LA FILOSOFÍA EN SU HISTORIA (J.F. SELLÉS)

Introducción

En este tema vamos a estudiar una corriente de filosofía que, nacida a fines del siglo XIX, llega hasta hoy, sobre todo en el ámbito anglosajón: la filosofía del lenguaje o analítica. De entre los autores que más se han dedicado a ella destaca sobre todo Wittgenstein. Junto a ella atenderemos también a la filosofía de la ciencia, porque tiene bastante afinidad con la precedente. Aunque también cuenta con varios representantes, el más célebre ha sido Popper.

La filosofía analítica o del lenguaje es una corriente de pensamiento del siglo XX que considera que el lenguaje es la sede del pensamiento y, por tanto, pretende estudiar el pensamiento analizando el lenguaje. En consecuencia, fusiona pensamiento y lenguaje. Esta asimilación obedece a esta pretensión: si en el lenguaje tenemos la intencionalidad de los pensamientos con un soporte físico, sensible, lo podemos estudiar mejor que en las ideas. Con tal reducción no se distingue entre la intencionalidad pura, la propia de las ideas, y la intencionalidad mixta, la de los términos o palabras. Además, como la correspondencia de las ideas con lo real es necesaria, mientras que la del lenguaje con lo real es solo posible, pues caben multitud de palabras para designar una misma realidad, el conocimiento que esta corriente tiene de lo real es solo probable. Sin embargo, no es lo mismo pensar que hablar, pues se puede pensar sin hablar (como hace un mudo), y también al revés (como los loros).

Como las demás filosofías posthegelianas, la filosofía analítica es antihegeliana. En efecto, la filosofía de Hegel es la del saber absoluto, el cual debe terminar en la contemplación del concepto. En cambio, como el lenguaje es plural, admite muchas reglas. Si el hombre no las conoce todas, no cabe un saber total. Por tanto, lo único que el hombre puede hacer es conformar diversos ‘juegos lingüísticos’. En consecuencia, lo que está más allá de las reglas conocidas es desconocido, y como no se puede conocer su verdad completa, ante ello no cabe más que el silencio. La deuda de la filosofía del lenguaje con el nominalismo es clara, pues acaba en el terminismo convencional. Y como él, su deriva hacia el pragmatismo es natural (recuérdese que el nominalismo sólo admite como bienes los útiles). Por eso a partir de 1960 la tendencia de la filosofía analítica hacia el pragmatismo es neta.