LA FILOSOFÍA EN SU HISTORIA (J.F. SELLÉS)

4. Filón de Alejandría (13 – 45 d. C.)

De la misma ciudad y religión que el referido Aristóbulo, Filón sostuvo las mismas tesis que aquel respecto del supuesto conocimiento bíblico de los grandes filósofos griegos. Por su intento de compatibilizar la filosofía platónica con las Sagradas Escrituras se le llamó el ‘Platón hebreo’. Su interpretación simbólica del texto bíblico deja bastante que desear, pues no se ajusta a los datos reales, a la verdadera historia que se narra en el texto sagrado. Ese tipo de interpretación alegórica era propio de ese tiempo en Alejandría y sería común durante los siglos posteriores, dando lugar a una escuela que lleva el nombre de dicha ciudad. Cabe destacar sus obras Sobre la vida de Moisés, Sobre la creación del mundo, Sobre las virtudes, Sobre Dios, etc.

a) Mundo. Filón distingue, more platónico, entre dos mundos: el inteligible y el sensible. El primero está conformado por intermediarios entre Dios y el hombre (el Logos creador del mundo, las Potencias o Virtudes ordenadoras de todas las cosas, los ángeles mensajeros de Dios, los demonios…). El mundo sensible es creado ex nihilo, e interpreta a su manera la doctrina de la creación de los 6 días que ofrece el Génesis.

b) Hombre. Está compuesto de alma y cuerpo. La primera tiene dos partes: una inmaterial e inmortal, donde se hallan la inteligencia y la voluntad, la cual procede del Logos y es buena; y otra que procede de la tierra. El cuerpo procede de la materia, es malo y es tumba del alma. Hay que purificar el cuerpo por medio de la virtud. La influencia de Platón y del estoicismo en esta tesis es neta.

c) Dios. Defiende la unicidad de Dios, su ser personal, perfecto, simple, trascendente al espacio y tiempo. Lo llama con las palabras de Platón ‘lo verdaderamente real’ (ontos on), y con las de la Biblia ‘Yo soy el que soy’. Predica de él lo que Platón dijo del Bien y la Belleza y, por intentar marcar tanto su trascendencia, añade que es incognoscible e incomprensible de modo natural por nosotros, y por ende, inefable: “Ni siquiera el mundo entero sería un lugar ni una morada digna de Dios. Él está lleno de sí mismo y se basta a sí mismo. Todas las demás cosas son pobres, solitarias, vacías. El las llena y las contiene, sin ser él mismo contenido por nada, porque él mismo es uno y todo”. Sobre la vida de Moisés, II, 238. Ahora bien, una cosa es que no podamos abarcar cognoscitivamente a Dios, asunto que es verdad, y otra que no lo podamos conocer en buena medida, asunto que es erróneo. Este error, que reserva exclusivamente para la fe sobrenatural la correspondencia humana con Dios, se llama ‘fideísmo’, y reaparece en muchos autores de muy diversas épocas: Tertuliano en el s. III, Ockham en el XIV, Lutero en el XVI, Kierkegaard en el XIX, Barth en el XX, etc. También es una opinión muy difundida en la actualidad. En suma, Filón afirmaba que de Dios podemos saber más lo que no es que lo que es. Pero esta sentencia es errónea, porque de Dios podemos saber de modo natural no solo que existe, sino también –por vía exterior, es decir, partiendo de conocer el cosmos– lo que se ha venido a llamar sus ‘atributos entitativos’ (simple, perfecto, bueno, infinito, inmutable, eterno, único…), y –por vía interior, o sea, desde nuestra intimidad– lo que se han llamado ‘atributos operativos’ (personal, libre, cognoscente, amante…). La sentencia filoniana respecto de nuestro conocimiento de Dios ha dado lugar a la llamada ‘teología negativa’ o ‘apofántica’, y se ha reiterado en muchos autores a lo largo de la historia: Plotino, Pseudo Dionisio, Escoto Eriúgena… También aparece, aunque muy matizada, en autores tan renombrados como el propio Tomás de Aquino.