LA FILOSOFÍA EN SU HISTORIA (J.F. SELLÉS)

4. La virtud y la ley

Según leemos en el Critón o Apología de Sócrates (diálogo de juventud platónico), Sócrates entregó su vida por la verdad. Su ejemplo quedó esculpido en la vida de sus discípulos, especialmente en la de Platón y, posteriormente en la de Aristóteles. Tal actitud es profundamente ética. Uno de los pilares de la ética socrática es la virtud (areté). El otro es la ley (nomos). Sócrates es la encarnación de estas dos bases que permiten que uno se considere miembro de una ciudad (polis). Por eso, otra de las dimensiones del pensamiento griego es la filo­sofía político-social, lo cual quiere decir que el hombre solo puede crecer como hombre en sociedad si la ley es justa.

4.1. La virtud. Es lo que perfecciona y embellece internamente la propia vida; es la pieza clave de la ética, porque perfecciona intrínsecamente al alma. De ahí el que “el mayor mal no es sufrir la injusticia, sino cometerla”. Platón, Gorgias, 474 c, porque cuando uno la comete se vuelve injusto él mismo. No cabe virtud sin sabiduría práctica, es decir, sin prudencia. Por tanto, ‘el mal se comete siempre por ignorancia’. Tal sabiduría apunta al bien, a la consecución de la felicidad (eudaimonia). En tiempos de Homero, la areté se refería a la fama, al ser apreciado por los demás ciudadanos. Pero con eso, que es extrínseco, no gana necesariamente un hombre por dentro. Sócrates le da un giro, la ve desde dentro. Refiere Aristóteles de Sócrates que “ocupábase en cuestiones éticas”. Metafísica, l. I, c. 6, (BK 987 b 1-3). Cfr. Diálogos de Platón y Jenofonte, Memorables, l. I, c. 1, 10-16.

4.2. La ley facilita la vida de la sociedad de cara al perfeccionamiento del hombre en la ciudad. Tal perfeccionamiento es galardonado con el reconocimiento, el honor. Es el prestigio de ser buen ciudadano, pues para un griego no se podía ser buen hombre sin ser, a la vez, buen ciudadano. Ahora bien, el pago honorífico de índole social no puede ser completo. Por eso Sócrates apela a la divinidad. Si la virtud crece con el trato con los demás, y las leyes justas favorecen ese crecimiento, esto indica que el hombre es un ‘ser social por naturaleza’. Quien olvide o no tenga en cuenta este descubrimiento socrático considerará que la sociedad humana no es natural, sino resultado de un ‘pacto convencional’ (Hobbes, Rousseau, Marx…). Este olvido conlleva la pérdida de sentido tanto de la noción de ‘virtud’ como la de ‘derecho natural’. Tras ello vuelve a dominar en la palestra social el ‘poder’.