ‘sociedad libre de dominio’, usando de él al margen de la verdad cuando ésta va contra los propios intereses, pretende un absurdo, porque una sociedad que no tenga como norte la verdad es imposible.

1.4. Distinciones. La magia se distingue:

  1. a) Del resto de los saberes prácticos en que ésta es ‘cultura esclavizada’, porque se tiene que ajustar a un rito. Como para ello usa del lenguaje, le dota de un sesgo exclusivamente pragmático.
  2. b) De la filosofía en su uso del lenguaje, porque con él la filosofía no manipula las cosas, sino que, al nombrarlas, busca dotarlas de sentido.
  3. c) De las religiones primitivas, porque éstas consideraban que Dios es una realidad trascendente que no se puede nombrar; por tanto, no se puede tener poder sobre él. Cuando la magia ha pretendido tener poder sobre la divinidad ha decaído en la magia negra, que conforma lo que se llama brujería, en la que el conjuro se convierte en hechizo, y los brujos en chamanes. Esta actitud sustituye el saber por la superstición, la cual está vigente en la política moderna y actual. En su vertiente degenerada, sus prácticas son aberrantes (ej. aquelarres).
  4. d) De la religión revelada en que ésta manifiesta que el más alto valor de la palabra corresponde a la ‘Palabra de Dios’, que en el pueblo judío y en la Iglesia cristiana se guarda en la Sagradas Escrituras y se celebra en la Liturgia. “Para sentar la diferencia entre la magia y la revelación cristiana bastan dos observaciones: la primera, que ‘no sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que proviene de la boca de Dios’ (Mt. IV, 4); la segunda, que el cristianismo conoce una comida, la Eucaristía, que no tiene nada que ver con el alimento que trata de conseguir la magia”. Polo, L., Epistemología, creación y divinidad, p. 40.