LA FILOSOFÍA EN SU HISTORIA (J.F. SELLÉS)

8. Política y Educación

8.1. Política. La clave de la política platónica, formulada sobre todo en la República, se basa en dos nociones: la polis y los ‘tipos sociales’.

a) La polis. La felicidad, según Platón, sólo se puede lograr en sociedad. En el seno de la ciudad estado –polis– el ciudadano logrará la armonización de su personalidad con las exigencias de la convivencia con sus semejantes.

b) Los tipos sociales. Para él, así como el alma humana es tripartita –racional, irascible y concupiscible–, asimismo lo es la sociedad. En ella los filósofos son los que desempeñan la función de gobierno, desarrollando la sabiduría práctica –prudencia–, como virtud propia de la parte racional del alma. Los guardianes deben ocuparse de la custodia, como reflejo que son del valor del alma irascible. Son los artesanos y labradores los que deben mantener la ciudad, pues son el espejo del alma templada en su parte concupiscible, ya que se encargan de procurar y distribuir los bienes materiales.

8.2. Educación. Para Platón una educación correcta puede eliminar los obstáculos que impiden al hombre disfrutar de la contem­plación de la belleza. Por eso hay que mostrar a los niños las cosas bellas, pues son éstas las más capaces para despertar el amor en ellos (Fedro, 250). Sin embargo, todo esto depende del tipo de gobernante que dirija la sociedad, pues para que exista una buena sociedad se precisa:

a) Que el gobernante sea virtuoso y buen educador. Sólo se logrará una so­ciedad justa y bella si disponemos de una clase dirigente edu­cada en la idea de bien que haya adqui­rido las ‘virtudes del alma’ “por medio de la costumbre y del ejercicio” (República 518 e). Esto supone que la tarea de los gobernantes ha de ser educadora mediante el convenci­miento o la per­suasión, las leyes y, en último extremo, la fuerza de los casti­gos, por este mismo orden de importancia. Por esto es tan importante que los gobernantes dis­pongan de virtud, pues son ellos, con su ejemplo, los que han de ayudar a los demás ciu­dadanos, in­capaces de acceder a la verdad por la dialéctica, a formarse una recta opinión.

b) Que existan leyes justas. La debilidad de la naturaleza humana necesita de ellas. La finalidad del gobernante es la consecución de la justicia en el interior de la caverna, donde sólo tenemos “sombras de lo justo”, esto es: las interpretaciones sobre la justicia de “los que jamás han visto la justicia en sí”. República 517 d. El prisio­nero liberado, a su regreso, tiene forzosamente que discutir con ellos con el fin de mostrarles esta necesidad.

c) Que la forma de gobierno sea correcta. La idea del bien es causa ejemplar del buen gobierno. Por eso, de igual modo que hay modos imperfectos de vida humana, también puede haber regímenes políticos injustos. Para mostrarlo, Platón recurre a reducciones al absurdo. Los gobernantes no pueden ser “los ineducados y apartados de la verdad”, como los sofistas, que niegan la capacidad del logos humano para conocerla, “porque no tienen en la vida ningún objetivo particular”. República 519 c, no tienen un fin claro; y no se puede ga­rantizar una convivencia armónica, si los cri­terios de justicia varían constantemente. No podemos per­mitir que los gober­nantes sean individuos “privados de ra­zón, como líneas irra­cionales” (República 534 d), pues éstas no conducen a ningún término. Si queremos que “la ciu­dad nuestra y vues­tra” viva “a la luz del día, y no entre sueños”. República 520 c, hemos de encontrar aquellos hombres dispuestos a descubrir la Idea de Bien, a encontrar, a pesar de todos los obstáculos posibles y sacrificios necesarios, la salida de la caverna.