LA FILOSOFÍA EN SU HISTORIA (J.F. SELLÉS)

2. Cicerón (106 a. C. – 43 a. C.)

Como es sabido, Cicerón destacó como orador en el foro romano (para él la buena oratoria no se puede separar de la buena filosofía). Pero también se dedicó a la filosofía al final de su vida conformando un gran proyecto truncado por la muerte violenta que le tocó sufrir. En ese breve periodo de tres años trabajó en unos 12 libros, sobre todo de filosofía práctica. En ética compuso el De amicitia, y en política el De legibus. Retomando claves del pensamiento griego y haciéndolo valer en el occidente latino. Conoció el pensamiento de Platón (deus ille noster) y de Aristóteles (princeps philosophorum), pero le influyó más el primero, incluso en sus aspectos formales, pues escribió sus obras a modo de diálogos. Rechazó el epicureísmo materialista y discutió con el estoicismo, las dos escuelas filosóficas más relevantes del momento. Su pensamiento se puede resumir así:

a) Mundo. Prestó poca atención al estudio de la física clásica. Habla de las estrellas, del mundo, de los animales, de las plantas, de muchas maravillas de la naturaleza, pero lo lleva a cabo para hacer ver que todo es ordenado y administrado por la mente de la divinidad en favor de los hombres: “Así se concluye por doquier, mediante todo tipo de razonamiento, que todo en este mundo se administra admirablemente, mediante la mente y el consejo de la divinidad, al objeto de que todo se salve y perviva… El mundo fue inventado y dispuesto en provecho de los hombres”. Sobre la naturaleza de los dioses, II.

b) Hombre. Cicerón considera que el hombre está formado de espíritu y de cuerpo. Admite la inmortalidad del alma y encomia el carácter superior y distintivo del cuerpo humano respecto del resto de los animales. No ofrece pruebas clásicas de la inmortalidad, sino que expone su propia convicción con diversos argumentos: “No estoy de acuerdo con aquellos quienes recientemente han comenzado a debatir que el espíritu muere con el cuerpo al mismo tiempo y que todo termina con la muerte. Para mí tiene más valor la autoridad de los antiguos y la de nuestros mayores, quienes tributaron a sus muertos derechos tan piadosos, que sin duda no lo hubieran hecho si hubieran pensado que de nada les serviría”. Sobre la amistad, cap. IV; “No creo que la muerte deba ser luctuosa cuando a continuación se espera la inmortalidad… Estoy convencido y así pienso: puesto que es tanta la rapidez de pensamiento de las almas, tantos los recuerdos de las cosas pasadas y tanta la prudencia acerca de las cosas venideras, tantas las artes, tanta la profundidad de los conocimientos, tantos los inventos que la naturaleza abarca, que ésta no puede ser mortal”. Sobre la vejez, cap. IV.

En ética defendió que el fin de la vida humana es la felicidad, que consiste en la adhesión al bien último (influjo de Platón) sin prescindir de los bienes sensibles (influjo de Aristóteles), la cual se consigue en esta vida mediante la adquisición de la virtud, que es la que refrena las pasiones sensibles. En política sostuvo que hay dos tipos de ley: la natural, impuesta por decreto divino en la naturaleza humana, y la civil, conformada por los hombres, el derecho positivo. La primera es previa y superior a la segunda, y ésta se debe conformar a aquélla. Entre ambas media la ‘ley de las gentes’, normas generales admitidas por todos los hombres. La razón humana es un don de Dios a los hombres.

c) Dios. Escribió una obra titulada Sobre la naturaleza de los dioses. En este tema Cicerón menciona la opinión de la mayor parte de los pensadores precedentes, critica en especial la de los epicúreos y atomistas que niegan su existencia y rectifica la opinión de los estoicos sobre la naturaleza de los dioses. La primera cuestión es si para Cicerón hay pluralidad de dioses, de acuerdo con la tradición romana, o si existe un único Dios. En respuesta cabe decir que la mayor parte de las veces habla en plural. La segunda, acerca de cómo concibe la vida divina, cabe decir que opina que es espiritual y en modo alguno corporal. La tercera y última, sobre la providencia, estima que los dioses son providentes respecto de los hombres: “Los dioses, en virtud de su capacidad para prever, deliberan acerca de los asuntos humanos”. Sobre la naturaleza de los dioses, l. II. “Me parece que quien no se percata de que el propio espíritu y la mente del hombre, su razón, su capacidad para deliberar y su sabiduría se han llevado hasta la perfección gracias a un divino cuidado, carece precisamente de tales cosas”. Ibid.

Ofrece una prueba de la existencia de Dios tomada del orden del cosmos, negando así que éste sea debido al azar. Ofrece otra prueba de su existencia a través del consentimiento universal de todos los hombres, pero esta, a distinción de la primera, no es concluyente, porque siempre hay alguien que no admite al ser divino. Consideró que el ser religioso está fundado en la naturaleza del hombre, y que la consecuente manifestativa piedad es un bien social.