LA FILOSOFÍA EN SU HISTORIA (J.F. SELLÉS)

5. El existencialismo de la náusea: J. P. Sartre

Este pensador francés, netamente antihegeliano, interpreta la dialéctica hegeliana en clave de problemática existencial, para criticar con ello el 3er momento o la síntesis hegeliana. En su obra El ser y la nada critica a Hegel, pues éste sostiene que Dios es absoluto ‘en-sí’ y ‘para-sí’, mientras que Sartre afirma que el absoluto ‘en-sí’ no puede ser absoluto ‘para-sí’. Veámoslo resumidamente en tres pasos: 1º) Tesis: es ‘el ser en sí’, es decir, los entes que son como un bloque de mármol sin conciencia. 2º) Antítesis: la conforma ‘el ser para sí’, o la conciencia humana que se busca a sí misma, la cual aparece espontáneamente con el correr del tiempo al provocarse una fisura en el bloque pétreo. 3º) Síntesis: es imposible, porque no hay unión posible entre ‘el ser en sí’ y ‘el ser para sí’. Por eso, cuando el hombre muere vuelve a ser ceniza, un ‘ser en sí’ sin conciencia alguna o ‘ser para sí’. 

5.1. Vida y obra. Nació en París en 1905. Su padre murió cuando él tenía 15 meses. Se trasladó a La Rochela a los 12 años. A los 19 años ingresó en la Facultad de filosofía de L´École Normal Supérieure de París. A los 24 se unió con Simone de Beauvoir. Fue profesor de liceo en El Havre y en Tours. A los 28 marchó a Berlín donde tomó contacto con la fenomenología de Husserl y el existencialismo de Jaspers y Heidegger. A los 30 años volvió a Francia y se dedicó a escribir su pensamiento tanto a modo de ensayos como de literatura. Durante la IIª Guerra Mundial fue hecho prisionero y recluido 9 meses en un campo de concentración nazi. Tras su liberación fue profesor de un Liceo de París y siguió escribiendo su pensamiento encarnado en personajes tipo de deshechos humanos. A los 40 años dejó la enseñanza y se dedicó a la literatura. Fundó una revista. Un año después comenzó sus viajes al extranjero (USA, África, Escandinavia, Rusia, Cuba). Si hasta ese tiempo Sartre combatía toda ética y religión, a partir de los 44 años comenzó su fase marxista comunista, que seguiría hasta el fin de sus días, postura por la que rompió con sus amigos Merleau-Ponty y Camus. Murió en 1980 a sus 75 años. Leyó a Descartes, Kant, Hegel, Kierkegaard, Saint-Simon, Proudhom, Marx, Freud, Husserl, Jaspers y Heidegger. Desconoció la filosofía clásica griega y la medieval. Sus obras filosóficas más relevantes son: La náusea, El ser y la nada, El muro, Los caminos de la libertad, La imaginación, La trascendencia del ego, Bosquejo de una teoría de las emociones, Lo imaginario, El existencialismo es un humanismo y Crítica de la razón dialéctica. Pese a la religiosidad de su familia, Sartre paso del inicial agnosticismo a un declarado ateísmo, con el que sintonizó con el psicoanálisis y el marxismo.

5.2. Existencia sin esencia. El sum cartesiano, que es el ego de la fenomenología, no está para Sartre más acá del cogito, de la ‘conciencia’, sino que es simplemente la reflexión de la conciencia sobre sí misma. Por tanto, no es ningún sujeto. Por su parte, como la conciencia es nada de objeto conocido, esto indica que la raíz de lo humano, su existencia, es nada, es decir, pura menesterosidad, la cual intenta paliar progresivamente dotándola de determinaciones esenciales. Pero como éstas se dan progresivamente en el tiempo y en modo alguno llenan el deseo inicial y lo único que hacen es ‘empastar’ la libertad, carecen tanto de sentido como el mismo deseo humano incolmable. Notar que el hombre es inicialmente nada y que a ella va a parar con la muerte es notar el absurdo de la existencia humana, su falta de sentido, de lo cual surge, más que aburrimiento, náusea. Lo primero recuerda el carácter miserable y necesitante que Marx atribuía al hombre. Lo segundo recuerda dos cosas, ambas de Heidegger: una, la reducción del hombre a tiempo y su consiguiente terminación con la muerte (nihilismo); otra, su consecuente angustia vital durante la existencia.

La conciencia es falta de contenido, de ser, carencia, y por lo mismo, no es ser, sino nada, y precisamente por eso, es deseo; por eso se busca a sí misma y se describe como ‘ser-para-sí’ (Sartre confunde el para-sí de Hegel con el abismo de Heidegger). A distinción de la conciencia humana, las cosas son el ‘ser-en-sí’, ser que es opaco, macizo, increado, no vacío como la conciencia. Sartre está en sintonía con la filosofía moderna al afirmar –en clave antropológica– que lo primero es la potencia al acto, la indeterminación a la determinación, la cual se irá llenando progresivamente hasta lograr un resultado. Recuérdese que el planteamiento filosófico clásico ­–el aristotélico– era justo el inverso: lo primero es el acto, que activará progresivamente lo potencial, o aplicado al hombre: lo nativo y constitutivo del hombre es lo activo, lo cual irá manifestándose progresivamente al activar perfectivamente las potencias. 

5.3. Libertad como nada. Lo que engendra la nada en el hombre es la libertad, que es hueca, vacía, pura indeterminación. Como la libertad no es una realidad, no le queda más remedio que hacerse (es la recuperación del Espíritu absoluto hegeliano tras la alienación). Nativamente somos libertad (‘estamos condenados a ser libres’), es decir, la existencia humana es libertad espontánea, la cual es carente de esencia. Después, determinamos, esencializamos, esa libertad con las sucesivas elecciones, proceso que termina con la muerte, porque ésta es el límite de nuestra libertad; tras ella: nada; con ella se terminan todas las posibilidades. En la progresiva esencialización de la existencia el hombre, ‘ser-para-sí’, pretende llegar a ser un ‘ser-en-sí-para-sí’, pretensión que equivale a ser Dios, pero tal pretensión es imposible, porque ambas dimensiones –‘ser-en-sí’ y ‘ser-para-sí’– son incompatibles. En consecuencia, el hombre es una ‘pasión inútil’.

Esta tesis recuerda a la de Freud según la cual el ello (inconsciente) y el yo (la conciencia propia, más el super-yo, la conciencia social) son antitéticos y no pueden dar lugar a una síntesis. Lo que añade Sartre a esa tesis del fundador del psicoanálisis es que tal síntesis es la pretensión humana de ser Dios, pero como la síntesis es imposible, también lo es la idea de Dios. Si el hombre termina con la muerte, la actitud ética defendida por Heidegger de ser responsable ante ella, es criticada por Sartre como simple ‘moralismo’. Para Sartre no cabe afrontar la muerte porque no somos libres respecto de ella, y ésta es tan absurda como la vida. En consecuencia, la ética sartriana no es más que un atenderse a las circunstancias absurdas de la vida. Y como en ellas aparecen las molestias ajenas, ‘el infierno son los otros’.