LA FILOSOFÍA EN SU HISTORIA (J.F. SELLÉS)

7. E. B. de Condillac (1715-1780)

7.1. Vida y obra. Nació en 1715 en Grenoble (Francia). Hizo la carrera eclesiástica en San Sulpicio y se ordenó sacerdote. Fue abad de Mureaux y de Flux. Pero a sus 25 años abandonó el seminario y se dedicó a la filosofía entre sus 25 y 43 años. Desde esta edad hasta los 52 fue preceptor de D. Fernando, nieto de Luis XV. Los últimos años los vivió en Flux, donde murió a la edad de 65 años en 1780. Su primera obra, publicada a sus 31 años, es el Ensayo sobre el origen de los conocimientos humanos, que recuerda la de Locke. A esa siguieron, 3 años después, el Tratado sobre los sistemas y la Investigación sobre el origen de las ideas que tenemos sobre la belleza. El Tratado sobre las sensaciones vio la luz 5 años después de éstas, y 1 año más tarde el Tratado de los animales. Alrededor de sus 65 publicó, entre otros escritos, su tratado de Lógica. A diferencia de los precedentes enciclopedistas, el estilo de Condillac es preciso y seco, y a distinción de ellos, eludió los temas religiosos y morales, aunque conservó la fe cristiana. Sus fuentes principales fueron, como en los anteriores, Newton y Locke. Su propósito, a diferencia de los precedentes y a semejanza de Locke, fue la investigación del espíritu humano en su faceta gnoseológica. Pero a distinción del inglés, se propuso deducir todo el conocer humano de un solo principio: la sensación, a lo que atenderemos seguidamente.

7.2. El sensismo. a) El método. Condillac siguió el método analítico consistente en descomponer y componer. Lo primero se reduce –a semejanza de Descartes– a aislar las ideas hasta su claridad. Lo segundo, en ver el orden de unas ideas con otras. Pero fue más radical que su predecesor, porque en él hay una neta tendencia –a semejanza de Locke y como después llevará a cabo la filosofía analítica del siglo XX– a reducir las ideas a palabras. Para Condillac, todo conocimiento procede de los sentidos. Pero estima que éstos son pasivos. Recuérdese que la teoría del conocimiento clásica de cuño aristotélico-tomista mantenía que lo pasivo en los sentidos son exclusivamente los órganos y las inmutaciones de éstos (especies impresas) por parte de la realidad física, pero en modo alguno eran pasivos los actos de conocer sensibles, las formas que ellos forman al conocer la realidad externa (especies expresas), y el sobrante formal o de vida de la facultad que además de vivificar a su órgano da para más, a saber, para ejercer actos de conocer sensibles. En esto Kant pensará como Condillac, pues para él los sentidos son pasivos, solo que Kant admitirá que la razón es activa. Indicaremos al final en que radica el error de estas hipótesis.

b) Las ideas. Si Locke negó las ideas innatas, con más motivo las negó Condillac. Pero si Locke afirmaba que hay dos tipos de ideas, unas que derivan de la experiencia y otras de la reflexión de la mente sobre sí, Condillac mantuvo que todas las ideas derivan de una percepción simple y no son más que ‘sensaciones transformadas’. Así, Condillac sostuvo que la conciencia nace de la primera impresión; que la atención es la concentración del alma en una percepción; que la reminiscencia es un conocimiento de algo que impresionó al alma, y así las demás dimensiones del conocimiento humano: la imaginación, la memoria, la reflexión, etc., con lo que acaba afirmando que las facultades del alma –la razón y voluntad, por ejemplo– no son más que ‘sensaciones transformadas’ en el sentido de que nacen de la sensación. Nótese que en la teoría del conocimiento clásica aludida se mantenía que las potencias cognoscitivas humanas inferiores nacen de las superiores, lo imperfecto de lo perfecto. Por tanto, con la propuesta de Condillac estamos ante un giro de 180º respecto de dicha tradición. En efecto, para Condillac las facultades superiores nacen de las inferiores. En consecuencia, los conocimientos de las superiores se pueden explicar desde los de las inferiores: ‘todos los conocimientos que podemos tener de los objetos sensibles no son, en principio, ni pueden ser otra cosa que sensaciones’. Téngase en cuenta que para dicha tradición clásica, en modo alguno los actos u operaciones inmanentes de la razón, los hábitos cognoscitivos adquiridos, los innatos y el intelecto agente, son –dada su perfección– irreductibles a los actos de los sentidos. Con esto se echa de ver que este autor ha olvidado estos descubrimientos clásicos.

Para Condillac, consideradas las sensaciones como representativas de los objetos sensibles, se denominan ideas, expresión figurada que significa tanto como imágenes. Así, “la sensación es sentimiento por la relación que tiene al alma que modifica; y es idea por la relación de semejanza o desemejanza, de conformidad o disconformidad que tiene a alguna cosa exterior”. Distingue 2 tipos de ideas: a) Ideas sensibles, que nos representan los objetos que obran actualmente sobre nuestros sentidos. b) Ideas intelectuales, que nos representan objetos que no obran actualmente sobre nuestros sentidos, pero que obraron sobre ellos.

c) El nominalismo. ¿Cómo surgen las ideas universales y generales? Para Condillac, éstas no son más que nombres que damos los objetos que son semejantes. Como se puede apreciar el nominalismo de este autor en este punto es patente. En correlación con lo que precede, para Condillac, el hombre es afín a los animales en el conocer, pero se distingue de ellos por el lenguaje, que es de dos tipos: el de los gestos y el hablado.

d) Antropología. Para Condillac el hombre está compuesto de alma y cuerpo, pues una cosa es la psicología y otra la fisiología. Describe al alma como sustancia simple y espiritual; y al cuerpo como la ocasión por la que el alma sienta. Es el alma la que siente, no el cuerpo, pero siente a través del cuerpo. De éste declara que solo conocemos una colección de fenómenos –fenomenismo y consiguiente agnosticismo de fondo–, siendo sus 2 propiedades la extensión y el movimiento. Es claro el influjo de Descartes y Malebranche en esta concepción del hombre. Debido a la falta de explicación de la vinculación entre alma y cuerpo, quienes le siguieron –La Mettrie, Hollbach y Helverius– prescindieron del alma y recalaron en un materialismo.