LA FILOSOFÍA EN SU HISTORIA (J.F. SELLÉS)

3. Creación, cosmos y nada

a) Creación. Crear es dar el ser a lo que en modo alguno era ni estaba llamado a ser. Tal regalo sólo puede ser divino. La realidad que subyace bajo la noción de creación se puede descubrir de modo natural, pero históricamente la ha puesto de relieve el cristianismo, aunque ya el judaísmo la pusiese en escena. El cristianismo sabe que Dios es amor y que crear es libre manifestación del exuberante amor divino. Antes de revelarse encarnándose, Dios creó el cosmos para que el hombre lo tuviese como escenario de la revelación. La filosofía precedente al cristianismo ve a Dios como acto puro o ser simple. La consecuente (desde Tomás de Aquino) advierte no sólo que Dios es el ser idéntico, sino que lo creado es compuesto en su raíz de acto de ser y esencia. Dios crea de modo libre.

La noción de creación tienen dos implicaciones para la filosofía: 1ª) crear no es emanar; 2ª) no toda realidad creada es de la misma índole, sino que existen seres reales necesarios y libres. Por tanto, la realidad creada no es una sino plural. Si la creación es distinta en el caso del cosmos y en el caso del hombre, se sigue que se puede demostrar a Dios de dos maneras: desde la creación no personal y desde la personal. En el primer caso se llega al Dios necesario no personal; en el segundo al Dios pluripersonal libre.

b) Cosmos. La noción de creación posibilita la desacralización del cosmos. El pensamiento precedente al cristianismo (ej. mito, magia) tendía a sacralizar ciertas dimensiones cósmicas. Como la noción de creación implica un nuevo modo de entender el cosmos, saber que el universo es creado implica que es distinto de Dios y, por lo tanto, que carece de valor absoluto. Consecuentemente, el hombre deja de tributarle culto divino.

c) Nada. La noción de ‘creación’ posibilita asimismo prescindir enteramente de la ‘nada’. Algunas formas de pensar contrarias al cristianismo (ej. nihilismo, existencialismo) han tendido a corresponderse con la nada, a darle cabida en su vida y en su filosofía. Por el contrario, la filosofía griega daba por supuesta la existencia del universo, pues consideraba que el cosmos es necesario. Por eso, la nada no contaba en su vida y filosofía. Tampoco en el cristianismo, pues si existe el ser, es a condición de que la nada no sea ni pueda ser. Esto indica que el ser creado es persistente, pues si no lo fuera, podría ser sucedido por la nada. Con todo, el cristianismo sabe que el ser creado se distingue menos de la nada que de Dios. Esto indica que lo más serio que se puede pensar en esta vida respecto de la situación humana ‘post mortem’ no es que a alguien le advenga la nada, sino que se presente ante Dios.