LA FILOSOFÍA EN SU HISTORIA (J.F. SELLÉS)

2. SAN BUENAVENTURA (1221-1274)

  1. Semblanza y obra

Juan Fidenza, el Doctor Seraphicus, nació cerca de Viterbo (Italia). Fue franciscano. Estudió en París bajo la dirección de Odón Rigaud y Juan de Parma, donde llegaría a ser maestro –para él el estudio era una prolongación de la plegaria–. También fue discípulo de Alejandro de Hales. Pero a sus 36 años, al ser elegido Superior de la Orden dejó la academia y la investigación filosófico-teológica para dedicarse a tareas pastorales –de acuerdo con el lema de su orden: ‘los superiores son, en verdad, los siervos de todos sus hermanos’–. Más tarde fue nombrado cardenal. Esa es la razón por la que contamos de él con muchas menos publicaciones de estilo universitario que de otros grandes maestros medievales como San Alberto Magno, Tomás de Aquino o Escoto. En cambio, contamos de ese periodo con obras de corte ascético y místico. El Papa Inocencio V dijo de él: “cuantos conocieron a Buenaventura le respetaron y le amaron. Bastaba simplemente con oírle predicar para sentirse movido y tomarle por consejero, porque era un hombre afable, cortés, humilde, cariñoso, compasivo, prudente, casto y adornado de todas las virtudes”.

Combatió el aristotelismo averroísta y heterodoxo; defendió la legitimidad de la enseñanza universitaria concedida a las órdenes mendicantes. Fue nombrado Doctor en 1257, el mismo año que Tomás de Aquino. Fue legado del Papa Gregorio X en el Concilio de Lyon, durante el cual murió y fue sepultado en la iglesia de los franciscanos de esa ciudad. Fue canonizado en 1482 por Sixto IV y declarado Doctor de la Iglesia en 1587. De modo que es el 6º filósofo en el tiempo con este gran título. Entre sus múltiples obras cabe mencionar sus Comentarios a los cuatro libros de las Sentencias de Pedro Lombardo, el Itinerarium mentis in Deum, en el que se describe el modo ascético de acceder a Dios, y el Breviloquium, un compendio de teología. Su espiritualidad se puede resumir con estas palabras suyas: “La perfección del cristiano consiste en hacer perfectamente las cosas ordinarias. La fidelidad en las cosas pequeñas es una virtud heroica”.

Para él la filosofía es buena porque responde a la iluminación divina de la razón natural humana; por tanto, es una gran ayuda para la teología y debe estar subordinada a ella, como se expone en el título de su obra De reductione artium ad Theologiam. Conoció la filosofía de Aristóteles, pero la subordinó a la de San Agustín, y sobre todo, a la Sagrada Escritura. Distinguió entre razón y fe, entre filosofía y teología. Lo que añade la teología sobre la filosofía es lo que añade la luz de la fe sobre la luz natural de la razón; y lo que añade a la fe del simple creyente es el orden racional en la exposición de los temas. De entre los temas filosóficos, los que más le interesaron son Dios y el alma humana. Distinguió tres partes de en la filosofía: 1ª) Natural, que divide, a su vez, en Física, Matemática y Metafísica. 2ª) Racional o lógica, que divide en: Gramática, Lógica y Retórica. 3ª) Moral o ética, que divide en: Monástica, Económica y Política.

  1. Mundo

San Buenaventura defendió que el mundo fue creado exclusivamente por Dios, sin intermediarios, porque él es la bondad, y el bien es de por sí difusivo. Todo lo creado responde a las ideas ejemplares existentes en la mente divina. Por eso lo creado revela al creador. Negó la eternidad del mundo frente a la tesis de Aristóteles. Defendió las propiedades trascendentales del ser, los ‘trascendentales metafísicos’: uno, verdad, bien y belleza. Aceptó el ‘hilemorfismo universal’ para resaltar la simplicidad divina: todo lo creado está compuesto de forma y materia.

2.1. La forma. Es acto y puede ser de dos tipos: a) Las formas espirituales, que son simples, sin extensión, sin división, sin lugar, pero mudables. b) Las formas corpóreas, que son formas sustanciales y pueden ser de varios tipos: elementales, vegetativas, sensitivas e intelectivas.

2.2. La materia. Es potencia y principio de limitación. Puede ser de dos tipos: a) La materia prima, que es lo que primero creó Dios. Es la materia universal y potencial en la que Dios puso en germen en todas las formas (razones seminales) que ulteriormente puede tomar esa materia. b) La materia concretada. Es el principio de individuación de los seres creados: es el ‘hoc-aliquid’. El individuo resulta de la unión actual de materia y forma.

