LA FILOSOFÍA EN SU HISTORIA (J.F. SELLÉS)

Introducción

La historia de la filosofía contemporánea es, con diferencia, el periodo más complicado de todos los habidos en este saber y el de mayor número y variedad en escuelas y representantes. De modo que una presentación sintética y crítica de ella exige una labor de genios durante años, y el autor de esta síntesis cuenta justo con lo opuesto a ambos requerimientos, de modo que no le queda más remedio que pedir disculpas al lector (también por si algún pensador de su preferencia –Skinner, Morin, Rawls, von Balthasar, Guitton, S. Weil, etc.– no son mínimamente abordados aquí, y asimismo por si los que aquí se resumen no se exponen con la prestancia que el lector desearía y que el guion prohíbe).

A pesar de lo que se acaba de indicar, conviene decir que la filosofía contemporánea debe más a la filosofía moderna de lo que parece, al menos en su arranque (como se ha tenido ocasión de advertir en el último tema al dar mínima cuenta del posthegelianismo). En efecto, la filosofía contemporánea nació en oposición a la cumbre de la filosofía moderna protagonizada por Hegel. Por eso todos los pensadores posthegelianos fueron antihegelianos. Así, el siglo XIX y buena parte del XX supone un claro rechazo u oposición a la filosofía hegeliana. Por eso se puede dividir la filosofía moderna y contemporánea según un antes y un después de Hegel.

No obstante, los pensadores posthegelianos no fueron todos del mismo modo antihegelianos, sino de maneras muy diversas entre sí. Con todo, la mayoría de ellos no se acaban de entender bien si no se comprende su punto de oposición a la filosofía de Hegel. La complejidad de las escuelas también es mucho más abigarrada que la de épocas precedentes. A continuación aludiremos a algunos de los movimientos filosóficos contemporáneos entendidos desde sus claves de oposición al sistema hegeliano.

De los testimonios del problema del posthegelianismo a lo largo de dos siglos cabe decir –en líneas generales, o sea, salvando excepciones– aquello de que ‘parece peor el remedio que la enfermedad’, lo cual equivale a afirmar que Hegel es más inteligente que sus críticos, porque ninguno (salvo el que se expone en el Apéndice) ha combatido el sistema hegeliano a su altura, es decir, según una teoría del conocimiento axiomática, o sea, desvelando el modo de actuar del conocer humano hasta descubrir de modo palmario que el método dialéctico hegeliano es erróneo.

En cualquier caso, lo que es claro es que Hegel ha influido mucho –aunque por reacción frente él– en su posteridad. Los posthegelianos cometieron asimismo errores en sus propuestas filosóficas, y también de ellos –como de todo error– cabe sacar una gran lección. De momento, una vital: todos ellos se dieron cuenta que no vale le pena vivir una vida sin filosofía, es decir, sumida en la locura, como profetizaba Hegel respecto de su posteridad. Por eso se esforzaron por proseguir la filosofía, aunque la peculiaridad de cada intento sea cuestionable.

A lo que se acaba de decir se podría objetar que, por ejemplo, Nietzsche cedió al irracionalismo; que el historicismo de Dilthey es relativista, que tampoco carece de voluntarismo la propuesta de Heidegger, etc. Por tanto, que más que una prosecución filosófica, parecen una crítica a la filosofía. Pero nótese, por ejemplo, que el superhombre de Nietzsche no es un loco, sino el que ‘sabe’, ‘se da cuenta’ de que el mundo es voluntad de poder y eterno retorno; que las astillas de verdad con las que se queda Dilthey en sus manos todavía son consideradas como fragmentos veritativos; que si bien el ser de Heidegger se manifiesta voluntariamente cuando quiere, al manifestarse dice algo de su sentido veritativo. Con todo, hay que conceder a la objeción precedente parte de su verdad, a saber, que todas estas filosofías y otras consideran que hay más tiempo que verdad y, por tanto, que la historia del hombre estará en buena medida falta de sentido y será aburrida. Pero esto es susceptible de rectificación si uno es inconforme con verdades a medias.

Si Hegel se considera la cima de la filosofía moderna, si los posthegelianos son antihegelianos, y si la postmodernidad es el rechazo de la modernidad, dado que ésta tiene como origen a Ockham, para resolver el problema de fondo hay que volver al siglo XIII de cara a retomar la filosofía en su estado de salud esplendoroso y hacerla avanzar. Y como los pensadores cumbre de esa centuria son una prosecución en su misma línea de la filosofía aristotélica, para proseguir hoy en filosofía, lo que hay que hacer es inspirarse en el realismo de Aristóteles continuado en el siglo XIII y proseguirlo. En rigor, Hegel tiene de valioso lo que tiene de inspiración aristotélica, y tiene de descaminado, sus equivocadas interpretaciones del Estagirita. ¿Acaso Aristóteles no tuvo errores? Sí, pero más en filosofía práctica que en teórica, y desde luego, tuvo más hallazgos que errores.

¿Ha habido recientemente algún gran pensador que se haya inspirado en los hallazgos del Estagirita, que haya aprovechado los avances de sus grandes comentadores medievales (los de S. Alberto Magno, Sto. Tomás de Aquino, por ejemplo), a la par que haya rectificado intrínsecamente las pautas de la filosofía moderna (las de Escoto, Ockham, Descartes, Spinoza, Leibniz, Kant, por ejemplo) y en especial la hegeliana?, ¿qué haya asimismo corregido la contemporánea (la de Marx, Freud, Heidegger, por ejemplo), en especial la nietzscheana? Sí: Leonardo Polo, a quien debemos la inspiración de estas páginas. Pero a él lo atenderemos al final, para estimular la esperanza del lector.