LA FILOSOFÍA EN SU HISTORIA (J.F. SELLÉS)

8. La hermenéutica de P. Ricoeur

A distinción de la de Gadamer, la hermenéutica de Ricoeur está más vertida hacia la narración de la biografía humana. Él se describía a sí mismo como un postkantiano o un kantiano posthegeliano, pues en sus escritos se nota no sólo su aversión al sistema racional hegeliano, sino también una tendencia al voluntarismo.

8.1. Vida y obra. Nació en Drôme (Francia) en 1913 en el seno de una familia protestante. Su padre murió cuando él tenía dos años. Fue educado por una tía suya. Estudió Biblia en la Universidad de Rennes y filosofía en la de La Sorbona. Participó en la IIª Guerra Mundial. Fue capturado y recluido cinco años en un campo de concentración nazi, en el que organizó clases para los prisioneros. Terminada la guerra, entre sus 35 y 43 años, dio clases en la Universidad de Estrasburgo doctorándose a los 37. A los 43 comenzó a impartir su magisterio en La Sorbona y a los 57 en la de Nanterre, que dejó enseguida para ir a la de Chicago donde estuvo hasta sus 72 años. Murió en Châtenay-Malabry (Francia) en 2005. Leyó la filosofía de Freud, Husserl, Jaspers y Marcel. Entre sus muchas obras cabe destacar: Filosofía de la voluntad, El conflicto de las interpretaciones, La metáfora viva, Tiempo y narración y Sí mismo como otro. Por lo que se refiere al fondo religioso de su pensamiento, su enfoque en netamente protestante, y la influencia de Barth, Bultmann, etc., acusada, lo cual redunda en su concepción del hombre, no sólo en su interpretación del inicio del género humano (‘el mito adámico’) y del mal en general, sino en otros puntos clave del ser humano como es el tema de la libertad.

8.2. De la narrativa a la hermenéutica. Su método es, sin duda, el hermenéutico, y el objetivo que se plantea con él es la comprensión de sí. Criticó las que él llamó ‘hermenéuticas de la sospecha’ a saber, las de Kierkegaard, Marx, Nietzsche y Freud, porque al adoptar un punto de vista interpretativo excluyen (sospechan de) todos los demás. También se enfrentó al dualismo cartesiano. Sí mismo como otro es la obra en la que marca el paso de la búsqueda de la ‘identidad narrativa’ propia de Tiempo y narración a ‘una hermenéutica del sí (mismo)’. Es la obra en la que Ricoeur se centró más directamente en el tema antropológico. La pregunta de fondo de este libro es: ¿quién soy yo?, que el autor la concreta preguntando: ¿quién habla?, ¿quién actúa?, ¿cuál es mi identidad narrativa?, ¿quién es responsable? Como se puede apreciar, todas estas cuestiones son de ámbito práctico y darán por respuesta –como era de esperar– un yo como agente. En efecto, la contestación, no directa sino aproximativa, pasa por decir que el yo es el protagonista de la narración de su vida, el responsable, el centro de sus actuaciones éticas, etc., confesiones que, más que antropología, constituyen una teoría de la acción humana. Ricoeur adopta este sesgo en contraposición a lo que él llama antropologías del ‘cogito’, es decir, aquéllas que identifican el yo con la conciencia. Como él mismo declara al inicio de dicha obra, aborda el problema de la persona desde el punto de vista del cuerpo, y parte usando para ello la hermenéutica lingüística en referencia a los estudios de Strawson, Davidson y Parfit. En relación al primero escribe que el concepto de persona incluye el cuerpo, pues ‘poseer un cuerpo es lo que hacen o, más bien lo que son las personas’. Afirma esto en contraposición a los idealismos que identifican la persona con la conciencia: ‘la persona no podrá ser tenida por una conciencia pura a la que se añadirá a título secundario un cuerpo, como ocurre en todos los dualismos del alma y del cuerpo’. Añade que ‘la persona es la misma cosa a la que se atribuyen dos clases de predicados, los predicados físicos que la persona tiene en común con los cuerpos, y los predicados psíquicos que la distinguen de los cuerpos’. Al final de la obra, Ricoeur alude a los estudios sobre el cuerpo humano de algunos pensadores (Maine de Biran, Husserl, Marcel, Merleau-Ponty, etc.) y describe la corporeidad humana como ‘la alteridad primera’, frente a las cosas, que conforman la ‘alteridad de lo ‘extraño’. Sigue manteniendo que el cuerpo es persona, pero dada la alteridad del propio cuerpo, añade que éste permite verse a sí mismo como otro.