LA FILOSOFÍA EN SU HISTORIA (J.F. SELLÉS)

8. Neopitagóricos y Platonismo medio

8.1. Neopitagíricos. La filosofía de Pitágoras reapareció en el s. II d. C., y tuvo como centro Alejandría. Autores destacados fueron Apolonio (40-97 d. C.), Moderato de Gades (s. I d. C.), Nicómaco de Gerasa (fl. 150 d. C.) y Numenio de Apamea (fl. 160-160 d C.).

a) Mundo. Moderato admitía que la materia informe es ordenada por Dios mirando el mundo de las Ideas.

b) Hombre. Defendieron la espiritualidad e inmortalidad del alma humana, y siguieron manteniendo, como Pitágoras, el postulado de la metempsicosis.

c) Dios. Apolonio distinguía entre un Dios supremo, Helios, y otros inferiores. Moderato admitía tres realidades supremas: la primera, Unidad; la segunda, la Inteligencia; la tercera, el Alma. Numerio admitía tres dioses: un primer Dios, ser y Bien en sí, inmaterial y eterno; un segundo Dios, el Demiurgo de Platón, creado por el primer Dios, que crea el mundo de las Ideas y el sensible; y un tercer Dios, el mundo creado.

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En los neopitagóricos se da una mezcla de elementos de la filosofía de Platón y de Pitágoras, y ya se perfila en ellos otros elementos propios del neoplatonismo. Pero en esta y otras corrientes helenísticas de pensamiento se dio el olvido de la filosofía de Aristóteles, pues frente al Estagirita estos autores siguieron considerando a Pitágoras y a Platón como personajes divinos. Eso explica que en el futuro se tuviesen más en cuenta los escritos platónicos y se olvidasen los aristotélicos hasta la pérdida completa de ellos, salvo en el pensamiento árabe, durante toda la Edad Media hasta el siglo XIII. De modo que se puede decir que fue muy tardíamente, a partir de dicha centuria, cuando se empezó a notar la relevancia de la filosofía aristotélica.

8.2. Platonismo medio. Fue un movimiento, de dos siglos de duración, con deuda de la filosofía platónica y semejanzas con la neopitagórica. Representantes fueron Gayo (s. II), Albino (fl. 151), Máximo de Tiro (153-180), Ático (101-177) y Plutarco de Queronea (50-125), el más relevante, de quien se resume seguidamente su doctrina.

a) Mundo. Plutarco admitió muchos mundos porque, según él, así se manifiesta mejor el poder de Dios. En este cosmos hay dos principios: el mal y el bien. La causa del bien y del orden es Dios (Alma, Inteligencia, Logos); la del mal se opone a él y provoca el desorden. La materia es eterna.

b) Hombre. Distinguió en él tres dimensiones: el noûs, el alma y el cuerpo. El primero es afín a la naturaleza divina. El alma es inmortal y post mortem conocerá a Dios, cosa que mientras está en el cuerpo no puede. El cuerpo es el inferior de estos elementos. La clave de su ética es la virtud.

c) Dios. Es solo uno, trascendente al universo y eterno. Es el bien, es inmutable, sin espacio ni tiempo. Se contempla a sí mismo y a las Ideas eternas. Está dotado de toda virtud. Es el ordenador del cosmos. Se comunica con los hombres a través de intermediarios: los demonios, que son de la misma composición que los hombres y asimismo mortales, pero de mayor dignidad, aunque unos de ellos son buenos y otros malos.

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La horma platónica en la filosofía de Plutarco de Queronea es clara. Se ve en el problema radical de la teoría del conocimiento y en metafísica (aunque ambos tienen la misma cadencia: el prestigio de lo uno y el rechazo de la dualidad, porque la entiende como dualismo).

En cuanto al primer problema, el gnoseológico, Plutarco no tiene claro que el inteligir es superior a lo inteligido, por eso dice que Dios no solo se conoce a sí, sino que también contempla las Ideas. No repara en que no cabe bien sin querer, en rigor, sin amor, por eso sigue describiendo lo superior como bien. Su planteamiento noético tiene el mismo problema que el platónico: si la realidad (el mundo de las Ideas) es en sí, y lo que se corresponde con ellas en el hombre es el noûs, que por ser lo superior humano es también en sí, ¿cómo puede corresponderse con ellas? Si la idea es en sí y el noûs es en sí, están separados (joristón); por tanto, el conocimiento es imposible. Si, como Platón, se responde que quien unifica las Ideas y el noûs es el Bien y lo hace por participación (koinonía), hay otro problema, y es que al suponer que el Bien es superior al noûs, el noûs más que cognoscente es anhelante y se vuelve místico. Por eso, la filosofía platónica es desiderante, voluntarista (eros), mientras que la aristotélica es intelectualista (enérgeia). No obstante, este problema platónico es falso porque ni el noûs ni las Ideas son una realidad en sí, porque el conocer no se puede dar sin lo conocido ni lo conocido sin el conocer; no cabe método cognoscitivo sin tema conocido y a la inversa.

En cuanto al segundo problema, el metafísico, Plutarco sigue admitiendo el prestigio de lo Uno, pues supone –como Platón– que la ‘díada’ es lo imperfecto. Esa huella se ve en la concepción del cuerpo y de la materia. Por eso la clave humana radica en la liberación del cuerpo. Se aprecia también en que estar en el tiempo es una situación penosa para el hombre, y que Dios tiene que estar al margen de la temporalidad. Pero este problema está mal planteado porque lo más radical de la realidad –las personas– es plural, solo que tal pluralidad es referida, no de piezas aisladas.