LA FILOSOFÍA EN SU HISTORIA (J.F. SELLÉS)

3. Teoría del conocimiento

En los diálogos de transición (ej. Menón) Platón sólo distingue entre la opinión y la ciencia, aunque también hace referencia a la ‘consideración del fundamento’ a donde se deben remitir aquellas opiniones que pretenden ser ciertas. Posteriormente (ej. La República) elaborará una teoría del conocimiento según distintos grados que se corresponden con los diversos niveles de realidad. Esta teoría ascendente del saber la simbolizó por medio de dos alegorías: una de ellas es el mito de la caverna. En la alegoría del mito de la caverna compara a los hombres con prisioneros que nunca han visto la luz del sol y permanecen encadenados en el fondo de una cueva, de espaldas a la única abertura que comunica con el exterior. Los prisioneros sólo pueden oír las voces de los hombres y ver las sombras que se proyectan sobre la pared del fondo de la cueva que tienen delante. En este estado permanecen hasta que alguien les libere de las cadenas y les lleve hasta el exterior donde podrán contemplar la luz del sol. De la misma manera, los hombres, mientras viven encadenados en sus cuerpos, solamente pueden ver las cosas sensibles, que no son sino imágenes o sombras de la verdadera realidad, hasta que el ejercicio de la dialéctica les libera de sus cadenas y les permite contemplar el mundo verdaderamente real, cuyo sol es la idea de Bien. Los niveles del conocimiento humano, según Platón, son:

3.1. El conocimiento sensitivo. Es el que tiene por objeto los seres materiales y sensibles. Comprende dos niveles: la ‘eikasía” o ilusión y la “pístis” o creencia en la sen­sación. En la cueva están los prisioneros que sólo ven las sombras. Para discernir su significado hay que tener en cuenta las dos clases de objetos de conoci­miento que hay en la caverna: a) las sombras reflejadas en la pared y b) los ob­jetos transportados a los que corresponden las sombras. En relación a ambos, Platón distingue dos grados de “doxa” u opinión:  la “eikasía” o ilusión o credulidad; y  la “pístis” o creencia. a) La “eikasía” es el nivel del conocimiento en el sólo se ven sombras. Es el más bajo. Las sombras que se ven se toman como si fueran la verdadera realidad. b) La “pístis” trata acerca de los objetos particulares de los que se forman las sombras de la eikasía. Estos objetos son “los animales y todos los objetos del mundo de la natura­leza”. La diferencia entre la eikasía  y la pístis es sólo de grado y comprende desde la imaginación a los sentidos externos: el prisionero en­cadenado es aquel que no dis­tingue la realidad o irreali­dad de la imagen, mejor: ignora que existe tal diferencia; sin embargo, la pístis supone el co­nocimiento de la existencia de seres naturales y artificiales concretos, aunque sea de un modo bastante defectuoso. Lo común a ambos tipos de saberes es que tratan acerca de objetos que ‘pasan’, esto es, temporales.

En estos dos estados no puede haber ‘ciencia’ (episteme) pues ésta trata única­mente de lo universal e inmutable. Sólo puede hablarse de ‘opinión’ (doxa). Si preguntamos a un hombre qué es la justicia y nos indica sólo ejemplos particulares, ese hombre se halla en un estado de doxa. Ve las imágenes de la justicia y las toma por el original. En cambio, si un hombre posee la no­ción de la justicia en sí misma, será capaz de elevarse hasta una noción universal en comparación con la cual deben ser juzgados todos los objetos particulares. Se hallará así en un estado de episteme o ciencia. El máximo conocimiento que se puede lograr en el interior de la caverna es la doxa u opinión, es decir la ca­pacidad de “discernir sombras” así como “adivinar lo que va a pasar”. Para llevar a cabo esta tarea hay que inducir hipótesis. Pero la doxa desconoce la realidad, el ser de los objetos sensibles. El fuego en la cueva es la luz que ilumina la sensibilidad hu­mana. Si queremos emerger al mundo ilumi­nado por la luz del sol, es decir, si queremos superar la doxa, y pa­sar a hacer verdadera episteme, hemos de reconocer la propia ignorancia, para de este modo salir de la cueva de lo sensible y pasar al mundo luminoso de lo inteligi­ble, mundo que también tiene dos grados distintos, aunque iluminados ambos por la luz del Sol. Veámoslo sepa­radamente.

