LA FILOSOFÍA EN SU HISTORIA (J.F. SELLÉS)

9. Balance

¿Qué han supuesto estos autores para la posteridad en su visión de la realidad física, del hombre y de Dios? Mucho, desde luego, pues han reducido la realidad física a la noción de ‘hecho’. Por su parte, al hombre lo explican por las condiciones iniciales y el movimiento inercial, y por tanto, se olvidan que es creciente merced a los hábitos intelectuales y a las virtudes de la voluntad, y por encima de ello que es elevable en el acto de ser personal. Dicho de otra manera, el hombre sería tan homeostático como la tierra, que gira alrededor del sol sin que con ello gane nada. Por su parte, a Dios lo entienden desde la razón emancipada de la fe. Como se puede advertir son tesis que influyen palmariamente en la modernidad hasta hoy. Más aún, suele decirse que con estos parámetros empezó la modernidad. Con todo, si bien se mira, tales hipótesis son netamente nominalistas y se encuentran en al menos dos siglos antes en Ockham.

9.1. Bacon. a) La hegemonía de la práctica. Como se ha podido advertir, la reducción por parte de Bacon de la temática filosófica clásica en los diversos ámbitos no solo es drástica, sino también prototípica de la modernidad, pues se nota a las claras que esta filosofía no busca ‘saber por saber’, sino ‘saber para prever’ y ‘prever para dominar’ la naturaleza. No falta esperar cuatro siglos para oír en el XIX que Comte y Marx digan lo mismo. Un pensador clásico diría que en Bacón no sólo que hay una reducción de la razón teórica a la práctica, sino también de ésta a la utilidad, utilidad que según él se logra extorsionando a la naturaleza, asunto que la ecología actual no aceptaría. Su desprecio de la causa final tampoco es indiferente, porque impide ver en la realidad física todo tiene que ver con todo, y los efectos secundarios producidos de la extorsión unilateral de la naturaleza se pagan caros.

b) Nominalismo y voluntarismo. El planteamiento filosófico de Bacon es tan nominalista y voluntarista como el de Ockham. Por tanto, no es coherente que se le haya llamado –como a Descartes– ‘padre de la modernidad’ (no lo es ni siquiera en el uso de la ciencia experimental). La edad moderna se inicia a fines del siglo XIII y principios del XIV con la inversión de la importancia de la voluntad sobre la inteligencia. En efecto, si se considera que inteligencia es imperfecta por naturaleza y por adquisición, se cree que hay que subordinarla a unas reglas metódicas positivas determinadas voluntariamente, y a un criterio extrínseco de ratificación experimental a la que se ajuste tal propuesta metodológica. Pero si la ciencia se entiende como poder, lo que antes buscaban los clásicos, el sentido de la realidad física y de la vida humana, ahora se tendrán como asuntos irracionales. Y como tales sentidos no se conocen al margen del designio divino, es claro que la nueva ciencia tiene una mentalidad emancipatoria.

9.2. Kepler. a) La realidad física imperfecta. Su misma idea de que las orbitas planetarias son más imperfectas de lo que podrían ser la encontramos en el renacentista Nicolás de Cusa. Por eso este autor dijo que sólo Dios es circular, es decir, perfecto; por tanto, el mundo no puede ser circular, puesto que no es Dios. La tesis kepleriana de la imperfección de lo creado es más afín a la de Einstein y se opone a la física de Newton, la cual es matemática, perfecta. Con esta tesis Kepler se opuso a la mentalidad antigua sobre el universo, la cual procede de Platón y sostiene que en el cielo hay armonía (la música, se decía desde los pitagóricos, guarda proporción matemática). ¿Qué importancia tiene la física de Kepler de cara al futuro? Que no se puede entender sólo con la razón, con el conocimiento objetivo, sino que requiere la observación.

b) El perfeccionador perfectible. Si se compara la realidad física imperfecta con el hombre esa comparación indica que es conveniente que el mundo y el universo no sean perfectos, porque si lo fueran el hombre no los podría cambiar sino a peor, es decir, estropeándolos. Pero si son imperfectos, el hombre los puede cambiar a mejor, es decir, perfeccionar, con la ventaja de que en esa actividad transformadora humana el hombre también cambia por dentro a mejor.

