LA FILOSOFÍA EN SU HISTORIA (J.F. SELLÉS)

4. La apelación al sentimiento de la angustia

4.1. El sentimiento. Heidegger, al advertir que racionalmente la comprensión racional del sujeto es –como en Kant– aporética, propone otro método de acceso a la subjetividad: el sentimiento. Obviamente no se trata de los sentimientos sensibles, sino de los superiores o íntimos. Ser y tiempo trata de la condición humana como ‘ser relativamente a la muerte’. Este término de la vida humana da lugar a la angustia. La angustia como sentimiento en la filosofía heideggeriana es un efecto, una consecuencia, pero no de un acto o de un hábito de una potencia, sino de verse a sí mismo.

Heidegger –como Kierkegaard, Stein, Scheler…– piensa que el existente humano no se puede conocer objetivamente, es decir, formando ideas de él. Por tanto, tendrá que conocerse desde sí: ¿pero de qué manera? Si la autoconciencia se rechaza, ¿con qué se la sustituye? Si el ‘Dasein’ no es conocido mientras se conocen objetos (ideas que forma la razón), es menester señalar un acceso al ‘Dasein’ que sea asistido por él. Esta crítica heideggeriana al idealismo le lleva a recurrir a la ‘Befindlichkeit’: el encuentro sentimental consigo mismo. Sentirse es encontrarse.

4.2. La angustia. La ventaja que tiene el sentimiento sobre la objetivación racional reside en que da noticia de sí mismo porque, en rigor, el sentimiento no desdobla entre conocer y conocido. Ahora bien, si el encuentro del ‘Dasein’ es sentimental, lo que del existente humano se conoce es exclusivamente la realidad de un sentimiento, y como en este caso se ha anclado en el de la angustia, el sujeto se reduce, en rigor, a angustia. Es verdad que los afectos del espíritu (tanto los positivos como los negativos) permiten conocer en cierto modo la intimidad humana, el estado de ella, pero solo en ese ‘cierto modo’ en que la intimidad se encuentra coloreada por el afecto. Los sentimientos positivos del espíritu (enamoramiento, confianza personal, esperanza, gozo, paz, etc.) son los estados del ser personal en la medida en que éste responde de modo correcto en su intimidad al ser personal que es y está llamado a ser por parte de Dios. En cambio, los negativos (odio, desconfianza, desesperación, angustia, tristeza, soledad, etc.) lo contrario.

4.3. Consecuencias. Si Heidegger toma la angustia como el sentimiento más relevante para alcanzar la propia intimidad, dado que para tal menester dicho afecto se vive en primera persona, parece que el remedio sea peor que la enfermedad. Por esto se comprende que su existencialismo tenga una connotación tan pesimista que sea rayana con el nihilismo. Los afectos negativos del espíritu son indicativos de que el acto de ser personal humano decrece, es decir, de que se va perdiendo y tiende a su extinción, de modo contrario a como los afectos positivos del espíritu son indicativos del crecimiento de la intimidad personal humana en orden a su destinación.