LA FILOSOFÍA EN SU HISTORIA (J.F. SELLÉS)

4. F. Hutcheson

4.1. Vida y obra. Nació en Drumalig (Irlanda) en 1694. Estudió en la Universidad de Glasgow (Escocia), sede de la que sería profesor, además de en Dublín. Fue pastor presbiteriano durante poco tiempo. Leyó a Aristóteles y Cicerón. Tuvo influjo de Shaftesbury y seguramente de Pufendorf y Locke, e influyó en D. Hume, Kant, Thomas Reid y A. Smith. Criticó a Hobbes. Entre sus obras filosóficas está la Investigación sobre el origen de nuestras ideas de belleza y virtud, el Ensayo sobre la naturaleza y el desarrollo de las pasiones y los afectos, Breve introducción a la filosofía moral (3 vols.) y Sistema de filosofía moral (2 vols.). Murió en Dublín en 1747. Nótese que estética y ética, sus dos temas de estudio, son más bien de filosofía práctica que teórica. Además, llamó ‘bello’ y ‘bueno’ a lo que nos place, lo que indica que ambas disciplinas las vinculó a los afectos: ‘en el placer o displacer está el punto final de cualquier justificación moral’. Con todo, indicó que tales temas no son subjetivos, sino reales objetivos, solo que se conocer por la estructura noética común de todos los hombres. 

4.2. Filosofía. Defendió que tenemos ‘sentidos internos’ de la belleza, armonía, del honor, de lo público, y asimismo, de la moral. El sentido interno de la belleza depende del sentido externo de la vista; el de la armonía, del oído (los otros dos –el del honor y de lo público–, se pueden reducir al de la moral). Y el de la moral depende de primeros principios, que no son ideas innatas, sino disposiciones, por lo cual tales principios no son intuibles directamente y deben demostrarse empíricamente. En lo primero tiene deuda del racionalismo continental; en lo segundo, del empirismo inglés. En suma, el sentido moral interno es un esquema connatural a todos los hombres que se aplica en la experiencia. Sin embargo, puede ser corregido por la razón. Para Hutcheson las pasiones de la benevolencia y del egoísmo están en la base de toda acción humana. Si el hombre sigue la primera adquiere felicidad; lo contrario, si sigue la segunda. Como se pude advertir, si tales esquemas son nativos al hombre y se concretan experiencialmente según benevolencia o egoísmo la moral se puede fundamentar sin apelar al ser divino. No es que Hutcheson estuviese cerrado a él, pero consideró que en la moral no hace falta Dios. ¿Qué hay detrás de esta visión? Pues una falta de conocimiento natural de Dios como fin último de nuestras acciones, y, por tanto, un considerar lo teológico como más propio del ámbito de la fe sobrenatural, trasfondo de neto sabor protestante (ya se ha aludido a su filiación presbiteriana).