LA FILOSOFÍA EN SU HISTORIA (J.F. SELLÉS)

8. Teología

Aristóteles accede a Dios desde dos vías distintas: la física y la metafísica. En la primera lo alcanza como ‘Primer Motor’; en la segunda, como ‘Acto Puro’.

8.1. Primer Motor. Aristóteles observa que en la realidad física hay seres en reposo y otros en movimiento. Advierte que todo lo que se mueve es movido por otro. Aplica del principio de causalidad a las realidades físicas, el cual conduce a advertir que es imposible una serie ilimitada de causas, pues no todo ser tiene que ser a su vez movido por otro. Si todas las substan­cias pertenecientes al mundo físico están esencialmente su­bordinadas entre sí, la serie de causas no puede ser infinita, pues de no haber una primera causa del movimiento tampoco existiría ninguna de las causas intermedias. Así se demuestra la existencia de un Primer Motor, primera causa, que es inmóvil, incausado, perfecto y necesario. “En el universo hay un movimiento continuo; ese movimiento es uno y simple; ese movimiento tiene que ser el de una magnitud; esa magnitud ha de ser simple y movida por un motor que sea uno; ese motor simple está en movimiento o es inmóvil; si está en movimiento entonces ha sido movido por algo, como todo lo que se mueve, y retrocediendo en la serie de movimientos se llega al movimiento que ha sido producido por algo inmóvil”. Física, l. VIII.

En la realidad humana acaece algo semejante a la realidad física, a saber, que unas dimensiones nuestras son movidas por otras. Sobre todas ellas existe una, la misma alma, que es la fuente del movimiento de las demás. Pero es obvio que el alma humana no se ha originado a sí misma y no siempre ha existido. Por tanto, su movimiento es derivado de otra realidad superior a ella, el ser divino. “Esto es precisamente lo que estamos investigando: cuál es el punto de origen de las mociones del alma. La respuesta es, pues, evidente: igual que en el universo, también aquí todo es movido por Dios, ya que, de alguna manera lo divino en nosotros es la causa de nuestras mociones”. Ética a Eudemo, 1248 a 25.

8.2. Acto Puro. Las sustancias de la realidad física tienen un componente activo, la forma, debido a la cual son en cierto modo acto, pero no son acto sin mezcla de potencia, precisamente porque tal forma se compone con la materia. Por eso Aristóteles no las llama nunca enérgeia sino entelécheia. Guarda el primer término para referirse con él a los actos sin potencia, como son los actos de conocer humano. Pero tales actos, aunque surgen en una potencia, la inteligencia (entendimiento posible), requieren de un acto previo y superior a esa potencia que la active (entendimiento agente). Éste es lo más parecido en nosotros al ser divino, porque es siempre en acto y carece de potencia. Sin embargo, el nuestro es limitado, y no siempre ha existido, pues ‘procede de fuera’. Por tanto, tiene que depender de otro perfecto y eterno. Además, nosotros conocemos ‘a parte post’ nuestro intelecto agente y no lo conocemos completamente; por eso no podemos dar cuenta completa de nosotros mismos. Por tanto, debe haber un primer conocer que se conozca enteramente a sí mismo (gnoesis noeseos gnoesis), y ese es el divino. “Y él es también vida, porque la actividad de la inteligencia es vida, y él es aquella actividad. Y su actividad, que subsiste de por sí, es vida óptima y eterna. Decimos, en efecto, que Dios es viviente, eterno y óptimo; así que a Dios  pertenece una vida permanentemente continua y eterna; esto es, pues, Dios”. Metafísica, 1072, b 13.