LA FILOSOFÍA EN SU HISTORIA (J.F. SELLÉS)

3. Psicología

Aristóteles divide los seres del mundo físico terrestre en dos grandes grupos animados e inanimados. Los primeros son aquellos que están dotados de un movimiento propio inma­nente. El ser vivo, se mueve a sí mismo, desde dentro; los segundos también pueden tener movimiento, pero su princi­pio motor les viene de fuera, no se dan el movimiento a sí mismos.

3.1. Los seres vivos y el alma. Aristóteles se dedicó mucho a la observación y estu­dio de los seres vivos. Se ha llegado a decir que es el primer ‘biólogo’. En su De Anima afirma que la vida consiste en el ‘automovimiento’ que poseen algunos seres del mundo físico terrestre, y la causa de éste la encontramos en el alma. El alma es ‘el primer principio de la vida’, ‘el acto primero de un cuerpo orgánico’. Hay otros principios vitales, como los órganos físicos y las facultades cognoscitivas, pero todos ellos deben su movimiento al alma. El alma es lo que hace a un ente ser vivo y vivir de una determinada manera; por ello, el alma es la ‘forma sustancial’ de un cuerpo organi­zado, mientras que el cuerpo es considerado como la materia y las partes de ese ser vivo.

3.2.  La unidad sustancial del ser vivo. Los seres vivos poseen una estructura hilemórfica, y están compuestos de alma y cuerpo. Por ello poseen una unidad sustancial; es decir, cuerpo y alma no son dos sustancias, sino dos causas o coprincipios que componen la sustan­cia viva. Este plantea­miento supone una superación del dualismo platónico que consideraba que cuerpo y alma eran sustancias completas y, por tanto, sólo cabía una unidad accidental entre ambos; así, el hombre era principalmente su alma. Por el contrario según Aristóteles el ser vivo sólo es tal mientras estén uni­dos los dos elementos de la sustancia, cuerpo y alma, pues cuando se separan, se produce la corrupción, es decir, un cambio sustancial  en el ser vivo, que pasa a ser otra cosa distinta de lo que era.

3.3. Tipos de vida y de alma. Según las distintas funciones que son capaces de realizar los seres vivos, se pueden distinguir tres tipos de alma y de vida: a) Vida vegetativa: la que tiene las funciones más elementales: nutrición, crecimiento y generación. b) Vida sensitiva: que posee, además, las del conocimiento y el apetito sensibles. c) Vida intelectiva: que añade a las anteriores el conocimiento y el apetito intelectual o racional. Esta vida corresponde exclusivamente al hombre, que (frente a la teoría de Platón) cuenta con una única alma, que realiza todas las funciones vitales.

3.4. La experiencia sensible como actividad animal. El animal se distingue de las plantas, porque ‘siente’ y se mueve de lugar por propia iniciativa. De ahí que se diga que tiene alma sensitiva. Todos los animales tienen sentidos, pero no todos los animales tienen todos los sentidos. Todos tienen el sentido del tacto. Esto nos permite inducir que es el sentido básico, el más necesario y también el menos cognos­citivo. Los animales pueden tener tres niveles o for­mas de conocimiento: a) Los que tienen sentidos sin imaginación ni memoria, porque la memoria sigue a la imaginación. Son los menos perfectos de entre los animales, porque la imaginación posi­bilita el conocimiento de la cosa no presente y sin ella no hay movimiento hacia la cosa ausente. b) Los que, además, tienen memoria e imaginación. Por eso son ‘prudentes’ porque la memoria provee acerca de las co­sas futuras. No es la prudencia racional, sino un sentido interno por el que se estima lo que es con­veniente a seguir y lo malo a rehuir, ya tengan oído o no. Los que no tienen oído no pueden aprender, porque el oído es el sentido de la sucesión, y conocer una sucesión requiere tener un conocimiento del pasado mediante la memoria. c) Los que tienen imaginación además de sensación. Son un grupo intermedio entre los dos anteriores, pues tienen sen­sación, pero la memoria y la imaginación en ellos es confusa. Por tanto tienen poco movimiento, y por eso se dice que ‘participan poco de la experiencia’.

3.5. El origen y la inmortalidad del alma humana. El alma humana tiene una entidad superior a otras clases de alma, pues posee el conocimiento intelectual. En un pasaje dice que lo más radical y activo del alma, el intelecto agente humano ‘viene de fuera’. Y como sabe que éste es inmaterial y lo más activo en nosotros, sólo puede proceder de una realidad inmaterial y más activa que él. En otro, aún más magistral, dice que el intelecto agente “es separable, sin mezcla e impasible, siendo como es acto por su propia entidad… Una vez separado es sólo aquello que en realidad es y únicamente esto es inmortal y eterno”, lo cual es una afirmación explícita de la inmortalidad humana. El problema que tiene Aristóteles es saber en qué consista la vida ‘post mortem’. Por eso en la Ética a Nicómaco dice que respecto de eso tiende a pensar como los mitos, a saber, que el Hades es ‘la región de las sombras’, donde los que viven tienen una ‘vida imprecisa’, es decir, menos activa que la presente.