LA FILOSOFÍA EN SU HISTORIA (J.F. SELLÉS)

2. Los diálogos platónicos

Las obras de Platón son adaptaciones escritas de los diálo­gos que tantas veces escuchó a su maestro Sócrates. Quizás por ello Sócrates aparece siempre como protagonista, especialmente en sus primeros años. Sin embargo, el pensamiento de Platón fue evolucionando de modo que se pueden distinguir cuatro épocas.

2.1. Diálogos de juventud o socráticos. A este grupo de diálogos, escritos después de la muerte de Sócrates (399) y antes del 390, pertenecen, la Apología de Sócrates, Cármides, Critón, Eutrifón, Laques, Ión, Lisis, República I y Protágo­ras. En ellos, al igual que su maestro, Platón sostiene que la causa de las malas ac­ciones es la ignorancia.

2.2. Diálogos de transición. En ellos se da un progresivo alejamiento de las doctrinas socráticas y se va perfilando el propio pensamiento platónico. Son posteriores al 390, antes de cumplir cuarenta años. En ellos aparecen alusiones a la doctrina de las Ideas. A este periodo pertenecen: Menón, Crátilo; Gorgias, Eutidemo, Hippias Mayor, Hippias Menor y Menexemo.

2.3. Diálogos de madurez o sistemáticos. Median entre sus 40 y 60 años (387 – 367 a. C). Los más importantes son: Fedón, Banquete, Re­pública II y Fedro. En ellos aparece plenamente madurada la teoría de las Ideas, el dualismo metafísico, la naturaleza tripartita del alma, y su teoría del Estado. Las tesis principales de este último período son:

a) Las Ideas (como lo bueno, lo igual, lo bello) son realidades en sí. Son verdaderas. No pueden ser percibidas por los sentidos, sino sólo por medio de la intuición, casi divina, que Platón llama ‘erótica’.

b) Estas Ideas son únicas, permanentes y eternas, con propiedades opuestas al mundo sensible. En su cúspide se encuentra la idea de Bien.

c) Teoría de la reminiscencia. Tales Ideas son realidades que la mente humana ha contemplado antes de nuestro nacimiento y que las rememoramos a lo largo de la vida.

2.4. Diálogos de vejez o autocríticos. Son escritos cumpli­dos ya sus 60 años (367 – 348 a. C). Platón revisa su teoría de las Ideas, profundiza en temas cosmológicos; en política es más realista que utópico. Son de esta época: Teeteto, Parménides, Sofista, Político, Filebo, Timeo, Critias, Leyes y las Cartas. La autocrí­tica llevada a cabo por Platón en ellos es tan radi­cal que algunos piensan que, en sus doctrinas no escritas (dogmata ágrafa) renunció a la teoría de las Ideas. Sin embargo, es muy poco probable que ocu­rriera así, porque el Timeo contiene la cosmología platónica, así como su explicación del origen del mundo a partir de una mate­ria eterna originaria y del Demiurgo, un semidios que ordena y da forma a la materia informe si­guiendo el modelo de las Ideas.

Como pone de manifiesto la cronología de los diálogos, se da en Platón una evolución desde posturas muy próximas a Sócrates hasta un pensamiento propio. Primero se apropió de la doctrina de su maestro: el valor de una vida virtuosa, la importancia de la educación, el método mayéutico, la inmutabilidad y necesidad del saber como opuesto al relativismo de los sofistas, el amor a la sabiduría por encima de todo. Pero buscó una fundamentación ontológica para el legado socrático. Tal fundamentación le llevó a una “segunda navegación” (Fedro), a través del mar de la especulación cosmológica, que los sofistas y Sócrates habían eludido. Se hizo eco de los problemas planteados por los presocráticos, sobre todo por Heráclito y los eléatas, pues la alternativa entre la vía de Heráclito y la de Parménides había tomado un callejón sin salida que dio pábulo al escepticismo de los sofistas. Platón vio en el universal socrático la tabla de salvación donde asirse en el oleaje escéptico, y el punto imprescindible para superar la perplejidad originada por las aporías insolubles de los presocráticos.

Pero al universal le otorgó realidad propia con independencia del conocimiento humano postulando que existe en el mundo suprasensible, formado de Ideas inmutables, eternas y trascendentes, objeto de la verdadera ciencia especulativa. En cambio, el mundo sensible es copia imperfecta de aquél y de donde surgen los distintos tipos de opinión, ya sean verdaderas o falsas. Ese dualismo es distintivo del pensamiento de Platón. Así pretendió superar a Heráclito y a Parménides, pues el mundo suprasensible participa de las características del ser de Parménides, mientras que el mundo sensible es perecedero y cambiante, como el de Heráclito.

Este dualismo es aplicado al hombre en sus diálogos de madurez, pues considera que éste es su alma, mientras que el cuerpo pertenece al mundo sensible, es imperfecto y obstaculiza el desarrollo del alma. Entiende al hombre como un alma accidentalmente unida al cuerpo. Ambos se distinguen como ‘el piloto y la nave’, y también como ellos, se necesitan. Por eso Platón defiende una moral de renuncia y desprecio por lo sensible para alcanzar la ‘katarsis’ o purificación del alma. El alma puede contemplar las Ideas y conseguir así la ciencia especulativa (episteme). Puede librarse de las cadenas que la sujetan a lo sensible, a las sombras de aquí abajo, y ascender hasta la claridad de la luz del sol, gracias a la reminiscencia: el alma que había sido enterrada en lo sensible y, que ha olvidado el saber que poseía, trata de recordar, de recuperar el conocimiento por medio de la mayéutica.