LA FILOSOFÍA EN SU HISTORIA (J.F. SELLÉS)

8. El vitalismo de H. Bergson

El vitalismo es, en general, un movimiento filosófico de oposición al idealismo hegeliano que exalta la vida frente a la teoría. En Schopenhauer y en Nietzsche se dio una suerte de vitalismo; en Bergson, otra. En aquéllos la oposición al idealismo se advierte en su voluntarismo. En éste, en muchos asuntos: su interpretación del tiempo como fluir, con lo que se opone a la preeminencia de la presencia hegeliana; la superioridad de la intuición sobre el conocimiento racional de la dialéctica; su enaltecimiento de la razón práctica, su oposición a la ciencia, etc. De modo similar a Schopenhauer, el rechazo de Bergson a Hegel supone una vuelta a Kant.

8.1. Vida y obra. De familia judía nació en París en 1859, donde estudió tanto la enseñanza básica –Licee Condorcet– como la universitaria –École Normal Supérieure–; estudió matemáticas y filosofía. A sus 22 años era profesor de filosofía en el Licee Angers; a los 24 en el de Clermont-Ferrand; a los 29 en el Rollin, y a los 30 se doctoró en filosofía y enseñó en el Licee Enrique IV. Se casó a los 32 años, edad en la que empezó su magisterio universitario en L´École Normale. A los 41 siguió en el Colegio de Francia, docencia que abandonó a sus 64 años por motivos de salud. A partir de esa fecha recibió varios títulos, entre ellos el Nobel de Literatura. Leyó a Leibniz, Kant, Schopenhauer, Maine de Biran, Ravaisson, Boutroux, Comte, J. S. Mill, Darwin, Spencer, Emerson, W. James, etc. Sus obras más relevantes son Ensayos sobre los datos inmediatos de la conciencia, Materia y memoria, y, sobre todo, La evolución creadora y Las dos fuentes de la moral y de la religión. Si la primera de estas dos últimas es panteísta, la segunda está abierta a un teísmo de cuño personal. Murió a los 82 años. Obras secundarias suyas son La risa, Duración y simultaneidad, La energía espiritual, y Pensamiento y movimiento. Aunque no abandonó nunca el judaísmo se adhirió moralmente al catolicismo.

8.2. Filosofía. La suya se enfrenta al determinismo físico y psicológico, y defiende la libertad. Frente al primero formula la noción de ‘élan vital’, es decir, la fuerza creativa de la naturaleza. Frente al segundo, la noción de ‘durée’, o sea, la de fluido de la conciencia, de la que surgen los actos libres. En ontología distingue realmente el espíritu de la materia: el primero es tema de la memoria; la segunda la percibe el cuerpo. El espíritu trasciende al cuerpo y es inmortal porque el pensar es inmaterial. En teoría del conocimiento sostiene que la sensación es irreductible a procesos orgánicos; que también lo es la memoria, y que ésta es la facultad que intuye la duración y equivale a la conciencia de ella. Distingue entre instinto animal innato e inteligencia humana susceptible de conformar el lenguaje. Y por encima de la inteligencia admite la intuición, conocimiento inmediato, intrínseco, que es la que permite conocer la ‘duración’ (la prolongación del pasado en el presente que avanza sobre el provenir), la movilidad, la vida, la conciencia, lo espiritual, lo absoluto. En rigor, la intuición es la superación del conocimiento objetivo propio de la inteligencia; éste da lugar a las ciencias; aquél, a la metafísica. En filosofía de la naturaleza, lo central de su pensamiento, sostiene que la vida es creación sin fin, que evoluciona, se transforma de una especie a otra, de lo simple a lo complejo. Para la explicación de la aparición de la multiplicidad de formas de vida rechaza tanto el mecanicismo como la alusión a Dios y apela al élan vital o impulso como fuerza creadora inherente en la misma naturaleza. En metafísica sostuvo que la realidad es duración, cambio constante, sobre todo la del espíritu. En ética, que tiene dos fuentes: la presión social para la sociedad cerrada y el impulso del amor para la abierta. En religión, admitió asimismo dos fuentes: la fabulación para la religión estática (mítica y mágica), y el misticismo para la religión dinámica (monoteísmo, cristianismo).