LA FILOSOFÍA EN SU HISTORIA (J.F. SELLÉS)

8. Los axiomas de la antropología trascendental

Polo defiende que tanto el método cognoscitivo de la antropología, el hábito de sabiduría, como su tema específico, el acto de ser personal humano, son específicos de esta disciplina filosófica e irreductibles a cualquier otra. Y como tanto el método como el tema son los superiores humanos existentes, esta disciplina es la superior de las demás filosóficas.

8.1. Los temas. Tras discutir el elenco medieval de los trascendentales, a los que Polo denomina metafísicos, aborda la ampliación de los trascendentales al campo de la antropología, y propone la conveniencia de no reducir los antropológicos a los metafísicos. Esta doctrina carece de precedentes, porque la filosofía moderna y contemporánea no admite trascendentales que sean reales, y porque la filosofía clásica griega y medieval no admite que los trascendentales reales personales sean radicalmente distintos de aquellos que existen en el resto de lo real. La distinción entre ambos tipos de transcendentales es, según Polo, jerárquica, lo cual indica que los personales son más acto, más reales por tanto, que los metafísicos. En consecuencia, para Polo la antropología trascendental es, por superior a la metafísica e irreductible a ella. Los trascendentales personales descubiertos por Polo son: la coexistencia libre, el conocer personal y el amar personal.

1º) Coexistencia libre. La persona humana, más que acto de ser es ser-con. La soledad para una persona sería la tragedia pura. El ser personal es abierto personalmente, lo cual no se reduce ni al carácter social del hombre (propio de la naturaleza humana), ni a la mera convivencia o al coincidir (aspectos del carácter societario propio de la esencia del hombre), sino que exige una ‘réplica’ personal, es decir, una persona distinta a quien la primera se abra y pueda aceptar que la segunda le manifieste su completo sentido personal. Pero tal apertura es libre, no necesaria, es decir, se abre más o menos si se desea. Esta libertad personal no se reduce a la libertad de la voluntad, facultad a la que –junto con la razón– se suele vincular el libre albedrío en el planteamiento tradicional. Tal planteamiento es deficiente, porque es claro que nativamente la voluntad es una pura potencia, que es pasiva y, por tanto, que carece de libertad. Y lo mismo la razón. De manera que si después alcanza a tener y a manifestar (con sus elecciones, etc.) la libertad que antes no tenía, lo coherente es investigar cómo la adquiere. Si se responde que merced a la ayuda de la inteligencia, estamos en las mismas, porque también la inteligencia es nativamente pura potencia (tabula rasa). De modo que la conclusión obligada es: la libertad es previa y superior a las dos potencias, y alcanza a aquéllas cuando las activa. Por tanto, la libertad debe radicar en el acto de ser personal, no en las potencias. No se trata, pues, de que tengamos libertad, sino de que la somos. Cada uno, una libertad distinta. Y como una libertad fundada y fundante es contradictoria, por ello, frente a otras interpretaciones sustancialistas de la persona, Polo sostiene que ésta no es ni sustancia ni sujeto. Por eso la metafísica, que indaga sobre el fundamento, no alcanza a la persona, porque sus temas reales son de carácter necesario, no libres.

2º) El conocer personal. Es el conocer como co-acto de ser; no es ni el conocer de la razón ni el conocer de ningún hábito innato, sino la luz cognoscitiva trasparente o sentido personal del acto de ser que cada persona es. Este conocer tampoco se puede asimilar a la verdad, porque ésta es un trascendental relativo al conocer, no al revés. En efecto, la verdad formalmente no está en lo real, sino en la mente. Lo que hay en lo real es real, no verdadero o falso. La verdad se da, en rigor, en el conocer y al conocer. Sin ningún conocer, no cabe verdad alguna. Por tanto, la verdad sólo será trascendental a condición de que el conocer también lo sea. Y a pesar de serlo, el conocer no será trascendental como lo es la verdad, pues la verdad depende del conocer y no a la inversa. Ese conocer personal es equivalente, según Polo, al entendimiento agente descubierto por Aristóteles. No hay que confundirlo, por tanto, con la inteligencia, a la que la tradición aristotélica denomina entendimiento posible o paciente. El primero es acto; el segundo, una potencia. Lo que lleva a cabo Polo es elevar la interpretación tradicional de ese acto al nivel de acto de ser personal.

3º) El amar personal. Polo descubre en el amar personal dos dimensiones: aceptar y dar. La primera en la criatura es superior a la segunda. Pero ambas reclaman de una tercera, porque la criatura no puede dar su ser; por tanto, tiene que manifestar su amor personal en su esencia y naturaleza humanas; dicho de otro modo: con obras: De ese modo, lo superior del acto de ser personal, el amor, vincula, atrae a sí, a lo inferior de lo humano a través de las obras. No se puede asimilar el amar personal al querer de la voluntad, y menos al bien querido, porque éste es un trascendental relativo al querer. El amar personal es irreductible a la voluntad porque esta potencia quiere aquello de lo que carece, precisamente porque es una potencia en orden a su actualización, mientras que el amar personal es desbordante, no carente, y por eso es donación.

8.2. El método. El nivel cognoscitivo que permite alcanzar el ser personal está a nivel de la persona o acto de ser personal, pues si fuera inferior con él la persona asistiría a su propio conocer como un espectador externo. Con todo, dicho conocer no es la persona que uno es, sino un instrumento suyo, un hábito innato, una luz transparente inserta en la transparencia nativa del ser personal: el hábito de sabiduría. Por eso la persona humana no alcanza a conocerse enteramente a sí misma, porque el hábito es inferior a la luz noética del acto de ser. Este método posibilita conocer los aludidos trascendentales personales, los axiomas o temas de la antropología trascendental o de la intimidad. Uno de esos temas es el conocer personal o a nivel de acto de ser. Con el hábito de sabiduría la persona creada sabe que es un ser cognoscente, pero desconoce el tema de tal luz cognoscente. Dicho tema solo puede ser otro conocer personal capaz de manifestar de modo completo el sentido personal que cada persona humana es, y éste solo es Dios. De lo contrario la persona humana quedaría inédita y sería definitivamente absurda. Ninguna persona humana tiene, obviamente, su propio sentido personal en su mano. Ninguna persona creada puede declarar tal sentido personal completo a otra, sencillamente porque no tiene en su haber ni siquiera el propio. Como es claro, esta apertura coexistencial es, sin duda, una remitencia directa a Dios. Si la persona humana es coexistencia, y sólo en coexistencia con su Creador puede la persona humana llegar a saber enteramente quién es.

Lo descubierto por Polo en este campo va más allá tanto del planteamiento clásico como del moderno y es el mejor preámbulo para la teología sobrenatural, porque lo que se descubre de Dios mediante el conocer personal (desde la antropología trascendental) es superior a lo que de él conoce el hábito de los primeros (desde la teología natural clásica). En efecto, el conocer personal es luz trasparente y descubre a Dios como tema personal, por tanto, como Dios personal, y por ende, libremente coexistente, cognoscente y amante, y además, pluripersonal, porque una única persona es absurda, ya que persona denota apertura personal a persona distinta. En cambio, el hábito de los primeros desconoce todo esto.