LA FILOSOFÍA EN SU HISTORIA (J.F. SELLÉS)

7. Dios

En cuanto a la trascendencia divina, para Sócrates el hombre está abierto a Dios, y éste cuida y empuja al hombre a la mejora interna. ¿Es ese Dios personal? En unos textos que la  historia nos ha dejado parece verlo como la Razón Universal: “Si no existiera en absoluto la inteligencia, ¿cómo puedes pensar que sólo tú, por casualidad, la has arrebatado, y que esos elementos, infinitos en número, e inmensamente grandes, han sido colocados en un buen orden, por cuanto supones, por una fuerza no inteligente?”. Jenofonte, Memorables, I, 4, 8. En otros parece que ese Dios se deja sentir en su intimidad: “Sobre mí siento la influencia de algún Dios y de algún genio… se trata de una voz que comenzó a mostrárseme en mi infancia, la cual, siempre que se deja oír, trata de apartarme de aquello que quiero hacer y nunca me incita hacia ello”. Platón, Apología de Sócrates, 31 c.

Las dos versiones aludidas de Dios no son incompatibles, porque el Dios que se descubre mirando hacia afuera no es otro que el Dios que se descubre mirando hacia dentro, aunque no sea lo mismo lo que se descubra de Dios en cada caso. Pero descubrir a Dios tal como se deja sentir en la intimidad es un modo superior de alcanzar la divinidad, porque este modo compromete por entero la vida propia; no si se descubre a Dios mirando al cosmos.