3.2. El conocimiento racional discursivo. Es el que versa sobre el número y la cantidad. Se trata de la “dianoia” o ciencia de hipótesis matemáticas. El geómetra se sirve de gráficos, de imitaciones o de trián­gulos particulares para elaborar hipótesis y avanzar hacia una conclusión más general. Se vale de figuras, pero “en realidad procura contemplar objetos que sólo pueden verse con los ojos de la inteligencia”. Al geómetra le interesan los objetos perfectos o ideales y no los empíricos. No le interesa este triángulo concreto, sino captar la idea o esencia de triángulo, descubriendo en ella sus pro­piedades universales. Las hipótesis matemáticas también pueden ser enseñadas por inducción a través de la doxa, pues una opinión sobre algo es una hipótesis, esto es: una noción que se refiere a un conjunto de objetos sensibles en los que en­cuentra su aplicación práctica. Pero la mayor o menor generalidad de la hipótesis no la convierte en una idea. Las mate­máticas son el prototipo de conocimiento hipotético propio de la dianoia o razón.

3.3. El conocimiento racional intuitivo. Es el conocimiento de las Ideas que no pueden ser percibidas ni por los sentidos, ni por la razón discursiva, sino únicamente por el entendimiento. La noesis es el grado más perfecto de conocimiento. No se utilizan imágenes, sino que se conocen las ideas mismas por conocimiento abstracto. La razón se eleva hasta el conocimiento de los primeros principios ontológicos o Ideas, cuya forma más alta es la idea de Bien “causa de to­das las cosas buenas… y fuente de la verdad”. Para que esta forma de conocimiento tenga lugar es im­prescindible, en primer lugar, hacer un uso correcto de la razón “con mi­ras al conocimiento de lo que siempre existe, pero no de lo que en algún momento nace y muere”. República, 527 b. De lo contrario, el alma, que ha atisbado débilmente el fuera de la caverna, volverá a caer de nuevo en ella. Sin la tensión hacia arriba de Eros, la dianoia se convierte en un saber pobre y estéril, que puede llegar a ser peligroso en manos de un “alma miserable”. República 519 a.

Enumerados los peldaños del cono­cimiento, viene ahora la cues­tión de cómo llegar al último de ellos, la “noesis” o contem­plación puramente intelectual de las “Ideas” en sí. Platón ha­bla de dos caminos diferentes: el dialéctico y el erótico.

a)Dialéctica’ (de ‘día’, a través de, y ‘lecto’, logos) es el método que consiste en contrapo­ner dos logos, razones o argumentos enfrentados entre sí para poder superarlos ascendiendo a una idea superior a ambos. Es el método de ‘escalar’ de idea en idea, definiendo las nociones más sim­ples para poder acceder a las más complejas. Sin embargo, cuanto más viejo se hacía Platón, más se inclinaba a pen­sar que de este modo tan trabajoso no llegaría muy lejos.

b)Erótica’ (de ‘eros’, deseo) es el método que consiste en el ascenso por puro amor a la Verdad. El verdadero filósofo ama tanto al Bien que llega a conocerlo de un modo ‘intuitivo’, pasando del nivel de dianoia o razón, al de noesis o inteligencia. Este camino, más que científico como la dialéctica, es místico, y gracias a él, el sabio puede ascender mucho más rápido hacia la Idea su­prema, aunque no sea un ascenso tan contrastable y riguroso como el dialéctico.