LA FILOSOFÍA EN SU HISTORIA (J.F. SELLÉS)

4. La fenomenología realista de E. Stein

4.1. Vida, obra. De familia judía nació en Breslau en 1891, la última de 11 hijos. Su padre murió cuando ella tenía tres años. Estudió en la Escuela Victoria  de su ciudad. Después pasó menos de un año en Hamburgo y de vuelta a su ciudad siguió sus estudios de bachillerato y luego los de filosofía. A los 22 años marchó a Gotinga a aprender de Husserl, del que posteriormente sería albacea. Allí conoció a los mejores fenomenólogos. Durante la Primera Guerra volvió a Breslau. Tras ella siguió a Husserl en Friburgo. Fue la 1ª mujer que obtuvo el doctorado en Filosofía en Alemania. Se convirtió al catolicismo a sus 30 años. Entró como carmelita en un monasterio de Colonia. Luego marchó al Carmelo de Echt en Holanda. Fue detenida por el gobierno nazi y deportada a Auschwitz donde murió en 1942 a sus 51 años. Beatificada en 1987 y canonizada en 1998, es copatrona de Europa desde 1999. Sus obras más célebres son: Introducción a la filosofía, Sobre el problema de la empatía, Individuo y comunidad, La estructura de la persona humana, y Ser finito y ser eterno.

4.2. Antropología fenomenológica. Stein caracteriza fenomenológicamente al hombre como libertad, conciencia y capacidad reflexiva. Recupera también las nociones clásicas de potencia y acto e intenta hacerlas valer en antropología. Del pensamiento clásico –en especial, de Tomás de Aquino– le interesó el tema, mientras que de la fenomenología –en concreto, de Husserl– usó el método, la ‘intuición eidética’, aunque era consciente de sus límites. Como Husserl, criticó la concepción humana del idealismo y del psicologismo, a lo que añadió su rechazo al existencialismo heideggeriano. Sabía que encontrar respuesta a la pregunta ¿qué es el hombre?, ‘es la misión de la teoría del hombre, de la antropología’, pues las otras disciplinas –incluso humanísticas– estudian al hombre desde la tipología, pero ‘siempre que se intente comprender al individuo desde el tipo, será inevitablemente malinterpretado’, porque se generaliza. Como se puede apreciar, buscaba la persona concreta, no la ‘esencia universal’ de persona, de modo que el método de la fenomenología no le era útil al respecto. Tampoco le sació su temática humana. Por eso se refugió en el realismo clásico, el cual permite distinguir varias capas en la persona humana.

Con todo, Stein tuvo una visión ‘totalizante’ de la persona humana. Sin embargo, supo que en ese todo humano las distinciones son jerárquicas. En efecto, distinguió entre acto y potencia en el hombre. Frente al último Scheler, admitió la actividad del espíritu, pero redujo esa actividad al conocer y al querer. En contra del panteísmo del 3er Scheler, Stein admitió que ‘todo hombre es un buscador de Dios’, y que Dios es un ser personal, ‘espíritu puro, ser puro, acto puro, forma pura’. Como Scheler, Stein distinguió entre persona y yo, pero, para ella, la persona es el ‘todo’ humano. En cambio, el yo parece equivaler, más bien, a la conciencia que tenemos de la vertiente espiritual o de la corpórea.

4.3. Cambio de método. Lo que precede son descripciones generales. Ahora bien, ¿cómo conocer, pues, al hombre concreto?, ¿a sí propio? En la respuesta a esta cuestión está, seguramente, la ruptura de Stein con el método fenomenológico, y el ensayo de una nueva vía noética: ‘el conocer que el alma tiene de sí misma no es racional, sino experiencial’. Esto significa, según la autora, que ‘la existencia del hombre está abierta hacia dentro para sí misma’. Sostuvo que ‘el alma humana’ es ‘el núcleo de la persona’. A veces –como Hildebrand– la llamó corazón, que es la sede del amor. ¿Qué tipo de experiencia permite el acceso a la intimidad, al corazón? Stein responde que el sentimiento. Ahora bien, si el sentimiento permite acceder a nuestra intimidad, se podría preguntar cómo conocemos dicho sentimiento. La respuesta es que ‘este sentimiento lleva en sí su propia justificación, puesto que constituye una especie particular de experiencia original’, es decir, tal sentimiento habla de sí, y como pertenece a la intimidad, nos permite conocerla. En suma, por el sentimiento, que no se desdobla entre conocer y conocido, se capta –según Stein– el propio ser personal. También se capta por vía afectiva a las personas ajenas: la ‘empatía es la conciencia experiencial en la que vienen a dársenos personas ajenas’.

4.4. Nuevas perspectivas. Stein advirtió que ‘todo acto sentimental se basa sobre uno teorético, por tanto, es imposible un sujeto sentimental puro’. Ahora bien, ¿cómo puede acceder el sentimiento al conocimiento de la intimidad dependiendo de un acto teorético si éste, a su vez, no la alcanza? Evidentemente, esto parece imposible. Por eso, Stein buscó una salida teórica –y no sólo afectiva– al problema noético del propio conocimiento. Escribió que para conocernos requerimos de una ‘luz interior que ilumine la corriente del vivenciar, y que en el fluir mismo esclarece el ‘yo’ vivenciante, sin que esté dirigido hacia él… Tan sólo por medio de esta conciencia original llega a ser posible un ‘conocimiento’ de la conciencia’. Se trata, pues, de un conocer nativo que no es luz respecto de otros asuntos, sino claro en sí. Por tanto, Stein afirma –frente al último Scheler– que el espíritu humano es originariamente activo, que esa actividad es cognoscitiva y, obviamente, que esa actividad no es la propia de la razón que forma esencias. Ahora bien, ¿será acaso esa luz nativa reflexiva? Stein critica la ‘reflexión’ de Scheler porque la reflexión no es ‘conocimiento’ de sí misma.