LA FILOSOFÍA EN SU HISTORIA (J.F. SELLÉS)

2. Los protagonistas

De Descartes, que pasa por ser considerado en la manualística el padre de la filosofía moderna, cabe decir que su formación es nominalista, la cual además de producirle desazón y perplejidad, le llevó a una reacción contraria violenta, pues intentó arbitrar un método para evitar esa incertidumbre: la duda metódica. Es el intento de dudar sistemáticamente de todo, para intentar llegar a una certeza subjetiva incuestionable. Sin embargo, la duda no es ningún acto de conocer, sino un acto de la voluntad que se propone someter a su control a todos los asuntos conocidos por la razón. En efecto, se comienza a dudar porque se quiere y se termina de dudar porque y cuando se quiere, ya que nunca hay una razón objetiva definitiva para dejar de dudar. Descartes aceptó, pues, someter todo lo pensado a la duda, y concluyó que la única certeza a la que se puede llegar mediante este método es que ‘si dudo, en cualquier caso existo’ (cogito, sum). Como se ve, llega a una certeza subjetiva, la existencia del sujeto que piensa.

Ahora bien, como el pensar, la razón, sólo piensa ideas, pero el sujeto ni es una idea ni se puede conocer a modo de ideas, porque el sujeto ideado no es el sujeto real, en el fondo, lo que surge del planteamiento cartesiano es que no se puede conocer la realidad o verdad del sujeto. Dudando sé que soy, pero no sé, ni puedo saber, quién soy. Además, lo que piensa es la mente, no el cuerpo. Por tanto, tengo el problema añadido de la vinculación o escisión entre el pensar y el cuerpo (res cogitans y res extensa). De ese doblete con que Descartes caracteriza al hombre, los racionalistas posteriores (ej. Malebranche) se quedarán sobre todo con la primera parte para designar lo radicalmente humano, mientras que los empiristas (ej. Hobbes) se atendrán más a la segunda.

Como se ve, la filosofía moderna comienza –a distinción de la clásica griega y la medieval– centrando su atención en el sujeto. Con todo, no se estudia al hombre al estilo de Sócrates o San Agustín, sino viéndolo de modo autónomo, espontáneo, problemático, porque esas son las características que le atribuyen a la voluntad en régimen de independencia. De ahí que se diga que esta filosofía sea antropocéntrica.

De la falta de conocimiento del propio sujeto asumida por Descartes, la conclusión inmediata que sacaron los empiristas británicos fue la de considerar que el hombre no es más que un ‘hecho’ corpóreo externo. En efecto, para el más radical de ellos, Hume, el sujeto no es más que su cuerpo, un escenario en el que se suceden representaciones teatrales, pero debajo del cual no hay ni unidad en las representaciones, ni un quién, ni ninguna realidad personal cognoscible. No es, pues, una novedad de la filosofía postmoderna de nuestros días el negar que exista el sujeto, pues esta hipótesis ya está formulada en el empirismo del siglo XVIII, aunque, bien mirado, es pura consecuencia del nominalismo ockhamista.