LA FILOSOFÍA EN SU HISTORIA (J.F. SELLÉS)

4. Teoría del conocimiento

Conocer, a nivel sensible, y en el primero nivel de la inteligencia, es poseer formas sin materia, las cuales son intencionales, es decir, que son pura semejanza de las reales. No es una asimilación material o sustan­cial, sino una posesión de la forma sin materia. Aristóteles distingue dos formas fundamentales de conocimiento: a) El conocimiento sensitivo, que es común al hombre y a los animales, y en él se captan solamente las formas sensibles, accidentes de las cosas. b) El conocimiento intelectual, que no posee ningún animal salvo el hombre, y capta las formas inteligibles, las formas sustanciales de las cosas.

4.1. El conocimiento sensible. El alma humana no realiza su función de conocer intelec­tualmente de manera directa, sino a través de los sentidos, es decir, en dependencia de lo que conocen éstos. Las potencias o facultades son ‘principios próximos de operaciones’. Las facultades que posibilitan el conocimiento sensible se llaman sentidos, y se clasifican en dos grupos: a) Los sentidos externos, que son cinco: vista, oído, olfato, gusto y tacto; captan los ‘sensibles propios’, que son percibidos por un sólo sentido (colores, sonidos, olores, sabores, frío-calor/ rugoso-liso, etc.). También captan los ‘sensibles comunes’, los cuales pueden ser percibidos por distintos sentidos (movimiento, reposo, tamaño, número y figura). b) Los sentidos internos, que son  cuatro: el sensorio común (o percepción sensible), que capta los actos de sentir de los sentidos externos; la imaginación, la memoria o reminiscencia y la cogitativa (estimativa en los animales). Se caracterizan por no ser afectados directa­mente por las realidades externas. A esos dos tipos de sentidos siguen dos tipos de apetitos sensibles: a) El apetito concupiscible que tiende a lo que conocen los sentidos externos. b) El apetito irascible que tiende a lo que conocen los sentidos internos.

4.2. El conocimiento racional. Las dimensiones noéticas humanas que intervienen en el conocimiento intelec­tual son dos: el intelecto agente y el paciente. El agente activa al paciente y éste, al ser activado, capta en universal la forma de las realidades físicas. A ese primer nivel de su conocer se llama ‘abstracción’. El conocimiento racional requiere el de los sentidos externos. Estas sensaciones pasan a ser unificadas por el sentido común, y esta percepción es cap­tada y conservada en la imagen o ‘fantasma’ de la imaginación. La imaginación es un conocimiento de lo particular. En cambio el abstracto es for­mado por el intelecto agente cuando éste actúa sobre la imagen a la par que sobre el intelecto paciente. ‘Ilumina’ la imagen haciendo pasar al acto las formas inteligibles que estaban en potencia en la imagen sensible. Esto se llama abs­tracción. El intelecto agente forma un objeto mental uni­versal y abstracto que es intencional o remitente respecto de las realidades singulares y concretas.

4.3. Intelecto paciente y agente. a) El intelecto paciente, entendimiento, razón o inteligencia, antes de conocer, es respecto de lo cognoscible como una ‘tablilla de cera’ en la que todavía no hay nada escrito (tabula rasa). Está en potencia de conocer todas las cosas, todas las formas de las cosas, las cuales están en potencia de ser conocidas. Se llama, por esto paciente o posible (noûs pazetikós). Antes de pensar, no es en acto ningún asunto pensado. Se dice de él que es el lugar de las ideas, pero no de las ideas en acto sino en potencia. Una vez que conoce cada uno de los inteligibles está en acto respecto de ellos, pero en potencia respecto de los que todavía no co­noce. Es de naturaleza inmaterial, porque carece de órgano corporal y por ello es impasible. Por tanto, puede conocerlo todo: ‘es en cierto modo todas las cosas’. Está separado del cuerpo. A su vez, él es inteligible respecto de sí mismo, por­que puede conocer algo de sí, a saber, sus actos, pues somos consciente de que pensamos. b) El intelecto agente se comporta con respecto al posible como el acto respecto de la potencia. El posible está en po­tencia respecto de todos los inteligibles y el agente es el que los actualiza (noûs poietikós). Se comporta respecto de ellos como la luz res­pecto de los colores, ya que ésta los convierte de colores en potencia en colores en acto. Es separado, impasible y sin mezcla, siendo siempre en acto. Es de superior dignidad al paciente, y es inmortal y eterno. Sin el intelecto agente, el paciente no piensa nada. Así como a nivel sensible el deseo sigue a lo percibido por los sentidos externos o internos, así al intelecto le sigue un deseo o apetito de tipo superior, pues el apetito es una clase de deseo. Esta facultad que desea en tanto que facultad que sigue al entendimiento es la voluntad.