9.3. Galileo. a) La superioridad de la teoría del conocimiento sobre la teoría de la ciencia. Obviamente el heliocentrismo de Galileo es verdadero. Lo que no lo es son sus afirmaciones sobre las cualidades secundarias, porque suponen una reducción demasiado drástica de la física a las cantidades y figuras, afirmaciones que en la actualidad son científicamente rechazadas. En efecto, para Galileo la pluma que provoca las cosquillas es física porque se puede medir con cantidad y figura, pero no son físicas las cosquillas. Sin embargo, las cosquillas son, tras la inmutación (especie impresa) de la pluma al tacto, lo que éste conoce de tal inmutación (especie expresa) y eso es verdad: son lo que de lo físico conoce aspectualmente el tacto gracias a su sensible propio. Además, el tacto (y los demás sentidos) no solo conoce aspectualmente la realidad mediante sus sensibles propios, sino también el movimiento, el reposo, el número, la figura y el tamaño, porque éstos son sensibles comunes. Es, por tanto, falso que solo quepa ciencia de las cualidades primarias. Además hay muchas realidades que se pueden conocer y no se pueden medir.  De lo que precede surge una primera conclusión: que la teoría del conocimiento es mucho más amplia que la teoría del la ciencia. En efecto, si la realidad estuviera escrita en lenguaje matemático, habría que prescindir de la mayoría de las realidades sensibles, las cuales no se conocen matemáticamente sino por los sensibles propios de los sentidos externos, que son ajenos a la matemática.

b) La superioridad de la tierra y la causa final. Galileo no solo rechazó el geocentrismo, sino también –como Kepler– la perfección anteriormente atribuida a los astros en contraposición a la imperfección manifiesta en la tierra. Y en eso también tiene razón. Pero no la tiene en no advertir que en la tierra hay más perfección que en los astros. En efecto, este reproche le vino de manos de Husserl en el siglo XX, porque éste dijo que la vida no se reduce a física-matemática, y es claro que en la tierra, no en los astros, hay vida y pluralidad de manifestaciones vitales. Pero en esto Aristóteles tiene más razón que Galileo, porque sostuvo que el movimiento intrínseco, el vital, es superior al extrínseco al de los seres inertes. También es una ventaja de la física aristotélica frente a la de Galileo sostener la hegemonía de la causa final sobre las demás. Sin ella no se puede entender el orden del universo, pero ésta no juega ningún papel en el conocimiento del universo de Galileo.

c) Ciencias versus filosofía. Hay otra rémora provocada por el caso Galileo para la filosofía, a saber, la escisión de las ciencias respecto de ésta. En efecto, es claro que muchas de ellas se han deshumanizado e incluso se han vuelto contra el hombre porque no se vinculan a la filosofía, perdiendo así su sentido como ciencias, es decir, como saberes humanos, porque no entroncan con el saber acerca del hombre. Que este problema se ha agudizado en nuestros días es innegable, pues hemos acuñado un nombre nuevo para sostener cómo convendría hacerle frente a esta nueva y generalizada problemática, interdisciplinariedad, cuya solución dista mucho de ser alcanzada.

d) El origen de la modernidad. Por otra parte, más que una crítica a Galileo, es una crítica a la manualística filosófica en uso, la falta de conciencia histórica, el sostener que Galileo (y Descartes, Newton…) sean los fundadores de la modernidad, porque sus parámetros noéticos están –como se ha reiterado– en el siglo XIV con Ockham. Por lo demás, su lema ‘el mundo está escrito en lenguaje matemático’ es clave para dilucidad su encuadramiento filosófico, pues esa frase jamás la hubiese proferido un nominalista; pues, por lo indicado, es tendente al racionalismo, ya que el mundo es siempre menos perfecto que la mente humana y no puede ser enteramente matematizable.

