LA FILOSOFÍA EN SU HISTORIA (J.F. SELLÉS)

2. El mundo como representación y voluntad

2.1. El mundo como representación. El mundo es representación para el hombre, lo cual quiere decir que todo lo del universo es objeto (conocido) para el sujeto. Siguiendo a Kant, dice que hay tres funciones de conocimiento: la sensibilidad, el entendimiento y la razón, y dos tipos de representaciones: las intuitivas, propias de los sentidos, que están subsumidas bajo el entendimiento, y las abstractas o conceptos, que son propias de la razón, las cuales son representaciones de representaciones, pues dan forma a las primeras. Más allá de toda representación el mundo es voluntad. Repárese en que Schopenhauer simplemente ha cambiado de lugar la voluntad de Kant, pues si para éste la voluntad está más acá de la representación (por encima de la razón, pues el sujeto es voluntad), para Schopenhauer está más allá de ella, en el universo. Y así como para Kant el sujeto es una incógnita, para Schopenhauer el sujeto es el que conoce y no es conocido. El sujeto es voluntad y se manifiesta mediante el cuerpo, que es ‘voluntad objetivada’, pues constituye –mediante la concreción del espacio y del tiempo– el ‘principio de individuación’ de la voluntad, la cual es una y universal, es decir, la única realidad existente.

2.2. El mundo y el sujeto como voluntad. Si lo que no es objeto es sujeto, Schopenhauer añade que, hasta él, ha habido dos tipos de filosofías: las que parten del objeto (realismos) y las que parte del sujeto (idealismos). Pero como no hay objeto sin sujeto, ninguna de esas filosofías es correcta; y como la índole del mundo y del sujeto no es el conocer sino la voluntad, sólo su filosofía lo es. Ahora bien, si el mundo y el sujeto son voluntad al margen de la razón, son incomprensibles. Y si son tan inexplicables como activos, porque Schopenhauer entiende la voluntad como ‘vida’ o ‘voluntad de vivir’, el dolor y el sufrimiento están asegurados, no sólo para la vida humana, sino para la cósmica, pues es manifiesto que unas manifestaciones vitales combaten y aniquilan a otras (cita a Hobbes), porque para él la clave de la vida es el ‘egoísmo’. En efecto, si para Schopenhauer la voluntad es anhelo incolmable, y éste denota carencia, el pesimismo está pactado. Entonces, ¿cuál es la solución? Negar la voluntad de vivir. Pero esto no consiste en el suicidio, porque éste solo mata al individuo, una manifestación de la voluntad cósmica, pero no a ésta; tampoco en la religión, que –según él– es un escapismo al problema; sino en la resistencia estoica ante la muerte, pues ésta equivale a la fusión del yo en la voluntad cósmica. Algo parecido a esto lo postuló Maimónides respecto de la relación del hombre con el Intelecto Agente.

2.3. El problema de Dios. Si el mundo y el hombre son, para Schopenhauer, voluntad, ¿qué es, para él, Dios? ‘Una fábula judía’ traspasada al cristianismo; una ‘idolatría conceptual’ contraria a la filosofía. Cabe decir que su filosofía no fue ‘teísta’, como la de la mayor parte de los prehegelianos, ni tampoco ‘panteista’, como la de Hegel, sino ‘naturalista’ como la de la mayor parte de los posthegelianos (Comte, Marx, Nietzsche…). Pero, en rigor, su filosofía fue –como la de Kant– inmanentista, solo que éste puso límites a la razón para dar paso a la fe (fideísmo), mientras que Schopenhauer puso límites a la razón para dar paso a la voluntad universal (voluntarismo cósmico), no a fe alguna.