LA FILOSOFÍA EN SU HISTORIA (J.F. SELLÉS)

9. De la antropología personal a la teología sobrenatural

La teología sobrenatural se ejerce con la elevación por parte de Dios del conocer personal. Tal elevación es la fe sobrenatural otorgada por Dios y que le tiene a él como tema, pero contando con lo que Dios ha revelado de sí mismo a lo largo de la historia, asunto que es inasequible al conocer personal natural.

9.1. El ‘tema’ de la teología sobrenatural. Si teología y filosofía, ambas en su punto culminante –el que estudia a Dios desde la intimidad personal humana–, tienen en cierto modo el mismo ‘método’, solo que en el caso de la teología el método cuenta con la ‘elevación’ que propicia ‘la virtud sobrenatural de la fe’, y con el mismo ‘tema’, solo que en la teología sobrenatural el tema cuenta con la ‘revelación sobrenatural’ divina, es claro que la filosofía se debe subordinar a la teología, porque ésta es un conocer superior y lo conocido por ella es superior.

¿Por qué esta subordinación no se lleva a cabo desde la filosofía moderna ni tampoco actualmente? Más aún, ¿por qué ambos saberes en unos casos se autoproclaman independientes de modo unilateral y funcionan como tal en la práctica, cuando no se consideran radicalmente opuestos? Seguramente porque, por una parte, no se suele llevar la filosofía a su extremo temático y, consecuentemente, porque no se ejerce el nivel noético humano natural superior; por otra, porque la teología se suele dedicar a temas menores al distintivo suyo con métodos que no son el suyo propio, sino que se toman en préstamo de otras disciplinas. Pongamos sencillos ejemplos de lo recién indicado para que se entienda mejor: las escuelas filosóficas más extendidas en la actualidad (analítica, fenomenología…) suelen usar métodos intrínsecos a la razón, no el de los hábitos innatos superiores a ella y, en menor medida, el del conocer personal. Por su parte, las teologías más al uso (exégesis de la Sagrada Escritura, teología pastoral…) suelen recurrir a métodos como, por ejemplo, la analogía y la hermenéutica, pero la primera responde a una operatividad de la ‘razón teórica’, y la segunda a otra de la ‘razón práctica’. Sin embargo, ninguno de ellos es el conocer propio del ‘intelecto personal’, el cual en modo alguno es el conocer de la ‘razón’ en cualquiera de sus vías operativas. 

Más que al Dios personal, que según Polo es el tema que más inspira al verdadero filósofo –y debería inspirar el teólogo–, en nuestros días la filosofía se suele dedicar a temas menores (y no pocas veces de escasa relevancia). Y más que a la Trinidad de personas, que es su tema más propio y elevado, la teología actual parece dedicar su atención sobre todo a muchos otros temas inferiores, pero ¿es esto buen síntoma de sólida fe sobrenatural? Además, cuando apunta a su tema propio, no suele tener en cuenta los descubrimientos que desde el ápice de la filosofía, la ‘antropología trascendental’, se alcanzan del Dios plural en personas. De modo que no parece descabellado sospechar que –salvo excepciones, claro está– ambos saberes hoy vuelen bajo y por separado. Frente a esto último, comentando el Prólogo de la encíclica Fides et ratio de San Juan Pablo II, Polo solía decir que ‘si se me han dado dos alas para alcanzar el saber, la filosofía y la teología, sería necedad prescindir de alguna de ellas’.

La filosofía y la teología pueden dedicarse a temas inferiores al Dios personal, pues es claro que existen muchas vertientes de estos saberes, pero deben llevarlo a cabo teniendo en cuenta lo descubierto de Dios desde el nivel cognoscitivo superior humano, o sea, desde la intimidad personal humana abierta al Dios personal en filosofía, y desde el dogma trinitario revelado por Dios en teología. Si eso es así, parece que la época moderna y la nuestra –a pesar de que se sostenga reiteradamente lo contrario– no son de tan altas cimas filosóficas y teológicas como otras precedentes. Y si no lo son, lo serán de decrecimiento y tal vez de crisis. Al menos, para Polo nuestra situación teórica lo es. Y si eso sucede a la teoría, la situación de falta de fundamentación filosófica y teológica a nivel mundial repercutirá ineludiblemente en la vida práctica de la humanidad: secularización, relativismo…

9.2. El ‘método’ de la teología sobrenatural. El nivel cognoscitivo del ‘conocer personal’ es el más elevado de los naturales del hombre. Polo describe este modo de conocer como ‘búsqueda’ del ser personal divino, lo cual equivale a decir que es ‘fe intelectual’. Y es precisamente este ‘método natural’ el que es elevado por la ‘fe sobrenatural’. Se trata, por tanto, del mismo ‘método’ o nivel de conocimiento humano para ambos saberes, solo que en el caso de la teología tal nivel noético es elevado sobrenaturalmente por Dios, no en el de la filosofía. Por su parte, el ‘tema’ o asunto real conocido por ambos saberes es, en rigor, el mismo Dios personal, sólo que lo que sabe la teología del Dios personal revelado en la historia y admitido por la fe sobrenatural excede enteramente lo que alcanza a saber de él la filosofía con el intelecto personal. Como se puede advertir, la teología es superior a la filosofía tanto ‘metódica’ como ‘temáticamente’, pero esto no excluye la afinidad entre ambas, porque en las dos ‘método’ y ‘tema’ en cierto modo coinciden. Sin embargo, se distinguen porque, en rigor, el intelecto personal elevado no es el intelecto personal en estado natural, y lo que Dios revela de sí no es lo que de Dios descubre naturalmente el intelecto personal.

De modo que la clave de la tradicionalmente llamada ‘relación fe y razón’ reside en la ‘y’. Polo considera que la primera es la elevación sobrenatural de la segunda. En síntesis cabe decir que el método natural humano que usa la fe sobrenatural es ‘el mismo’ que el que usa la fe personal natural, a saber, el ‘conocer personal’, solo que elevado sobrenaturalmente y, por tanto, no conoce ‘igual’ que antes sino ‘más’. También cabe decir que el tema que conoce la fe sobrenatural es ‘el mismo’ que el que conoce la fe personal natural, el Dios pluripersonal, pero lo que conoce de él no es ‘lo mismo’ que lo que el conocer personal, sino lo que éste no puede conocer naturalmente de ningún modo: el que se sepa naturalmente que Dios es pluripersonal en modo alguno equivale a saber que una de las personas divinas es Padre, otra Hijo y otra Espíritu Santo.