LA FILOSOFÍA EN SU HISTORIA (J.F. SELLÉS)

9. Balance

Las bases de la filosofía de Tomás de Aquino son verdaderas. Eso no indica que no se pueda proseguir en nuevos descubrimientos, pero los hallazgos no deben conculcar lo ya alcanzado. También hay algunos errores, que obviamente no hay que seguir, como por ejemplo sus indicaciones sobre los astros en cosmología, porque ésta no solo es aristotélica y pagana, sino incorrecta. Asimismo, algunas tesis biológicas, como la referente a que el embrión humano no llega a ser persona sino hasta cierto tiempo de su desarrollo en el seno materno (animación retardada). Pero si nos centramos en las diversas disciplinas de la filosofía, cabe decir en qué acierta y en qué se queda escaso.

9.1. Teoría del conocimiento. Es correcta en todos los axiomas centrales y laterales, sencillamente porque explicita la aristotélica, la cual es verdadera. Los centrales son los siguientes: a) El conocimiento es acto. b) La distinción entre objetos y operaciones es jerárquica. c) Las operaciones, los niveles cognoscitivos, son insustituibles y unificables. d) La inteligencia es operativamente infinita. Los laterales son éstos: e) No hay objeto sin operación. f) El objeto es intencional. g) El objeto es formal si es precedido en el órgano por una especie impresa o retenida. Son asimismo correctas sus tesis sobre la abstracción y sobre las distintas vías operativas de la inteligencia: la ‘formal’, la ‘total’ o teórica’ y la ‘práctica’, así como sus descripciones de cada uno de los actos y hábitos adquiridos de estas vías operativas. ¿Qué hay que corregir? Algunos puntos cruciales respecto de los niveles superiores del conocimiento humano, a saber, los hábitos innatos y el intelecto agente. En cuanto a los primeros, que tales hábitos no inhieren en la razón o entendimiento posible, sino en el intelecto agente. En cuanto al segundo, que no es una ‘potencia activa’, sino un acto, el cual es inherente al acto de ser humano. En cuanto a los temas respectivos de los hábitos innatos y del intelecto agente, sus tesis son certeras en líneas generales, pero hay que matizarlas. Así, el tema de la sindéresis es la naturaleza humana, pero hay que vincularlo con el desarrollo de ésta: la ética; el tema del hábito de los primeros principios no es ningún asunto mental o lógico, sino que son los primeros principios reales extramentales, los actos de ser no personales; el tema del hábito de sabiduría no es la suma de la ciencia y los primeros principios, sino la intimidad humana, la persona, el acto de ser del hombre. Acierta, en cambio, al decir que el tema del intelecto agente es Dios, y que puede ser elevado por la fe sobrenatural.

9.2. Física. Es verdadera en sus líneas centrales porque sigue a la aristotélica, que también lo es. Se trata de la teoría de la concausalidad o causas ‘ad invicem’ de la realidad física: la material como potencia, la formal como acto respecto de la anterior, las eficientes extrínsecas e intrínsecas como acto respecto de la formal, y la final u orden del universo físico como acto respecto de las precedentes. Las dos primeras conforman la sustancia, a la cual se añaden los accidentes, formando entre ambas lo que el Estagirita llamó ‘categorías’, que caracterizan a la realidad física, de las cuales solo una de ellas, el ‘hábito’ es exclusivamente humana. Es correcto asimismo llamar ‘naturalezas’, principios de operaciones, a los compuestos de materia, forma y causa eficiente intrínseca. Sin embargo, conviene precisar otras nociones que Tomás de Aquino toma muchas veces como equivalentes: esencia, quididad, etc.

9.3. Metafísica. Es tan palmaria como certera la distinción real tomista essentiaactus essendi en las realidades creadas. Pero siempre la toma en general, y no la distingue en el hombre respecto del resto de los seres sensibles, por lo que su antropología, como veremos, se queda corta. Sí la establece, en cambio, en los ángeles. Es claro asimismo que acepta como trascendentales el ser (esse), la verdad (verum), el bien (bonum) y la belleza (pulchrum), lo cual es correcto. Pero junto a ellos toma como trascendentales algunas nociones que no lo son, a saber: ente (ens), algo (aliquid), cosa (res) y uno (unum). Por su parte, no es claro en indicar que el ‘acto de ser’ del universo solo puede ser uno, puesto que la completitud de notas que conforman su ‘esencia’ es la unidad de orden del universo físico, la cual, obviamente, solo puede ser una. De ahí que no quepa explicar ninguna realidad física al margen de las demás. De haberlo hecho, no insinuaría que cada realidad cuenta con un acto de ser distinto, a la par que hubiese distinguido claramente entre estas nociones: ‘sustancia’, es decir, mero compuesto hilemórfico, ‘naturaleza’, compuesto hilemórfico con causa eficiente intrínseca, y ‘esencia’ unidad de orden cósmico, reservando las de ‘forma’ y ‘quididad’, para referirse a la causa formal.

