LA FILOSOFÍA EN SU HISTORIA (J.F. SELLÉS)

8. Teología o La religión dentro de los límites de la razón y Sobre el fracaso de todos los ensayos en teodicea

Kant recibió desde niño una educación pietista (el pietismo era una secta protestante que predicaba la regeneración interior por la meditación personal de la Escritura). El impacto del pietismo en él se patentizará en su talante moral, que es un modelo de rigor, escrupulosidad, trabajo, seriedad, respeto hacia los valores cristianos asumidos conscientemente y con tolerancia. Pero más allá de la dimensión personal y biográfica, el pietismo se proyecta sobre su pensamiento moral y religioso. Así, Kant propugnará un giro hacia una moral y religiosidad por completo racionalista. Su propuesta será la superación de la rivalidad de las múltiples Iglesias de su siglo y la constitución de una sola Iglesia. Este proyecto coincide con la ‘humanidad entera’, en tanto que regenerada, bajo el único gobierno de la razón y con un único culto: ‘el cumplimiento del deber’. De ese modo la religión y la moral serán una misma realidad, una vez que ambas se hayan racionalizado completamente.

En su obra La religión dentro de los límites de la mera razón (tal formulación ya se encontraba en Locke) Kant expone que el hombre se encuentra arrastrado por dos principios antagónicos: el principio bueno, basado en la ley moral interna, y el principio malo que mueve al hombre a actuar por amor propio. Kant, como Rousseau, piensa que el hombre aislado es ‘naturalmente bueno’, pero re­clama también una comunidad solidaria, ‘comunidad ética’ o ‘pueblo de Dios’, es decir, la nueva Iglesia de una futura religión natural de ámbito universal que contrarreste la tendencia al egoísmo.

La filoso­fía de la religión kantiana surge como un corona­miento de la racionalidad práctica humana; solo así la humanidad y cada ser en particular se hará digno de una felicidad plenamente racional, que requiere una religión meramente natural, entendida como anhelo y búsqueda del supremo bien: Dios. Esta conducirá a una progresiva secularización de la religión, sin dar cabida a aquellos contenidos sobrenaturales o prác­ticas externas que excedan nuestras capacidades racionales. Sólo importa nuestro actuar racional interior. De este modo la piedad se reduce a un sentimiento natural, aunque sea el más elevado, y la religión se seculariza como si fuera un problema accesible a la filosofía desde planteamientos exclusivamente racionalistas.