  1. Hombre

Compuesto de alma y cuerpo, que son dos sustancias completas, pues tanto una como otro están compuestos de forma y materia.

3.1. Alma. Compuesta de forma y materia. Negó la preexistencia y el traducianismo, pues afirmó que es creada por Dios ‘ex nihilo’ y se infunde al embrión inmediatamente. Distinguió el alma de sus potencias, que son tres: memoria, entendimiento y voluntad (influjo de San Agustín). En el entendimiento distinguió entre el intelecto agente y el posible como entre un hábito y una potencia. La opinión bonaventuriana de que el agente y el posible concurren inseparablemente fue compartida por Tomás de Aquino. Negó la abstracción y secundó la teoría de la iluminación de San Agustín, distinguiendo en ella cinco grados: 1º) Exterior: luz de las artes manuales. 2º) Inferior: luz del conocimiento sensible. 3º) Interior: luz de la filosofía. 4º) Superior: luz de la Sagrada Escritura. 5º) La luz de la gloria: la luz del cielo.

3.2. Cuerpo. Compuesto de formas y materia. Las primeras, que son acto, son de varios tipos: la primera es luz; las segundas son las formas de los elementos y los mixtos.

  1. Dios

4.1. Existencia. Es el ser que primero conocemos, pues su noción está inserta en el alma humana. Por tanto, la existencia de Dios, o es evidente para un alma no manchada por el pecado, o es muy fácil llegar a saber de ella. Con todo, ese primer conocimiento nuestro de la existencia divina no es del todo claro, por lo que hace falta al alma recorrer un camino (itinerarium mentis in Deum) hasta llegar claramente a él. Propuso tres caminos de acceso:

4.1.1) Psicológico: como el hombre es imagen de Dios, al conocerse interiormente, conoce al ser divino. En todo hombre hay un deseo innato de sabiduría, felicidad, eternidad, inmutabilidad, las cuales son notas de Dios, y como la naturaleza no hace nada en vano, ese deseo implica que conocemos de alguna manera la realidad que anhelamos. Por tanto, anhelamos a Dios porque en cierto modo lo conocemos.

4.1.2) Físico: las realidades corporales son ‘vestigios’ de Dios. Contemplando a las criaturas contemplamos la huella que Dios ha dejado en ellas, y así desde la obra ascendemos hasta el artífice: “1º) Si existe el ente posterior, existe el ente anterior. 2º) Si existe el ente por otro, existe el ente que no es por otro. 3º) Si existe el ente posible, existe el ente necesario. 4º) Si existe el ente respectivo, existe el ente absoluto. 5º) Si existe el ente diminuto o ‘secundum quid’, existe el ente ‘simpliciter’. 6º) Si existe el ente para otro, existe el ente para sí mismo. 7º) Si existe el ente por participación, existe el ente por esencia. 8º) Si existe el ente en potencia, existe el ente en acto. 9º) Si existe el ente compuesto, existe el ente simple. 10º) Si existe el ente mudable, existe el ente inmutable. Por tanto, de estos diez supuestos necesarios se infiere que todas las diferencias o partes del ente requieren y claman que exista Dios”.

4.1.3) ‘Ontológico’: San Buenaventura aceptó el argumento de San Anselmo, aunque un tanto reformulado: si tenemos el concepto de Dios como sumo ser, suma bondad, verdad, perfección, no podemos sino atribuirle la existencia. “Si Dios es Dios, Dios existe; pero el antecedente es verdad de tal manera que no se puede pensar que no exista; por tanto, que Dios exista es verdad indubitable”.

4.2. Esencia. Dios es principio primero y supremo; es el primer ser. Sólo él es inmaterial y simple: en él se identifican el ‘quod est’ y el ‘quo est’, el ‘ens’ y el ‘esse’, el ‘esse’ y el ‘operari’. Pero la esencia divina es difícilmente cognoscible por nosotros. Criticó a Aristóteles el que no sostuviese que Dios es providente. En la mente divina están las ideas eternas en número infinito, que no se distinguen ni entre sí ni de la mente divina, y que son ejemplares o arquetipos de todas las realidades creadas (ejemplarismo de San Agustín). Éstas pueden tomarse en sentido activo o pasivo. Según el primero, son ejemplares de las cosas; según el segundo, las cosas creadas son semejanzas o participaciones de ellas. Los grados de esa partición son cuatro: 1º) Sombras: representaciones lejanas y confusas. 2º) Vestigios: representaciones lejanas y más claras. 3º) Imágenes: representaciones próximas y claras. 4º) Semejanzas: gracia divina ínsita en la criatura.