9.4. Antropología. La distinción real essencia-acto de ser no es neta en su concepción del hombre. Si bien dice que el alma es acto del cuerpo y que en el alma hay que distinguir lo que en ella funciona como acto de lo que en ella se emplea como potencia, desarrolla copiosa y analíticamente –sin precedentes ni consecuentes– la exposición de las potencias de la esencia del hombre, en especial la inteligencia y la voluntad, pero se deja en el tintero el acto de ser, la persona. Por eso acaba preguntándose si lo más excelso en el hombre es el intelecto o la voluntad, potencias al fin y al cabo, y si de cara a la felicidad se emplea más una u otra y como concurren. Sin embargo, es obvio que nadie se reduce ni a su inteligencia ni a su voluntad, ni a la suma de ambas, sino que se sabe superior a ellas, conocer que es netamente natural y superior al de la razón. Este déficit coincide, desde luego, con lo indicado acerca de los hábitos innatos y con su visión del intelecto agente, pues si hubiese prescindido de la fórmula ‘potencia activa’ (que es contradictoria) para describirlo, hubiese solucionado por elevación (por la línea del acto), el problema antropológico, diciendo que el acto de ser humano es nativamente cognoscente, luz, pues de lo contrario no hay quien active al intelecto posible. Algo similar hay que decir respecto de la libertad personal humana, irreductible al juego de actos y hábitos de la razón y de la voluntad que conforman el llamado ‘libre albedrío’, que tan bien describe Tomás, porque es claro que ambas potencias no son nativamente libres, y ‘de donde no hay no se puede sacar’ libertad. Y otro tanto cabe decir respecto del amar personal, pues lo vincula a la voluntad como un acto suyo, cuando es claro que esta potencia busca aquello de lo que carece, precisamente porque es potencia, mientras que el amar personal no es carente, sino desbordante, efusivo, oferente, acto.

9.5. Ética. Las bases de la ética –bienes reales, normas prudenciales de la razón práctica y virtudes de la voluntad– están tan claras como bien y abundantemente explicadas por Tomás de Aquino. Falta decir por qué son esas las únicas posibles bases y no otras, a saber, porque todo lo que existe es bien, ya que bien y ser ‘sunt idem in re’, y las dos únicas aperturas con que cuenta el hombre para tener que ver con los bienes son la razón práctica y la voluntad, las cuales son reforzadas por la sindéresis, una con hábitos prudenciales, otra con virtudes. Falta también sacarle más partido a la sindéresis para la fundamentación de esta disciplina y del conocimiento de la ley natural. De dichas bases, la más relevante, las virtudes, están por lo general bien tratadas por el Aquinate, pero caben matices, porque, por ejemplo, su tratamiento de la amistad, la virtud más relevante, es escaso, así como correcciones, porque, por ejemplo, la humildad no es una virtud de la voluntad, ya que depende del conocer personal propio, el cual es muy superior a la voluntad. Y sobre todo falta, todavía hoy, llevar a cabo una sistematización de las virtudes.

9.6. Psicología. La psicología tomista es correcta en sus bases, es decir, en que sea la vida humana, en que sean sus potencias o facultades y sus tipos. Pero hay que corregir una nota central, a saber, si bien la inteligencia es ‘de entrada’ una potencia superior a la voluntad, por sus objetos, sus actos y hábitos, no lo es ‘de salida’, porque la persona –ya se ha adelantado que Tomás de Aquino no la tiene en cuenta– refuerza más a la voluntad que a la inteligencia. Por eso, las virtudes superiores de esta potencia, la justicia y la amistad, son superiores a los hábitos de la razón tanto en su uso formal o lógico, como en el teórico o de ciencia, y como en el práctico o prudencial. Con eso no solo se comprende el por qué de la ancestral polémica de la escuela franciscana respecto de la dominica, sino que se resuelve la disputa por elevación, por la persona, porque la psicología es para al ética y ésta es segunda respecto de la antropología.

9.7. Afectividad. Tomás de Aquino se queda escaso en este tema, aunque bien es verdad que desarrolla sobremanera el tratamiento de las pasiones que escuetamente se hallan indicadas en el corpus aristotélico. ¿Qué le falta? Lo que falta se puede deducir de lo indicado: si no centra la atención en la persona, no puede hablar con rigor de afectos del espíritu como distintos por superiores a los sentimientos anímicos y a las emociones sensibles. No es que no hable de ellos –por ejemplo, de la tristeza y la alegría, de la esperanza y la angustia, del gozo y la paz, etc.–  sino que no acaba de perfilar el nivel de lo humano en el que radican.

9.8. Trabajo, cultura, técnica y economía. La drástica separación aristotélica entre ‘praxis’ y ‘póiesis’ equivale en Sto. Tomás a la de ‘agere’ y ‘facere’, pero es excesiva, porque no se puede ser mínimamente prudente y virtuoso sin trabajar, ni se puede trabajar sin ser mínimamente prudente y virtuoso. Esto indica que hay que darle más realce al trabajo que el que Aristóteles y Tomás de Aquino le dieron, sin incurrir en el desequilibrio moderno, que por encima del trabajo valora el producto cultural por él elaborado. También hay que prestar más atención que ellos a la técnica, desarrollada exponencialmente en la modernidad en dependencia del progreso de las ciencias experimentales, claro está, sin abandonar su subordinación a la ética; y asimismo a la economía, tan creciente en las últimas centurias, sin olvidar que es segunda respecto de la empresa, la cual no es economía ninguna, sino una reunión de personas que tienen que mejorar en humanidad a través de su trabajo bien hecho.

9.9. Teología natural. La teología natural de Tomás de Aquino está más vinculada a la metafísica que a la antropología. Dicho con otras palabras: de las dos vías de acceso a Dios, a través del cosmos y a través de la propia intimidad, Tomás se ciñó más a la primera, que es inferior a la segunda, la vía interior de que hablaba San Agustín, la cual puede descubrir más de Dios, a saber: que es personal, libre, cognoscente y amante. Y si es personal, es imposible que sea monopersonal; si es libre, su libertad es referente a otra persona; si es cognoscente, como no cabe conocer sin tema conocido, hay que admitir que al menos existen en Dios dos personas cada una de las cuales es cognoscente respecto de la otra; y si es amante, dado que el amar personal humano tiene tres dimensiones, aceptar, dar y don, y si somos imagen de Dios en nuestra intimidad, en Dios conviene que una persona sea más parecida a nuestro aceptar, otra a nuestro dar y otra a nuestro don.