LA FILOSOFÍA EN SU HISTORIA (J.F. SELLÉS)

5. Galileo: vida y obra

Nació en Pisa en 1564. Estudio en el monasterio de Vallombrosa. Realizó la licenciatura de Medicina y Filosofía en su ciudad natal. Impartió geografía, astronomía e ingeniería en el Studio de esa ciudad a partir de sus 25 años. Entre los 28 y 36 enseñó matemáticas en Padua donde también estudió astronomía, materia en la que realizó muchos descubrimientos a partir de sus 45 años gracias a su invento del telescopio. A partir de sus 47 años dio clases de matemáticas y filosofía en Florencia, desde donde se irradió su celebridad.

Desde 1611 Galileo polemizó con algunos eclesiásticos que defendían el geocentrismo porque él sostenía el heliocentrismo, aduciéndoles que su propia teoría no se contraponía a las Sagradas Escrituras. Fue defendido por el cardenal Roberto Belarmino y por Campanella, pero tras ser denunciado a la Inquisición por otros eclesiásticos, dado que la comisión que componía el tribunal para el estudio de sus tesis era nominalista (tomaban la Escritura al pie de la letra) la declaró herética, y se le invitó en Roma a abandonarla y a no enseñarla. Galileo respondió que obedecería.

De vuelta a Florencia Galileo se mantuvo en silencio, pero al ser contradicho por escrito y de modo público por un eclesiástico, respondió por el mismo medio a modo de carta defendiendo que su tesis era concorde la de Copérnico y con la de su coetáneo Kepler (aunque no aceptaba de éste la tesis de que las órbitas de los planetas fueran elípticas), añadiendo que la hipótesis del geocentrismo era errónea. El resultado fue que el asunto llegó hasta el Papa Urbano VIII, el cual aceptó la tesis de Galileo. Desde entonces éste la defendió abiertamente y la publicó en 1632. Contaba por entonces con 68 años. Pero tras su publicación tomó de nuevo cartas en el asunto la Inquisición declarando que había desobedecido su anterior mandato y le reabrió el proceso en Roma, tras el cual se condenó su teoría (no hay formula dogmática papal alguna), entre otras cosas, porque la de Galileo carecía de pruebas y porque suponía una falta de prudencia en un momento en el que Europa creía lo contrario y unía su creencia a la revelación. Tras este lamentable episodio eclesiástico, Galileo se retiró a sus 69 años a Siena y luego a su villa de Florencia, donde murió en 1642 a sus 78 años. Entre sus obras cabe destacar el Mensajero sideral y los Diálogos sobre los dos máximos sistemas del mundo ptolemaico y copernicano.

Obviamente, en la posterioridad la referida condena no solo fue levantada, sino que la misma Iglesia no molestó a los pensadores que la defendieron poco después de Galileo –por ejemplo, Descartes y Gassendi–, y, además, la Iglesia reconoció públicamente los errores de algunos de sus eclesiásticos, pero no de la Iglesia como institución. Con todo, y como es sabido, este triste episodio ha sido utilizado, y lo sigue siendo, por quienes se enfrentan a la Iglesia para atacar diversos asuntos que en modo alguno pone en duda el caso Galileo, como es por ejemplo, la infalibilidad del Romano Pontífice cuando declara una verdad de fe ‘ex catedra’. Téngase en cuenta, además, que ni la Iglesia como institución, ni sus mejores doctores –Tomás de Aquino por ejemplo– hicieron suya la tesis del geocentrismo, sencillamente porque no es materia ni de fe ni de costumbres. Por lo demás, la tesis del heliocentrismo se remonta, antes de que la defendiese el canónigo polaco Copérnico en el mismo siglo que Galileo, a Filolao (s. IV a. C.) y Aristarco de Samos (s. III a. C.).