LA FILOSOFÍA EN SU HISTORIA (J.F. SELLÉS)

9. Balance

Del neoplatonismo surgen errores filosóficos que luego tendrán consecuencias teológicas. Seguidamente se indicarán algunos, así como su corrección.

9.1. La emanación como degradación de Plutarco y Proclo. Esta teoría es incompatible con la creación divina, pues Dios no crea deficitariamente, y contraria asimismo a la elevación, porque si Dios crease criaturas espirituales empobrecidas no podría elevarlas a su intimidad.

9.2. El redere in seipsum reditione completade Proclo. La posteridad filosófica ha recogido y reiterado esta aludida fórmula que Proclo atribuye a las sustancias inmateriales. Esa teoría ha dado lugar a la llamada ‘teoría de la reflexión’ según la cual los seres inteligentes puede volver sobre sí de tal manera que puedan llegar a conocerse enteramente. Pero esta tesis es errónea porque supone educir el conocimiento completo de la previa ignorancia. Además, si tales seres pudiesen por sí solos llegar a conocerse enteramente, Dios estaría de más. Sobre esta hipótesis cabe señalar que es contraria al conocimiento creado, en el que los niveles superiores conocen a los inferiores, pero ningún nivel se autoconoce o da cuenta de sí. Además, es imposible educir el conocer de la ignorancia. Añádase que, si las criaturas intelectuales pudiesen llegar a conocerse de modo completo, la elevación divina sobraría. Esta teoría neoplatónica influyó en la filosofía medieval y en la contemporánea.

9.3. La teología negativa de Proclo. Frente a ella hay que afirmar que de Dios podemos conocer más lo que es que lo que no es, si descubrimos naturalmente que es persona y qué rasgos capitales caracterizan al ser personal. El neoplatonismo desconoció la realidad de la persona, y en esto influyó en el pensamiento medieval y moderno. 

9.4. Los seres intermedios entre Dios y el hombre de Proclo. Respecto de las complicaciones de innumerables seres intermedios –que no obedecen a los ángeles y demonios–, y asimismo, respecto de las complicaciones en las realidades sensibles creadas, tan propias del neoplatonismo, hay que indicar que son más fruto de la imaginación que del raciocinio y del conocer humano superior al de la razón, el personal. Pero como esa hipótesis no obedece ni a filosofía ni a teología, no conviene discutirla.

9.5. La definición de persona de Boecio. Se ha hecho famosa en la historia de la filosofía su descripción de la persona como ‘individua substantia, rationalis natura’. Pero requiere rectificación ya que persona es un quien referido personalmente a otra persona y, por tanto, no es ni un ‘individuo’. Tampoco es una ‘sustancia’, porque esta es un compuesto hilemórfico, mientras que la persona es espíritu; No es asimismo una ‘naturaleza’ viva, ni siquiera ‘racional’, porque persona se distingue realmente de lo natural –toda persona humana se sabe por encima de su razón e irreductible a ella– (en el hombre la naturaleza humana es lo común de los hombres que cada quien posee, mientras que la persona es el acto de ser que posee todas esas facultades o disposiciones comunes a los hombres, aunque matizadas en su caso). Ya Nédoncelle denunció que entre las 6 definiciones que Boecio ofreció de ‘persona’ la posteridad se quedó con la peor. Por eso Tomás de Aquino –que usó esa fórmula– cambió la ‘sustancia’ por ‘subsistencia’, lo ‘individual’ por lo ‘relacional’, lo ‘racional’ por lo ‘intelectual’, y distinguió realmente entre ‘persona’ y ‘naturaleza’. De esa fórmula cabe decir, que, pese a su celebridad, es reductiva porque alude solo a la ‘naturaleza’ humana, no a la ‘persona’, sin distinguir realmente entre una y otra y, por ocultar el ser personal, no advierte que persona denota ‘relación libre, cognoscente y amante a otra persona’, de modo que la soledad personal es absurda. Esto equivale a decir que es imposible (in divinis et in creatis) que exista una única persona.

9.6. La descripción de Boecio de la eternidad. También se ha hecho célebre en la historia de la filosofía su descripción de la eternidad como ‘interminabilis vitae tota simul et perfecta possessio’. Pero es insuficiente porque denota presencia, y por tanto, está pensada desde el primer acto de la razón que forma abstractos en presente. Ese modo de conocer tiene otra característica: que lo pensado a su nivel (perro, gato, silla…) siempre se piensa del mismo modo: fijo y limitado. De ahí deriva que algunos consideren que la vida post mortem del hombre sea fija, sin cambio, novedad o crecimiento. Pero para notar filosóficamente que eso no puede ser así, basta ejercer actos superiores del conocimiento humano; y para notarlo teológicamente, basta leer el Apocalipsis, que presenta la vida de los salvados llena de cambios novedosos crecientes, y a la espera de ‘los nuevos cielos y la nueva tierra’.

9.7. El alma de la humanidad de Juan Filopón. Para el Gramático la distinción real aristotélica entre intelecto agente y posible consistiría en una distinción de individuos humanos. Esta opinión la atribuye a Plutarco. En el hombre existiría, en consecuencia, un solo intelecto, pero mientras que en unos hombres su intelecto está en potencia, en otros está en acto, y serían éstos los que activarían por medio de la educación a aquellos en los que está en potencia. En suma, para Juan Filopón cada hombre dispone de un solo intelecto, y la distinción entre paciente y agente habría que tomarla de que hay hombres dormidos y otros despiertos. Pero esta hipótesis que postula un alma acto–potencial de la humanidad para todo el género humano es inadmisible, no sólo porque conlleva una petición de principio, sino porque implica que la iniciativa del conocer de cada hombre es ajena, es decir, debida a los demás, de modo que se volatiliza la responsabilidad humana, y con ella la propia dignidad.

9.8. El intelecto agente humano de Simplicio. Se alejó de Jámblico porque pensó que al aludir a los dos entendimientos, Aristóteles hablaba sólo de realidades del alma humana, no de realidades externas. Eso en él significa que admitía varios grados de entendimiento, según que éste mire a lo inferior o a lo superior. En el primer caso tenemos el entendimiento en potencia; en el segundo, al entendimiento agente. Como se advierte, se trata de una curiosa manera neoplatónica de subordinar el pensamiento del Estagirita al de Platón.

9.9. La defensa del suicidio de Olimpodoro. Si el hombre es su alma, cuando el cuerpo es un estorbo a ella se puede prescindir de él. Así pensaba este autor. Pero es evidente que esta tesis ha olvidado que el alma es vida (animar es vivificar) del cuerpo (aunque no sólo), por tanto está llamada a dotarle de vida y a acrecentarla, no a lo contrario.