LA FILOSOFÍA EN SU HISTORIA (J.F. SELLÉS)

5. La fenomenología de la afectividad de D. von Hildebrand

5.1. Vida y obra. De familia judía nació en Florencia en 1889. De joven vivió entre Italia y Alemania. Estudió en las universidades de Múnich y Gotinga. Fue discípulo de Husserl y Reinach y amigo de Scheler. Obtuvo el doctorado a los 23 años y se convirtió al catolicismo a los 25. Impartió su magisterio en Múnich. Con la subida al poder del nacismo marchó a Viena donde fundó una revista. Luego, con la invasión nazi de Austria, escapó primero a Suiza y después a Francia donde enseño en la Universidad de Toulouse. Con la ocupación nazi de Francia pasó por España, Portugal y Brasil para llegar a Nueva York donde se estableció y enseñó en la Universidad de Fordham. Murió en Nueva Rochele (USA) en 1977 a sus 88 años. Leyó sobre todo a San Agustín, Sto. Tomás de Aquino, Husserl y a sus colegas fenomenólogos. Sus obras más conocidas son: Ética, ¿Qué es filosofía?, Moralidad y conocimiento ético de los valores, Las formas espirituales de la afectividad, La esencia del amor y El corazón.

5.2. El problema del corazón. ‘Yo me preocupo de cada individuo’. Esta sentencia es típica del autor, pues ‘desde su juventud –escribe su esposa Alice von Hildebrand–, junto a la aguda comprensión de que cada individuo es único, tuvo una fuerte repugnancia por cualquier panteísmo’. Para él, el centro de la persona es el corazón, y éste, irreductible a aquéllos, ocupa un lugar ‘de igual categoría que el de la voluntad y el entendimiento’; más aún, es superior a ellos, porque es el corazón el que se conforma o adapta al valor, y éste es –según el autor– superior al conocimiento, también porque la plenitud humana, la felicidad, depende más del corazón que de aquellas dos potencias inmateriales humanas. En síntesis, el corazón es ‘el yo real de la persona más que su intelecto y su voluntad’.

Para este fenomenólogo el corazón es el centro de los afectos y de la felicidad,  porque ‘es el corazón quien la experimenta, y no el entendimiento ni la voluntad’. Esto no indica que el corazón esté aislado del conocimiento, pues indica que ‘las respuestas afectivas espirituales incluyen siempre una cooperación del intelecto con el corazón. El intelecto coopera en la medida en que se trata de un acto cognitivo en el que captamos el objeto de nuestra alegría, pena, admiración o amor. Y también es un acto cognitivo aquél en el que captamos el valor del objeto’. Este conocer no es raciocinativo, sino experiencial, intuitivo. El corazón es con sentido, es decir, no es subconsciente, pero su sentido es misterioso. Tampoco separa el corazón de la voluntad, porque ‘intelecto, voluntad y corazón cooperan y deben cooperar armónicamente entre sí, sin avasallarse mutuamente’. Hildebrand, de modo semejante a Pascal, sostiene que el corazón tiene sus ‘palabras’ que la razón no entiende.