9.4. Newton. a) Idealismo. En correlación con lo recién indicado, hay que declarar que su física está enteramente al margen del nominalismo y más cercana aún a las tesis del idealismo que la de Galileo, porque es geométrica y matemática. En efecto, su espacio isomorfo y su tiempo isocrónico son propios de la imaginación humana, que reobjetiva trozos de espacio siempre iguales, y de la memoria humana, que forma periodos de tiempo siempre iguales. Con lo primero se puede hacer geometría con figuras de propiedades perfectas, y con lo segundo se pueden hacer relojes que marquen tiempos siempre iguales. Sin ese espacio y ese tiempo las leyes de la física newtoniana no son válidas. Pero la realidad física no responde a ese espacio y a ese tiempo, porque en ella no hay nunca nada igual.

b) Física mecánica. La física de Newton, que se suele llamar mecánica, es física imaginada y físico-matemática, pero no física-física, porque la isotropía y la isocronía no son reales. Que el espacio no es siempre igual lo afirmó Einstein con la teoría de relatividad que cambia las líneas rectas uniformes por las curvas. Que el tiempo no es siempre igual lo admite la actual física al decir, por ejemplo, que el tiempo que precede al Bingbang es tremendamente lento, mientras que el que le sucede se acelera progresivamente. Pero también se puede aceptar la distinción temporal desde la biología de Aristóteles, pues el ser vivo, más que subordinarse a un tiempo fijo, juega con el tiempo a su favor en la medida del nivel que ocupa en la escala de los seres vivos. Si la física de Galileo no sirve para los seres vivos, en menor medida la Newton. Nótese, por ejemplo, que la ley de acción-reacción en modo alguno explica la vida (sólo y poco los instintos), la cual asimila el estímulo externo hasta tal punto que sin él ni vive ni crece. Y desde luego, es muy distante de la vida específicamente humana, pues el crecer según virtud ética (recuérdese la disputa de Sócrates con los sofistas acerca de que es peor, si cometer la injusticia o padecerla) es enteramente ajena a la ley del talión.

c) La igualdad y el determinismo. Repárese también en que sus tres leyes del movimiento suponen los dos postulados acerca del espacio y tiempo siempre iguales. Pero la igualdad es exclusivamente mental, no física; por tanto, tales leyes no son físicas (no existiría la inercia y la aceleración homogénea más que en el vacío perfecto, pero éste es imposible; no hay acción reacción solo entre dos cuerpos, pues todo cuerpo tiene que ver con todos los demás). Por otra parte, hoy no se acepta que la ley de la gravedad sea universal, pues no rige, por ejemplo, en las partículas subatómicas. Obviamente, también es discutido en la actualidad el determinismo físico al que aboca la física newtoniana. Otro campo que hoy contradice a dicha física es el de la cibernética, porque en ésta, y no en la newtoniana, hay retroalimentación, es decir, mejoría. Dicha ciencia está más en consonancia con la física aristotélica.

Por otra parte, hay que hacer notar que el espacio y el tiempo de los que habla Kant los tomó de Newton, sólo que él declaró que son formas ‘a priori’ de la imaginación humana, lo cual –como veremos– también es erróneo, porque toda forma imaginada humana es adquirida, no innata. En cualquier caso, decir que espacio y tiempo son tal como Newton y Kant dicen responden a una formulación ‘dogmática’ (que, por cierto, tanto criticaba Kant

d) Dominio del universo. ). De lo que no cabe duda es que a partir de Newton el hombre se concibe a sí mismo como dominador del universo. En efecto, precedentemente el dominio del hombre llegaba a lo que éste puede transformar con sus manos y con su técnica –lo que subyace bajo la noción clásica de hábito de arte–, pero en el Prefacio de la obra newtoniana de los Principia mathematica se lee que lo que antes era mundo para el manejo humano ahora es el universo.

e) Panteísmo. Por último, conviene indicar que sostener que el espacio y el tiempo son el ‘sensorium Dei’ equivale a llevar en física el idealismo hasta el panteísmo, lo cual acarrea de nuevo una sacralización de lo creado, como sucedía en la filosofía primitiva previa al cristianismo. De esta concepción newtoniana a la hegeliana hay poco recorrido. En efecto, lo que añade Hegel en esto a Newton es que espacio y tiempo son ‘la alienación de la Idea absoluta’, la cual culmina en el presente. Seguramente Hegel sacó esta noción de la cosmología newtoniana.